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Manuela Martelli estrena "1976", su primer largometraje como directora

CINE. La actriz, conocida por "Machuca", explora lo que fue ser mujer en aquella época, a partir de la vida de su abuela.
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Amelia Carvallo

Este 20 de octubre se estrena en la cartelera nacional "1976", ópera prima como directora de la actriz Manuela Martelli ("Machuca", "El futuro") que ganó el premio como Mejor primera película en el Festival de Cine de Jerusalén. El recorrido internacional ha sido copioso y suma festivales como Cannes y San Sebastián, además de ser la obra que representará a Chile en los premios Goya 2023.

"1976" es protagonizada por Aline Kuppenheim, quien interpreta a Carmen, una mujer que va en invierno a remodelar su casa de playa. Allí, y por petición del sacerdote de la parroquia, ayuda a curar a un joven herido en los días del régimen militar.

Inmersos en sus autos Peugeot y cabinas telefónicas, el paisaje evocador y reconocible del litoral central reposa sobre una casa veraniega frente al Océano Pacífico donde el esposo, los hijos y los nietos van y vienen en sus vacaciones de invierno, sin enterarse del peligro que Carmen corre lejos de su entorno privilegiado.

"Es muy gratificante después de tantos años de trabajo y de batalla poner en pie esta película. Estoy agradecida de haber podido tener este recorrido y que haya sido tan bien recibida, por supuesto que el estreno en Chile me hace mucho sentido", dijo Martelli desde Berlín, donde vive.

-¿Desde cuándo te ronda esta historia?

-Hace como ocho años empecé a investigar sobre mi abuela materna, hablé con mi familia y con distintas personas que la habían conocido. Yo no la conocí, pero en el living de mi casa siempre hubo una escultura que ella hizo y que me atraía mucho, junto a objetos suyos que me gustaban, porque ella después de ser madre y, pasados los 40 años, estudió arte. Era hija de españoles bastante conservadores, pero ella era adelantada a su época, tenía muchos intereses y ganas de abrirse al mundo, salir de esta esfera tan encerrada a la que pertenecía.

-¿Por qué "1976"?

-Escribir una historia con ese año como nombre era una forma de hacer renacer una figura relacionada con ella, que además murió ese año muy deprimida, parte de ella sintió que, a pesar de estudiar arte, la vida ya estaba hecha y no tenía la oportunidad de ser otra cosa. Ese es el origen, de ahí la película despega a una historia totalmente de ficción.

-1976 fue un año bien feroz.

-Claro, y de eso me di cuenta investigando, era una de las preguntas que tenía. A veces los fenómenos hay que verlos no solamente como acontecimientos individuales, que son solo responsabilidad personal, sino como situaciones colectivas. Esa observación me pareció necesaria cuando se habla de la depresión que alguien tuvo. Quería entender lo que pasó ese año, y fue uno de los años más brutales.

-El personaje de Carmen, una señora burguesa, católica y con conciencia social, ¿siempre fue para Kuppenheim?

-Cuando la película empezó a tomar forma y entendí para donde iba, siempre pensé en ella. Conversamos harto sobre la historia y fue un trabajo en conjunto, paulatinamente se hizo parte, me contó sobre su abuela, que también resultó ser una mujer que rompió muchos esquemas, y tomamos cosas de ella para armar a Carmen.

-Se conocieron en "Machuca" donde tenían roles antagónicos y luego en "La buena vida" fueron madre e hija. ¿Cómo ha sido tu relación con ella como actriz?

-Ha sido un lindo recorrido, donde hemos podido pasar por hartas historias y ahora protagoniza una película mía, creo que tiene una cualidad muy especial que es mucha sensibilidad para entrar a los proyectos, ella también dirige, hace sus obras, así que había algo de eso que me pareció bonito para el personaje.

-El diseño sonoro de la película tiene momentos intensos, ¿cómo exploraste eso?

-Siempre pensé la película con música porque me parecía que era una época donde el silencio y los sonidos era muy protagónicos. Jugué harto con el fuera de cámara, contrastes entre silencio y música, también era importante que a través de lo invisible se percibiera ese espacio amenazante, peligroso.

-¿Cómo fue grabar el litoral central, una zona tan entrañable para muchos?

-Sí, es toda la costa la que tomamos, desde Algarrobo a San Antonio (ambas comunas en la Región de Valparaíso). Cuando investigaba me encontré, en un clóset de la casa de mi mamá, unas películas en Súper 8. Justo en ese tiempo viajé a Estados Unidos y las revelé en un laboratorio que las restauró. Me llegó de vuelta un disco duro con imágenes increíbles, era como haber encontrado un tesoro. Eran imágenes filmadas en los años 60, 50, a color, una película súper saturada, llena de vida, y tenía muchas escenas en la playa, eso me sirvió de inspiración para esa cosa nostálgica que nos tira el litoral.

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Cecilia Vicuña expone en el Tate Modern de Londres

ARTE. Se trata de dos piezas de 27 metros de altura que evocan el nacimiento, así como la crisis medioambiental.
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La artista visual y poeta chilena Cecilia Vicuña fue la primera latinoamericana en exponer en el Museo Guggenheim en Nueva York, además de ganar el León de Oro a la Trayectoria en la Bienal de Venecia. Por estos días, la artista instaló dos obras monumentales en el Museo Nacional Británico de Arte Moderno, más conocido como Tate Modern, en Londres.

En vez de escribir, los pueblos andinos tejían y hacían nudos para registrar datos y recordar historias, un sistema de comunicación precolombino llamado "quipu" -"nudo" en quechua-, que inspiró a Vicuña para sus dos nuevas obras monumentales instaladas en el Tate Modern, donde permanecerán hasta abril de 2023.

De 27 metros de altura cada una, las dos instalaciones de "Brain Forest Quipu" presiden la descomunal Sala de Turbinas con un ensamblado de diferentes materiales orgánicos de lana, cáñamo, algodón y yute que cuelgan del techo, entremezclados con otros elementos recogidos por mujeres latinoamericanas en las orillas del río Támesis.

Amor maternal

Vicuña (Santiago, 1948) trabajó durante cinco semanas en este espacio "frío e industrial", para transformarlo en un lugar "cálido", dijo la artista, poniendo en el centro el vínculo maternal y "el amor de los mayores a los recién nacidos".

Así, los dos quipus son la representación poética de una madre y un hijo que, según la comisaria Catherine Wood, se traduce en un contraste entre la composición de la madre, con los materiales más deshilachados y devastados, y la del recién nacido, vigoroso y completo.

Wood también recordó que el título, "Brain Forest Quipu", es un juego de palabras en inglés (entre "cerebro" y "selva"), que se tiene que entender en clave medioambiental: "Es una llamada a la acción para que todos los humanos del planeta piensen e imaginen juntos cómo ahorramos agua, cómo salvamos los bosques, cómo nos unimos y nos replanteamos cómo vivir y preservar nuestro ecosistema".

Cada instalación material va acompañada de su propio sonido, el "Sound Quipu", dos composiciones del colombiano Ricardo Gallo que suenan simultáneamente y se complementan, durante ocho horas, con una mezcla de música tradicional indígena, sonidos de la naturaleza y momentos de silencio.

Vicuña también incluyó videos protagonizados por activistas indígenas y su lucha por la tierra, así como una vertiente social, con un evento el 14 de octubre que reunirá en la galería a artistas, científicos y activistas medioambientales para detener la "catástrofe climática".