Cura de Achupallas y el caso de ollas comunes
El sacerdote Marcelo Catril recomienda dar una señal de apoyo al trabajo solidario y denunciar una eventual presencia narco. El sacerdote informa que su comunidad parroquial juntó $160 millones; mensualmente, durante dos años, se entregaron cajas de alimento a 240 familias y además se colaboró con quince ollas comunes.
El sacerdote Marcelo Catril, párroco de Achupallas, es muy preciso en definir el problema creado por la alcaldesa de Viña del Mar, Marcela Ripamonti, al vincular a las mafias de la droga con el financiamiento de las ollas comunes. Afirma que el problema de la jefa comunal fue "juntar dos realidades, dos cosas, juntó el mundo del narcotráfico con las ollas comunes, y esa unión crea una nueva realidad, crea que las ollas comunes fueron financiada por el narcotráfico, lo que verdaderamente no es así, las ollas son financiadas por muchas personas de todas partes".
La afirmación es la de un sacerdote que trabaja en terreno y que maneja las cifras y la realidad de miles de personas que se alimentan gracias a una suma de esfuerzos, de muchos sectores, que permiten la subsistencia de las ollas comunes.
Buscando aclarar la situación, facilitó el viernes pasado su parroquia para reunir a las dirigentes de las ollas comunes con la alcaldesa y sus asesores. Valoró las disculpas de la jefa comunal por sus dichos y el acuerdo de crear mesas de trabajo, pues, advierte el sacerdote, "está volviendo a llegar más gente a las ollas, dada la crisis económica que estamos viviendo".
Insiste Catril en que la ayuda proviene de particulares, del mundo empresarial, ONGs, muchos privados, mucha sociedad civil. Informa que su comunidad parroquial juntó $160 millones; mensualmente, durante dos años, se entregaron cajas de alimentos a 240 familias y además se colaboró con quince ollas comunes.
En cuanto al problema de la droga, afirma que "hay situaciones que tienen que tomar en cuenta ya las policías, seguridad del municipio, porque la realidad que se está viendo es el tráfico de drogas, de fuegos artificiales, lo que se traduce en un permanente toque de queda en los cerros a partir de las 10 de la noche, porque ya no hay buses y salen los fuegos artificiales de los narcos y es una realidad que no se puede negar y hay que actuar". Cree Catril que "el ánimo de la alcaldía es uno, pero en esa entrevista fue poco feliz, porque se creó una nueva realidad con el lenguaje".
Esa realidad, que resultó inquietante, era vincular las ollas comunes con el narcotráfico, lo cual podría llegar a frenar la red de ayuda que sostiene a ese sistema de alimentación popular. Ese temor lo expresa en una carta a El Mercurio de Santiago la agrupación Juntos Suma, que ha trabajado en Achupallas en 17 comedores solidarios entregando 35 mil raciones al mes. Expresa que "cuando una autoridad habla desde la frivolidad, en lugar de culpar a la prensa debiera hacerse cargo del daño que genera. Ahora, cuando salgamos a pedir ayuda, ¿quién nos va a cooperar?"
La duda instalada exige, sostiene Catril, una señal para quienes sostienen las ollas y, en la eventualidad de la presencia narco, una denuncia formal ante un delito flagrante o una investigación sumaria "para no generalizar".