Nueva normativa ante flexibilidad de ilegales
La ordenanza municipal sobre ambulantes no debe contener discrecionalidades que terminen haciéndola inoperante. Como ocurrió en el fin de semana largo, los vendedores ilegales se establecieron en el borde costero ante la esperada llegada de visitantes, provocando problemas con los espacios y riñas.
El comercio ilegal que castiga nuestros espacios públicos tiene una envidiable flexibilidad. Esquiva la acción de control y se traslada de un punto a otro en busca de nuevos mercados. Tenemos el ejemplo concreto en la calle Valparaíso, degradada justamente cuando alguien le puso la patente de avenida. Los vendedores ilegales aparecen en horas calculadas, tienden sus mercaderías en sitios previamente asignados y comienzan a operar en medio de la indignación e indefensión del comercio establecido y se repliegan con agilidad. Así ocurrió en el reciente fin de semana largo, cuando se establecieron en el borde costero ante la esperada llegada de visitantes. Hubo problemas varios con los espacios, las riñas y ventas de cualquier cosa. El inocente intento de dar ubicación al comercio artesanal no logra mayores resultados en el codiciado sector viñamarino. Hay además un abuso evidente del término artesanal, que se da a cualquier baratija que de artesanal no tiene nada. Lo único que falta es que anden por ahí vendiendo Coca Cola artesanal. De esta flexibilidad que muestran los ambulantes se puede esperar cualquier cosa, incluyendo el cálculo de ubicarse en un eventual parque si se instala en el sector de Las Salinas que ocuparon las petroleras.
Si los ilegales son presionados por un lado, aparecen por otro. Ocurre lo mismo que está pasando en la Región Metropolitana con la delincuencia. Ante la eficiencia y recursos en la lucha contra el delito en las comunas del lado oriente, los delincuentes están operando en el sector poniente, donde los recursos de control son menores, pero donde también hay buenos automóviles y tentadores centros comerciales. ¿Se hace cargo de esta realidad, de esta flexibilidad, la nueva ordenanza que la alcaldía viñamarina someterá a consideración del Consejo Municipal? La interrogante es pertinente cuando el problema arrecia, afectando a la ciudad en general, a la seguridad de residentes y visitantes y, en particular, a un decaído comercio establecido. Pertinente también es a las puertas de una temporada alta en turismo, con la vuelta del Festival de la Canción, que supone afluencia de visitantes a la ciudad que se convierte en un tentador mercado para el comercio ilegal, tanto el propio como el proveniente de la capital. Tampoco es novedad que el mayor movimiento turístico de toda la zona abre un espacio para la delincuencia, materia que sin duda debe ser considerada. Para los concejales el tema del comercio ilegal es prioritario y es muy posible que mañana martes la ordenanza se apruebe y finalmente salga una normativa. Lo que importa es que esa normativa no dé espacio a discrecionalidades que la terminen haciendo inoperante y sea en cambio una expresión efectiva de la voluntad política para terminar con un problema antiguo en Viña.