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Crónica roja en el Pancho gancho

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Si retrocedemos en el tiempo y revisamos la prensa porteña, hay hechos de violencia que hasta en este turbulento 2022 nos seguirían escandalizando, como el homicidio del próspero comerciante Guillermo Pabst".

Ver las noticias en televisión, leer los diarios o revisar las redes sociales termina siendo un proceso tortuoso que suele deprimirnos, escandalizarnos y aterrarnos. La violencia pareciera estar desatada y nos damos cuenta de que aquí está ocurriendo lo que antes veíamos por las noticias en México o Colombia.

Esto nos puede llevar a cometer el error de creer que es un fenómeno inédito y que el país era, como dice el himno de nuestra nación, la copia Feliz del Edén. No obstante, si retrocedemos en el tiempo y revisamos la prensa porteña, hay hechos de violencia que hasta en este turbulento 2022 nos seguirían escandalizando.

Retrocedamos en el tiempo un siglo, específicamente, a junio de 1922. Durante las primeras semanas de ese mes, la noticia que acaparó las principales páginas de los diarios fue la muerte del señor Pabts.

¿Quién era y qué hacía? Guillermo Pabst era un próspero comerciante porteño que tenía una joyería llamada Universo en avenida Pedro Montt, al lado de la plaza Victoria. A media cuadra se encontraba una sección de seguridad, un poco más allá, uno de los juzgados del crimen y la segunda comisaría.

En ese céntrico lugar, donde todos suponían que estaba bien resguardado, un grupo de delincuentes, nada menos que al mediodía de un jueves, aprovechando que el resto del personal se retiraba a almorzar, entró violentamente a la joyería para asaltarlo.

Según la prensa: "El comerciante, hombre robusto y joven aún, de 43 años de edad, pudo soportar los primeros golpes en la cabeza y presentar batalla a sus adversarios". A continuación, agregaba: "Vencido por fin el señor Pabst, tras una lucha desesperada de quizás no menos de cinco minutos, los malhechores procedieron a atarlo de los pies y brazos, y a amordazarlo". Después, vinieron sucesivos golpes en la cabeza que acabaron con su vida.

Posteriormente, los criminales procedieron a vaciar la caja fuerte y las vitrinas del local de donde sacaron pulseras, cronómetros y todos los artículos de valor que fuese fácil portar, dejando de lado los más grandes. Según cálculos de la época, el robo ascendía a los cien mil pesos, que era igual al premio que en ese momento repartía la Lotería. Más referencias: una cajetilla de cigarros Westminster costaba $2,80; la Casa Francesa vendía blusas de franela a $6 pesos y el Banco de Copenhague, en tanto, ofrecía como gran recompensa $25.000 a quien entregara al estafador Peter Voss, acusado de robar dos millones y medio de francos.

En los días siguientes, comenzó la búsqueda frenética de los autores de este horrendo crimen, tratando de unir algunas piezas que habían quedado sueltas. Junto con esto, comenzaron las primeras detenciones. Francisco Fuentes, apodado "El Sarco", fue el primero en caer, para luego de comprobarse su inocencia. Después cayó "El Viejo Williams" a quien habían visto merodear por el local días antes. Al día siguiente, se capturó a "El Pitocho Grande", compañero de "El Sarco" y también socio de "El Segua". Sin embargo, ninguno de ellos estaba implicado.

Detrás de estas pesquisas, estaba el comisario Manuel Chacón que, como Cayetano Brulé, a los pocos días y luego de unos pasos en falso, parecía tener resuelto el crimen. Fueron claves las declaraciones de los choferes de la calle Carreras que trasladaron a los sospechosos a la misma hora del atraco. Gracias a sus datos y descripciones, la policía capturó a Miguel Iladich, alias "El Austriaco". Después, atraparon a Francisco Ortega, con antecedentes criminales. Ortega no demoró en delatar a los otros cómplices: Agustín Castillo y a Antonio Collao, alias "El Americano", autor intelectual del atraco.

La clave, según el comisario, fue el modus operandi de los ladrones, que ya habían observado en otros dos asaltos. Además de la descripción de los choferes, fue fundamental el testimonio de un niño que vio cómo, en su conventillo, cuatro hombres se repartieron un botín. También colaboraron "los bomberos", como se les llamaba a los soplones del mundo del hampa.

El crimen siguió siendo la principal noticia del puerto durante días, hasta que el vecindario del barrio El Almendral fue conmovido por otro impactante asesinato: un operario de la curtidura de los señores Vivent, "cegado por la ira", atacó y mató a un técnico e hirió al mayordomo. La razón: pese a estar enfermo, le habían negado el permiso para retirarse.

Así transcurrían los días en el puerto hace un siglo. Días de furia y violencia, no muy lejanos a las desgracias del presente. No es un consuelo, pero sí un recordatorio que, contrario a lo que creemos, no todo tiempo pasado fue mejor. 2

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Un magma incierto

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En el fondo, más que esperar que la gente reaccione 'por la razón o la fuerza', en esta ocasión -quizás mucho más que en las anteriores- es extremadamente importante que la campaña se haga desde la educación cívica, con un proceso más informativo

que propagandístico".

Hace ya varios años, para la elección parlamentaria de 2017, la entonces candidata Carolina Marzán (PPD) advertía en una entrevista la preocupación que le generaba la poca educación cívica que veía en Chile, lo que se manifestaba, por ejemplo, en que, a solo unos días de la jornada electoral, muchos de los ciudadanos ni siquiera sabían que tenían que ir a votar.

Ese año, la participación llegó a 46% en primera vuelta. Es decir, menos de la mitad del padrón habilitado concurrió a las urnas, en una tendencia que se ha mantenido desde que se instauró el voto voluntario en 2012 y que solo se ha visto alterada sustantivamente para el plebiscito de 2020, en el que se alcanzó poco más del 50% de votantes.

Cuando faltan poco menos de tres meses para la consulta en la que se definirá si se aprueba o no la nueva Constitución, el escenario es algo más complejo, por cuanto el voto será obligatorio y ya esta semana el Servicio Electoral dio a conocer que las personas que deberán acudir a las urnas serán poco más de 15 millones.

Aquello genera una importante complejidad, precisamente respecto de cómo se informará a esa gran cantidad de personas sobre la importancia de la jornada, la obligatoriedad del voto y el contenido de la propuesta constitucional, de manera de lograr una votación realmente a conciencia.

Por lo pronto, los pronósticos son bastante poco acuciosos y en realidad se parecen más a una predicción de Yolanda Sultana que a un estudio acabado, pues no permiten siquiera imaginar cómo se va a comportar un grupo que dobla al que habitualmente ha participado de la vida política del país y que, por lo mismo, nadie sabe qué piensa. Los análisis que se hacen son poco certeros y no dan cuenta de ese tremendo universo que compone la mitad del padrón y que va a votar en esta ocasión, muchos incluso por primera vez en su vida.

La última encuesta CEP, publicada esta semana mostró que apenas un 25% de los consultados está por aprobar el nuevo texto y una cifra similar (27%) lo rechaza. Pero un 37% asegura que aún no ha decidido qué hará. El problema es que estos números -más allá de visibilizar que efectivamente el escenario es incierto- tampoco dan cuenta de este nuevo y numeroso grupo, que no ha participado en los últimos diez años o, derechamente, nunca.

Algunos analistas han planteado que para el plebiscito podría repetirse un resultado similar al de la segunda vuelta de 2021, cuando se enfrentaron Gabriel Boric (55%) con José Antonio Kast (44%). Sin embargo, una apuesta así desconoce que un número importante apoyó al actual presidente para evitar que el líder republicano liderara el país y considera, además, que la mitad del padrón que no votó en esa elección se comportará de la misma manera que quienes sí lo hicieron.

Tampoco está claro qué harán los sectores políticos sobre los que habitualmente había algo de certeza. ¿Cómo se comportará la ex Concertación más moderada, que no está a favor completamente del texto resultante, pero tampoco -por tradición, historia e ideología- está por el rechazo?

Otra incógnita es cuánto influirá el tipo de campaña que se realice y el interés de los votantes por informarse en profundidad y no solamente a partir de los eslóganes y jingles que comiencen a sonar. ¿La derecha reincidirá con la campaña del terror que no le ha funcionado durante los últimos 30 años o intentará una apuesta más convocante e incluyente? Al menos hasta ahora ha habido algunos acercamientos interesantes, como no hablar de "Rechazo" (que en sí es un concepto negativo) y cambiar a "No apruebo", o plantear una puerta de salida intermedia, abriéndose por primera vez a una reforma importante del texto actual desde el Congreso.

Esta necesidad de convocar más que asustar también vale para el Frente Amplio y el PC. Cuando los ministros Camila Vallejo y Giorgio Jackson plantean que, si no se aprueba la nueva Carta Fundamental, las reformas del gobierno no se podrán realizar, esbozan también una especie de chantaje emocional sobre la ciudadanía.

En el fondo, más que esperar que la gente reaccione "por la razón o la fuerza", en esta ocasión -quizás mucho más que en las anteriores- es extremadamente importante que la campaña se haga desde la educación cívica, como planteaba Marzán, con un proceso más informativo que propagandístico, para que ese inmenso magma de ciudadanos a los que no les interesa sufragar, al menos sepan que deben hacerlo y puedan tomar la mejor decisión de acuerdo a lo que esperan para el país y para sí mismos. Lo que, por cierto, nadie puede adivinar. 2

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