En tres años nadie ha aprendido nada
En un nuevo aniversario del 18 de octubre, Valparaíso sigue en el mismo o en un peor pie que en 2019. Qué manera de retroceder. Vender humo ofreciendo comprar edificios para los cuales no hay recurso alguno para su adquisición -y filtrarlo antes de que te respondan- es de una ignorancia y una irresponsabilidad supinas.
Atres años del desastroso estallido social que asoló buena parte del país, evento en el cual por supuesto la Región de Valparaíso no fue la excepción, se echa de menos una reflexión local sobre los sucesos que derivaron en la ciudad abandonada que es hoy Valparaíso, no así Viña del Mar, que astutamente supo reconstruirse pese los insistentes desmanes ocurridos todas las semanas en la Plaza Sucre y la Avenida Valparaíso, sin dejar de lado las automotoras quemadas en la Avenida Libertad o de ese ataque sin igual que sentenció la existencia del Hotel O'Higgins. Otras ciudades como Quilpué, con el incendio intencional de su Casa Consistorial, también consiguieron dejar atrás los episodios de violencia.
Con todo, Viña pudo renacer. Tiene, claro está, sus bemoles, el desatado comercio callejero, la inseguridad y varios otros factores. Pero el desastre terminó con el famoso acuerdo por la paz del 15 de noviembre de 2019, ese que el entonces diputado Gabriel Boric firmó contra viento y marea, bajo el desprecio y desdén del Partido Comunista y el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp.
Por lo mismo pareciera ser que Valparaíso tiene una deuda subordinada particularmente grande, por cuanto no consiguió ponerse de pie y muchos servicios y empresas privadas optaron por largarse de su geografía.
Poco ayudó, claro está, el dubitativo discurso municipal, que nunca supo encauzar el atisbo de paz y la suma de voluntades que pretendió sacar a la ciudad del marasmo.
Por lo mismo, y aun cuando se aplaude y se agradece el postrero intento del alcalde por pintar los muros de la Zona Cero e intentar crear una narrativa en torno a la limpieza de los espacios comunes, lamentablemente parece ser demasiado tarde. Insistir en sumarse a una buena onda que no existe -y que jamás existió- es lo mismo que creer que este 18 de octubre la Plaza Aníbal Pinto y la Avenida Pedro Montt serán pacíficos remansos. Los proyectos, en cuanto ideas comunes, deben contar con el beneficio de la constancia. No dedicarnos a pintar la ciudad porque ya nos aburrimos de la Corporación Patrimonial (¿qué será de ella?) y del famoso Valpox100 que, al final del día, sumaba más iniciativas privadas que propias. Vender humo ofreciendo comprar edificios para los cuales no hay recurso alguno para su adquisición ni para mantenerlos (filtrándolo a la prensa antes de que te respondan) o pretender que el traslado de un par de oficinas municipales al edificio La Nave en la Plaza Sotomayor es revitalizar la comuna es de una ignorancia y una irresponsabilidad supinas. Si de verdad se quisiese avanzar, debiera ser el minuto de reconocer los errores cometidos y no de pasearse por los canales de televisión acusando al Gobierno del Presidente Boric de no sintonizar con la ciudadanía. Para eso, mejor anunciar planes de copamiento que no se cumplen e irse a Corea del Sur, como hizo la alcaldesa Ripamonti.