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LA TRIBUNA DEL LECTOR

POR RAFAEL TORRES ARREDONDO, GESTOR CULTURAL GESTOR CULTURAL
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La Vecina Inglesa

Al mismo tiempo que en el Salón de Honor de la sede del Congreso, en Santiago (no entiendo por qué le dicen ex si aún existe la institución y lo que tiene es una sede principal acá en Valparaíso), se presentaba el borrador de la nueva Constitución en la Biblioteca del Congreso, en nuestra ciudad patrimonial se lanzaba la exposición en homenaje a la estadía de María Graham en nuestro puerto, hace exactamente 200 años, actividad impulsada por el senador Kenneth Pugh.

A bordo del barco que comandó su marido, fallecido durante el cruce del Cabo de Hornos, llegó hasta nuestras tierras una joven viuda inglesa que, pese a tener inmediatamente la invitación a embarcarse de regreso a su país, quiso quedarse en Valparaíso, darle sepultura a su esposo y ser casi por un año una vecina de la ciudad.

Eran los tiempos en que la ciudad salía de la denominada "siesta colonial". Su trazado había cambiado, llegaba hasta el barrio del Almendral, donde cerca del terreno de los curas salesianos Graham arrendó una modesta vivienda para hacer su vida porteña.

La presencia de María Graham (1785-1842) en nuestra ciudad abarcó desde abril de 1822 a febrero de 1823, tiempo en el cual la viajera se dedicó a interiorizarse de la vida local; de la flora, era una botánica empedernida; a conocer la naciente república y a sus autoridades; todo lo cual llevó ordenada y regularmente en un diario, que tiempo más tarde sería un libro, el ya mítico "Diario de mi Residencia en Chile", cuyo título original fue Journal of a Residence in Chile during the year 1822, editado en Londres en 1824, enriquecido relato de época con dibujos hechos por la propia autora, que hoy tiene una estupenda reedición, con prólogo de Diamela Eltit. Sin duda, una noble dupla de féminas.

Pero vayamos al relato descriptivo que María Graham hace del joven Chile y del recién bullente Valparaíso. Encuentra un país que, como ahora, lucha por afiatar la democracia, que, al decir de un coterráneo de ella, Sir Winston Churchill: "Hasta la peor de ellas es mejor que una dictadura". Es testigo de la promulgación de la Constitución de 1822, realizada por el Padre de la Patria, don Bernardo O'Higgins, en ese entonces Director Supremo. Poco duraría el texto en funcionamiento, por cuanto un año más tarde el capitán general habría de abdicar y comenzar su exilio en Perú, pero esa ya es otra historia.

La viajera trabó amistad con O'Higgins, lo visitó varias veces en el Palacio de Gobierno y lo describió con claridad en el libro. Quizás los vincularía sus orígenes sajones, vaya uno a saber. Del que también fue amiga es del marino inglés Lord Thomas Cochrane, en ese entonces afincado en Valle Alegre, Quintero, lugar hasta el cual la extranjera fue muchas veces a caballo y al menos una vez en embarcación. Fascinante resulta su relato de la costa de la hoy Provincia de Valparaíso, con una naturaleza desbordante y una mínima intervención del hombre, no más para vivir y circular.

Muy interesante resulta la descripción de la ciudad y sus habitantes que la autora hace en este diario. Le sorprende el modo de vida, de seguro le parecerá modesto, pero destaca la amabilidad de los lugareños y su disposición a las celebraciones. Creo que a pesar que el relato ya es bicentenario, esas características de los porteños no han cambiado. Nos habla de la Quebrada de Jaime, hoy avenida Francia; del Estero de las Delicias, hoy avenida Argentina; de iglesias y conventos que ya no existen y de muchos extranjeros de paso por la Ciudad Puerto.

Nos acerca a ese relato en el que algunos cronistas sostien que el inglés era la segunda lengua en Valparaíso durante los dos siglos previos al que vivimos hoy en día.

Es Valparaíso en 1822 una ciudad linda, pero sencilla, una ciudad con proyección, una ciudad que ya había encontrado en su condición marítima y portuaria una forma de desarrollo y de progreso. Era una ciudad que, como hoy, acogía migrantes, daba una oportunidad y un espacio al extranjero que la prefería para vivir y hacer familia. Era como hoy una ciudad librepensadora, con espacio para quienes disentían de lo establecido, una ciudad que respetaba al otro. Quizás en ello hemos cambiado y no para bien.

María Graham se fue en febrero del año siguiente, con un primer destino en Brasil. De ahí tomaría rumbo a Inglaterra. No alcanzó a ver la instalación del consulado americano y luego el británico, ambos en 1823, que darían origen al Cuerpo Consular porteño, el más antiguo de Sudamérica.

No vería a su amigo O'Higgins salir al exilio; no vería construido el Cementerio para Disidentes, antes llamado de los Ingleses; no vería muchas cosas, pero seguro que vio el potencial de la ciudad, que hoy es un baluarte nacional y que la recuerda como una buena vecina inglesa.

lady callcott, por sir thomas lawrence