Siendo las 12.30 horas del día sábado 2 de julio, en el número 126 de calle Almirante Simpson, comuna de Valparaíso, donde está ubicado el Liceo La Igualdad, se desarrollan las elecciones del Partido Radical. Llegan muchas personas mayores, algunas trasladadas y otras acarreadas, pero todas llegan a votar al fin y al cabo.

Se ve llegar al actual director regional del Registro Civil, nuestro querido "don Omar". Me refiero al sempiterno Omar Morales Márquez, un gran sobreviviente de la política regional, que ha podido desenvolverse en todos los gobiernos, sin importar qué tendencia tengan; "don Omar" es un funcionario de carrera. Pues bien, llega vestido elegante -lo más probable es que venga de una actividad oficial del servicio que lidera-, pero reconozco que me llama la atención, pues recibe mucho cariño de numerosos correligionarios que se acercan a saludarlo y a felicitarlo por su desempeño.

Lo recibe el candidato a presidente regional del PR, Christian Román Tombolini, sobrino del mítico exsubsecretario de Transportes, Patricio Tombolini, quien se hiciera famoso no solo por su eterno bigote, sino también por estar involucrado en el famoso "caso coimas", por el cual recibió un par de "cartelazos" de parte de otro recordado personaje, don Bernardo Córdova, conocido popularmente como el "señor de cartel", quien no solo esperaba a los involucrados en casos de corrupción fuera de los tribunales para gritarles unas cuantas "verdades", sino también para dejar caer con violencia su cartel sobre sus víctimas.

Christian Román se hizo conocido en la región por haberse desempeñado como director regional del Injuv bajo el segundo gobierno de Michelle Bachelet y más aún por la tormentosa renuncia que presentó en septiembre de 2017, luego que el entonces diputado UDI Osvaldo Urrutia denunciara a Román por presuntamente estar involucrado en mal uso de recursos públicos y la entrega de bienes inmuebles a una organización en la que participaba. Con antecedentes en mano, Urrutia concurrió a la Contraloría Regional. Una vez conocida la denuncia, Román Tombolini comenzó una licencia médica, pero esta duró solo hasta que luego de un día caótico e intenso, lleno de presiones y cuestionamientos, no solo de la región, sino también a nivel nacional, se le terminó pidiendo la renuncia al entonces joven radical.

Román Tombolini competía contra Marcelo Merino, quien venía de dos malogradas campañas, una a alcalde y otra a diputado por Los Andes. Merino se desempeñó por mucho tiempo en Sernageomin y era acompañado por Luis Cisternas, funcionario del Serviu de Valparaíso, quien comparte funciones con Rossana Ducaseau en la repartición porteña.

Al término de la jornada electoral se pudo proclamar rápidamente como ganador a Christian Román Tombolini, quien se impuso por un amplio margen contra Marcelo Merino, convirtiéndose así en el nuevo presidente regional de los radicales. Cabe destacar que en las elecciones del sábado recién pasado, a nivel regional, votaron más personas en el Partido Radical que en las elecciones del Partido Socialista.

A propósito del PS y a modo de bonus track, una fuerte polémica se ha conocido al interior de ese partido, ya que varios miembros del Comité Central, entre ellos algunos parlamentarios, han criticado pública y privadamente, que varios personajes que hasta hace poco figuraban como asesores y funcionarios del exalcalde de San Ramón, Miguel Ángel Aguilera, actualmente procesado por enriquecimiento ilícito y vinculaciones con narcotraficantes, se incorporaron a la directiva recién electa.

Uno de los nombres que más ronchas ha sacado es de la porteña Marcela Espinoza, quien fue contratada en San Ramón en 2018 y trabajó con Aguilera hasta el último día de su mandato. Hoy ejerce como jefa de gabinete de la presidenta del PS, Paulina Vodanovic.

Podemos recordar que hace un tiempo Espinoza se enfrentó fuertemente con el alcalde Jorge Sharp, este último le sacó a colación de manera sarcástica su pasado y vinculación con la Municipalidad de San Ramón cuando Aguilera era jefe comunal.

Sangre fresca en el PR

La teoría de las ventanas rotas ha sido planteada tanto en psicología social como en criminología. Su primera formulación fue realizada en 1969 por el psicólogo estadounidense Philip Zimbardo (conocido también por el experimento de la cárcel de Stanford de 1971).

Como parte de su experimento, Zimbardo dejó abandonados en la calle dos automóviles idénticos en cuanto a su marca, modelo y color. Uno lo dejó en el Bronx, entonces de los barrios más pobres y conflictivos de Nueva York, mientras que el otro lo abandonó en Palo Alto, una zona rica y pacífica de California.

Los resultados fueron sorprendentes: en el Bronx el automóvil resultó vandalizado a las pocas horas, no quedando nada de valor, mientras que en Palo Alto permaneció una semana sin despertar mayor interés. Pero fue suficiente con que Zimbardo rompiera uno de sus vidrios e hiciera algunas abolladuras con un martillo, para que al poco rato se presentara el mismo vandalismo observado en el Bronx. La conclusión es que la pobreza no es el detonante de un delito (de hecho, la mayoría de las personas pobres no delinquen), sino que existiría un componente inconsciente en la psique humana capaz de desencadenar comportamientos antisociales cuando se transmite el mensaje de que algo no le importa a nadie.

En el caso de la criminología, la teoría planteada en 1982 por James Q. Wilson y George Kelling postula que el delito es mayor en aquellas zonas de la ciudad que denotan descuido, suciedad, maltrato y desinterés. Si en un edificio se rompe una de sus ventanas es solo cuestión de tiempo para que se vandalice el resto. La no reparación inmediata transmite un mensaje de abandono y una señal de impunidad.

En consecuencia, es indispensable que la ventana sea reparada lo antes posible.

Aplicada a las políticas públicas, la idea reside en enfocarse tanto en la recuperación de los espacios públicos deteriorados y abandonados, como en la criminalización de conductas que, a primera vista no generan un daño social relevante (como la vagancia, la mendicidad y el comercio ambulante), pero que si no son reprimidas transmiten un mensaje de impunidad por parte del Estado.

Sin embargo, la teoría presenta al menos dos objeciones. La primera es que no ha sido demostrada empíricamente. A vía ejemplar, no es claro en lo absoluto que la política de "tolerancia cero" del alcalde de Nueva York Rudolf Giuliani en Nueva York, haya sido la causa eficiente de la reducción en la tasa de criminalidad en esa ciudad (Cfr. Hartcourt, 2011). La segunda, y quizá más importante, es que el foco no puede estar solo en la represión o castigo, sino que el énfasis debe ponerse en la prevención del delito: más parques, plazas y jardines; mejor iluminación de los espacios públicos; apoyo efectivo a clubes sociales y deportivos; planes eficaces para prevenir y erradicar el consumo de alcohol, drogas y el embarazo adolescente, etc.