LA TRIBUNA DEL LECTOR Bienestar animal vs. animalismo radical en la nueva Constitución
POR MARCOS TRICALLOTIS, PHD, CONSEJERO REGIONAL Y VICEPRESIDENTE DE LA COMISIÓN DE MEDIO AMBIENTE, PATRIMONIO NATURAL Y CAMBIO CLIMÁTICO. DE MEDIO AMBIENTE, PATRIMONIO NATURAL Y CAMBIO CLIMÁTICO.
En estos días, la propuesta de borrador constitucional reconoce que "los animales son sujetos de especial protección" y que "el Estado los protegerá, reconociendo su sintiencia y el derecho a vivir una vida libre de maltrato". Teniendo en cuenta esto, ¿qué es lo que está detrás de estos principios en el borrador constitucional? ¿Corresponden a evolucionados principios que buscan el bienestar animal o más bien a ideologías de corte "animalista"?
En primer lugar, hay que hacer una distinción entre el concepto de bienestar animal y las ideologías que sustentan ciertos movimientos animalistas. Segundo, ver cómo aplicarían estos principios del borrador constitucional llevados a la práctica con ejemplos concretos aplicados en nuestra vida diaria.
Por una parte, el bienestar animal es una disciplina que se enfoca en proporcionar las mejores condiciones posibles a los animales con los cuales interactuamos, sean estos domésticos o silvestres. Es así como en cualquier condición que signifique mantener animales domésticos o silvestres en cautiverio (por ejemplo, en zoológicos) los protocolos de bienestar animal deben garantizar que: (a) se asegure para cada especie un normal funcionamiento biológico (animales bien alimentados y saludables), (b) un estado emocional libre de estrés, miedo o emociones negativas, y (c) la habilidad para expresar conductas normales, al contar con espacio suficiente e instalaciones adecuadas. Suena bastante razonable y practicable, ¿no es así?
Por otra parte, el animalismo radical está más bien asociado a un conjunto de ideologías, particularmente la ecología profunda y movimientos neomarxistas que critican el antropocentrismo (es decir, colocar al ser humano en el centro) y una supuesta dominación opresiva del hombre sobre las otras especies. Este animalismo no es algo nuevo y, al menos en parte, está vinculado a la obra cumbre de Peter Singer Liberación Animal, de 1975. En su obra, Singer plantea extender nuestra esfera moral a todos los seres "sintientes" de manera de maximizar el "bien" que la sociedad puede producir y minimizar el sufrimiento. Por supuesto, esto implicaría el prohibir la utilización de los animales para cualquier fin, incluyendo aquellos de compañía y trabajo, como los perros lazarillos.
Versiones todavía más radicales de estos animalismos abogan directamente por la no utilización de animales en ninguna circunstancia, aludiendo razones de corte neomarxista. Es decir, volvemos a la lógica de permanente conflicto entre opresores (los animales humanos) y oprimidos (los animales no humanos). De hecho, en el movimiento animalista radical son usuales los conceptos de lucha de clases tales como el especismo (discriminación negativa por el hecho de ser animal no humano), colonialismo (solamente los europeos extinguirían especies, olvidando la implicancia de culturas aborígenes en otras extinciones), capitalismo (sistema económico causante de todos los males, olvidando los desastres ambientales del socialismo) y patriarcado (el hombre como eterno abusador de animales, mujeres y la naturaleza). Una locura sin sustento científico por donde se la mire.
En resumen, el animalismo radical, que es una de las ideologías que está detrás del borrador de la nueva Constitución, es delirante por varias razones. Primero, cualquier activista podría detener judicialmente cualquier acción para controlar plagas al calificarla como "ecocidio". A olvidarse de acabar con ratas, ratones y otras alimañas transmisoras de enfermedades. Segundo, al evitar utilizar animales como fuentes de alimento nos podríamos quedar sin fuentes de proteína para la población. A olvidarse de asados, cazuelas y, claro está, de una adecuada nutrición para su familia. Tercero, el animalismo desprecia cualquier forma de propiedad del ser humano sobre los animales, sea para compañía o fines deportivos. A olvidarse de deportes tradicionales como el rodeo, carreras de caballos y, en un futuro tal vez no muy lejano, de prácticas para controlar la población de nuestras mascotas, como lo es la esterilización. Por último y en un tinte transhumanista, al plantear relaciones de tipo "horizontal" y "difuso" entre humanos y otras especies se podría incluso abrir la puerta a uniones sexuales. Absurdo y macabro a la vez.
En general, el borrador de propuesta constitucional más bien parece introducir ideologías dañinas para la sociedad referente a nuestra relación con los animales. Al establecer que son seres "sintientes" se los iguala con el ser humano, y al señalar que estarán libres de una "vida de maltrato" se abre una interrogante para definir qué actividades calificarán como maltrato. El maltrato debiera ser más bien materia de una legislación específica, no de una Constitución que debería regular la relación entre los individuos -seres humanos- y el Estado.
Finalmente, es importante señalar que a veces se nos olvidan ciertos hechos fundamentales relativos al lugar que ocupamos los humanos y el resto de los animales tanto en la sociedad como en la naturaleza. En primer lugar, como especie humana somos los únicos conscientes de nuestra propia existencia, algo aún imposible para cualquiera otra especie. Segundo, los animales no racionales no pueden ser sujetos de derechos, pues para ello deberían ser sujetos de deberes, cuestión dificilísima. No menos importante es que al estar en la cúspide de la pirámide alimenticia como superpredadores, ostentamos una posición de liderazgo frente a las otras especies animales. Liderazgo que, claro está, nos otorga una mayor jerarquía, pero que a la vez debe ser ejercido con responsabilidad hacia las otras especies, algo que cumple sobradamente la aplicación de prácticas de bienestar animal.