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LA PELOTA NO SE MANCHA Volver a las viejas cábalas

POR WINSTON POR WINSTON
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Juan Carlos Ahumada, 46 años, chofer de bus. La última vez que Chile le ganó a Brasil en Santiago el 2000, se había puesto la camiseta de Francia 98 con el 11 de Marcelo Salas en la dorsal. Hace un par de años, se la prestó en una pichanga a la pareja de la hermana y luego de una traumática ruptura amorosa, jamás la recuperó. Tratando de recuperar la cábala, para este partido se compró la de Brereton, versión XXL y aun así le quedó ajustada. De nada sirvió el sacrificio de ver el encuentro más apretado que un chorizo.

Guillermo Solares, 75 años, jubilado. Durante la Copa América de Ecuador de 1993, juró que si Chile le ganaba a Brasil se sacaba el bigote que lo había caracterizado por años. El milagro se dio y pasó mucho tiempo para que sus amigos lo reconocieran sin su característico mostacho. Esta vez rechazó la manda, "estoy muy viejo", se le escucho decir, pero la verdad es que no le gusta esta selección desde que se fue Bielsa y los tiempos no dan como para hacer cambios estéticos a esta altura de su vida.

Graciela Soto, 22 años, estudiante universitaria. El día que Chile jugaba con Brasil por las clasificatorias a Rusia 2018, se encerró en su pieza a ver el partido. Se peleó con el pololo, la mamá y sus hermanos que querían verlo con ella y la acción tuvo resultados: ganamos 2-0. El jueves pasado, en cambio, aceptó a ir a un asado, con un nuevo amigo. Se olvidó de los ritos y de la pandemia, después de tanto tiempo encerrados, no se podía negar a un encuentro en torno a la parrilla. Poca carne, mucha piscola y demasiada gente opinando, esos que solo ven fútbol cuando juega la selección. Después del segundo gol, Graciela se olvidó de los chicos de Lasarte y se preocupó solo del suyo.

Manuel Rodríguez, 70 años, conserje, ex marino. Hace 35 años estaba embarcado en el Aquiles y hacia guardia en la bahía de San Antonio. Sin mucha fe escuchó el partido de Chile contra los brazucas en Mendoza. Eran tiempos que a Chile lo humillaban. Cuando Juan Carlos Leterier hizo el cuarto gol, lo gritó por todo el buque y solo lo extraordinario del resultado, lo salvó de una amonestación. Desde ese entonces, escuchaba los partidos importantes por radio, era su cábala, pero esta vez un nieto le instaló una aplicación en el teléfono para que lo viera como en la televisión: "No los podis (sic) escuchar por radio, pos Tata". Le dio pena decir que no.

Sergio Carmona, 86 años, jubilado. El año 1957 invitó a su compañera de trabajo al estadio, se juramentó que, si Chile le ganaba a Brasil, le ofrecería matrimonio. Cuando René Orlando Meléndez hizo el gol de la victoria en el minuto ´59, ella le apretó fuerte la mano, era la señal que don Sergio estaba esperando. Se casaron al poco tiempo y prometieron que verían siempre los partidos importantes de la mano. La semana pasada, ese rito no pudo volver a cumplirse: el coronavirus se llevó a su señora y también sus ganas por ver el fútbol.

No son los únicos casos, pero me quedo con los más destacados. Ahora que toca enfrentar a Uruguay, no solo habrá que utilizar todos los recursos futbolísticos posibles para ganar ese partido, sino además esperar que los colombianos empaten y los peruanos pierdan. No está fácil, en especial, pensando en el encuentro que se disputará Estadio Cachamay en Ciudad Guayana en Venezuela.

La pregunta es si como hinchas tenemos aún la fe de otros años. Si aún estamos dispuestos a vestir santitos, buscar en el fondo del closet las camisetas de la suerte, sintonizar el mismo dial de la vieja radio a pilas, acudir al bar de siempre, bloquear a los amigos yetas, analizar con cuidado los lugares y acompañantes con quienes se han dado los mejores resultados, hacer promesas y -por supuesto- cumplirlas. A eso se reduce lo que podemos hacer desde fuera, aquellos que no entramos a la cancha y que tampoco tuvimos las lucas para ir al estadio.

¡Que nos "vaiga" bien! como dice Yolanda Sultana ¡Vamos por esa última y pequeña opción!