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estamos aportando a la recuperación de su casco histórico, sino que también a despertar el interés de otras instituciones y actores por este emblemático sector".

"Esperamos que a través de nuestro quehacer y las diversas iniciativas y actividades que realizamos, se transforme en un nuevo escenario para impulsar la innovación, el emprendimiento y la actividad cultural en Valparaíso", resume el rector.

Antiguas estructuras, nuevos usos

Un recorrido junto al director de Infraestructura de la USM, ingeniero civil Juan Valenzuela, y al arquitecto asesor de esa unidad, Claudio Montenegro, permite asomarse al corazón de este inmueble que albergó por más de un siglo las actividades del mercado bursátil porteño, hasta que cerró sus puertas hace cuatro años, al no contar con el mínimo de diez corredoras para mantener sus operaciones.

Lo que fue el alma de la Bolsa, la rueda de transacciones, que ocupa el espacio principal del primer piso, permanecerá tal cual, destinada a exposiciones y/o eventos vinculados a las actividades de innovación, emprendimiento y vinculación con el medio. Una función complementaria podría tener el zócalo con su notable pasillo de 14 bóvedas blindadas para el resguardo de los valores generados por tantos negocios que se concretaron en este inmueble.

A diferencia de lo ocurrido con algunos salones de los pisos altos, las salas de socios y del directorio -también en la primera planta- se conservaron sin mácula, con sus maderas nobles en muebles, pisos y paredes, vidrios biselados y pesados cortinajes.

En los pisos superiores ya están operativas buena parte de las mencionadas direcciones universitarias y se estima que, cuando estén completamente instaladas, entre 100 y 120 personas circularán por este edificio dotado de tres ascensores y dos cajas de escalas de mármol, construido en una época en que la participación femenina en el mundo bursátil era una idea sin nombre en la nebulosa del futuro, por lo cual no había, por ejemplo, baños de mujeres.

Recuperar, ya que no renovar

Juan Valenzuela detalla que las principales dificultades que enfrentó la recuperación fue el mal estado en que se hallaba gran parte del edificio, "ya que estaba subdividido en muchas unidades diferentes, mal construidas y sin respetar las normas, donde cada uno hacía lo que quería. Tuvimos que limpiar, retirar todo eso y reconstruir".

Además coincidió con las crisis, lo que se tradujo en falta de trabajadores en las constructoras y particularmente en la demora en la disponibilidad de materiales. A veces, relata el jefe de la Dirección de Infraestructura, un pedido para un plazo de dos semanas llegó a atrasarse hasta cuatro meses.

Los problemas logísticos que aún acompañan a la pandemia a nivel global también derivaron en un alargue del cronograma del proyecto, cuya siguiente fase es la recuperación de la fachada. Una estructura intocable sin la aprobación del respectivo proyecto por parte del Consejo de Monumentos Nacionales.

Para Claudio Montenegro la puesta en valor de esta construcción patrimonial significó un enorme desafío, desde la indagación de antecedentes históricos para la adecuada intervención en el interior del edificio hasta el cuidado con que se abordó cada tarea, en que "no hubo en ningún momento un espíritu de renovar ni hacer modificaciones, ya que este es un inmueble de conservación histórica que había que tratar con la delicadeza que corresponde". 2