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LA TRIBUNA DEL LECTOR Una ciudad sin Plano de Damero

RAFAEL TORRES ARREDONDO, GESTOR CULTURAL RAFAEL TORRES ARREDONDO, GESTOR CULTURAL
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Siempre me llamó la atención el esquema de fundación de una ciudad que traía el descubridor hispano, tan reconocido y señalado en textos de historia hasta el día de hoy. Al acto solemne de la fundación venía aparejado el trazado de la misma, con el clásico modelo llamado de Damero español, con una plaza mayor y, alrededor de ella, los edificios más significativos, como la iglesia, la casa consistorial, la aduana y alguna otra. Así en más, podemos ver ese modelo urbano con ciudades como Santiago, La Serena, Concepción, Quillota y tantas otras creadas por el descubridor hispano. Pero este modelo fundacional no se aplicó en nuestro Valparaíso.

En primer lugar, no hubo acto ni acta de fundación. Al parecer, el capitán Juan de Saavedra no tenía mucha autoridad para generar ese significativo momento. Por ende, la ciudad no fue fundada y ello hace, entre otras cosas, que no tenga una festividad propia, asociada a su creación como tal. Tampoco acá se aplicó el modelo del Damero, ello, principalmente, dado a que en el momento de la llegada del "Santiaguillo", modesta embarcación que llevaba a cargo el capitán De Saavedra y que se habría descolgado de la expedición de Almagro en 1536, fondeando frente a la entonces bahía de Quintil, se encontró con una muy modesta playa y caleta, además de un pequeño caserío, y ello hizo que geográficamente fuera imposible establecer el damero. Con el paso del tiempo, esto no cambió mucho, quizás un tipo de plaza mayor se estableció en la zona que hoy conocemos como Plaza Sotomayor, pero que más bien se va trazando con el tiempo en la medida que la ciudad va creciendo y se va extendiendo más allá de lo que hoy conocemos como Barrio Puerto, por lo demás el barrio de origen de nuestro Valparaíso.

Es este barrio el que hoy me llama a escribir esta crónica. En él ha pasado de todo. Ha vivido el esplendor y la desgracia. Ha sido bullente y silente. Ha estado hiperpoblado, como se ha visto desolado. Quizás un poco el reflejo de la ciudad, próxima a los cinco siglos.

Pero hoy el Barrio Puerto, una vez más, se esfuerza en recuperarse. Al igual que en muchos tiempos y circunstancias, es capaz de volver a llevar la mirada de la ciudad a su lugar de origen. Estamos siendo testigos de compromisos y esfuerzos públicos y privados por devolverle el esplendor y la vida cotidiana a este barrio tan nuestro.

El edificio conocido como La Nave, en la esquina de la Plaza Sotomayor con Serrano, luego de décadas, vuelve a revivir. Ha sido completamente recuperado y remodelado, y prontamente empezará a ser ocupado, entiendo que con oficinas y locales comerciales. Ese edificio, que de alguna manera es el pórtico de acceso al barrio, hoy tiene nueva cara y muy linda.

Pocos días antes de entregar su cargo, Consuelo Valdés, exministra de Cultura, anunció el proyecto ganador del que será el Archivo Regional, instalado en los restos del denominado Palacio Subercaseaux, afectado profundamente por la tragedia de la calle Serrano del año 2007, que arrebató vidas y patrimonio. Será un edificio que conservará la fachada original y que por dentro tendrá un edificio nuevo y muy funcional, como es el caso del edificio Cousiño, del Duoc UC Valparaíso, por cierto, y aunque fuera del Barrio Puerto, una maravilla de recuperación también. Enhorabuena al Subercaseaux, próximo Archivo Regional y espacio cultural. También en la misma calle Serrano, la Universidad de Valparaíso acondicionó una edificación y en ella está la Facultad de Ciencias Sociales. Qué bueno que el barrio se vaya repoblando y mejor si es con gente joven y estudiantes.

Pero un proyecto que quizás pueda parecer de menor impacto es el que más me alegra en lo personal. Me refiero a la Escalera de los Sueños. Qué lindo nombre, qué lindo trabajo compartido entre vecinos, estudiantes, el Duoc UC de Valparaíso, la Corporación La Matriz y tanta gente que se sumó voluntariamente para embellecer esta escalera peatonal, ubicada en las inmediaciones de la calle Santo Domingo, detrás de la Iglesia, que con un maravilloso trabajo realizado en mosaico, le da nueva vida, alegría y esperanza al sector, al barrio, a la ciudad y a todos quienes participaron del proyecto. Un diseño liderado por el pintor Gonzalo Ilabaca, al que se sumaron los vecinos, con un fuerte impulso del cura Gonzalo Bravo (hoy obispo de San Felipe), del entusiasta Claudio Salas, del Duoc UC, y tantos otros que siguen creyendo en la ciudad.

Estoy seguro de que la nueva Corporación de administración del Sitio del Patrimonio Mundial llega en un muy buen momento, porque están pasando muchas cosas buenas en esta y otras materias en Valparaíso.

Los años dorados del Burger Inn

INSTAGRAM @MARIOCAVALLA POR MARIO CAVALLA LEPE, PERIODISTA Y SOCIO DE SANTIAGO A PATA INSTAGRAM @MARIOCAVALLA POR MARIO CAVALLA LEPE, PERIODISTA Y SOCIO DE SANTIAGO A PATA
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El año que McDonald's aterrizó en Chile, en 1990, provocó una verdadera revolución. El llamado para trabajar en su primer local de avenida Kennedy provocó una fila de varias cuadras, con cientos de jóvenes que, currículo en mano, buscaban una ondera oportunidad de trabajo en la cadena de comida rápida más grande del mundo. La llegada del gigante estadounidense hizo temblar a un actor local que desde 1976 había hecho su fama replicando el modelo de hamburguesas gringas y cuyo nombre se confundía con el de otra transnacional. Este protagonista era el Burger Inn. Con sus locales en calle Ahumada y Estado, fue por años un bastión del fast food en el centro, un atractivo panorama para quedar como rey al invitar a una chiquilla y frente a las opciones habituales, por ejemplo, de tomar once en el Café Paula o disfrutar una copa de helado en el Santos, después del cine. Comparada con la oferta de hoy, Burger Inn parecía más bien cara, pero había algo superior en el respeto por el producto. La estrella de la carta, el Big Mac chilensis, era el Rover, generosa hamburguesa con tomate, cebolla, lechuga y mayo que entregaban envuelta en un papel metálico muy fino para mantener la temperatura. Había también Cheeseburger, Milshake y Sundae dentro de su carta. Era todo muy taquilla, qué duda cabe. En el acotado vecindario hamburguesero también estaban Max Beef y Baff, pero con menos repercusión. Hacia fines de los 90, con toda la invasión extranjera de los Burger King, KFC, Pizza Hut, Taco Bell y demases, la presión fue demasiada y finalmente desaparecieron los Burger Inn del centro de Santiago, incluyendo el emblemático local de 11 de Septiembre con Los Leones. Luego, la empresa se reconvirtió en una cadena masiva de hamburguesas (y de pésima calidad) que ocupó malls y centros comerciales sin mayor éxito. Cruzaron el nuevo milenio sin pena ni gloria y terminaron por desaparecer, irremediablemente. Solo queda su recuerdo.


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