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de tener "hospicios para adultos", que hoy día son los eleam, de modo que no hubo que introducirles cambios para asumir esta nueva tarea en un área en que hoy existen tantas necesidades.

Regreso a los orígenes

El padre Pienovi era un joven sacerdote que conocía la obra del padre Alberto Hurtado, cuando él falleció, el 18 de agosto de 1952. Fue a su funeral a Santiago junto a otras dos personas, que luego serían los primeros integrantes del directorio del Refugio de Cristo.

Tras el sepelio, Pienovi habló con uno de los superiores de la Compañía de Jesús para plantearle la necesidad de que se creara un Hogar de Cristo en esta región, pero la orden debía definir algunos aspectos de la obra, por lo que la iniciativa no se podía concretar.

"Muy frustrados, se devolvieron en el tren que salía de Mapocho, pasaba por La Calera y llegaba a Valparaíso. En el viaje conversaron y se comprometieron a crear el Refugio de Cristo. El 29 de noviembre del mismo año el padre Pienovi recibió los estatutos y le donaron inmediatamente una propiedad" ubicada en calle Santiago Severín 156, en el Barrio Puerto, detalla el padre Opaso.

Ese fue el primer hogar para niños de la naciente institución. "Desde entonces no paró hasta el día de su muerte". Creó alrededor de 25 hogares para infancia y adolescencia.

Al cuidado de más de 500 niños

La primera parroquia del director general como seminarista, en 1974, fue Quillota, donde el párroco era el padre Pienovi. "Empecé a trabajar con él en el Hogar Virgen de los Desamparados, en La Calera, que era el de los niños más chicos, y me di cuenta de que era un campo muy importante y había que dedicarle mucho esfuerzo".

Dice que "la pobreza de los tiempos del padre Pienovi era la de zapatos, de pantalones, de ropa, de casa. No existía la pobreza de hoy, que se mide en salud mental". Incluso había mamás que no podían mantener a sus niños y le pedían al padre que el Refugio los cuidara. "Eso yo lo vi mucho. Y así llegó a tener alrededor de 500 ó 550 niños en los hogares. Yo no sé cómo se las arreglaba, porque no había financiamiento del Estado.

¿Qué significa el cambio a ser colaboradores de Mejor Niñez, en términos de capacidad de las residencias, por ejemplo? "El padre Pienovi, tenía sobre 150 niños en los hogares. El padre Bosagna, con Sename, no podía tener más de 50. Y nosotros, con Mejor Niñez, deberíamos tener doce, pero no es posible todavía, porque hay muchos niños que no podemos dejar en la calle. Así que estamos entre 20 y 25, pero tenemos que bajar a doce", señala.

El periplo del padre opaso

- Usted llegó a la dirección general en 2015 tras la renuncia de monseñor Bosagna. Estaba en La Calera después de haber sido el emblemático párroco de Reñaca, donde construyó la iglesia.

- Había terminado mis 20 años en Reñaca, estaba feliz en La Calera, porque había pedido una parroquia en los extramuros de la diócesis para quedarme ahí hasta morirme, cuando me llamó el obispo Duarte para decirme que el directorio del Refugio de Cristo le había pedido que me designara, y me nombró director general.

- ¿No tuvo ninguna duda de asumir en el Refugio de Cristo?

- Cuando al padre Bosagna, que era vicario general, le asignaron esta tarea, dijo que el sacerdote está para servir en la diócesis donde el obispo disponga. Él venía a reorganizar el Refugio, se iba a quedar dos o tres años solamente, pero estuvo 30. Así que yo también dije: "para eso estamos". Un sacerdote diocesano tiene como carisma principal estar al servicio del pueblo de Dios. Así que me vine de La Calera y aquí estoy.

Salud mental, el gran problema

Una preocupación central para el director general de la FRC es la salud mental de la infancia y adolescencia que llega a sus residencias. "En Chile no hay niños pobres como había en los años 50. Hoy, su gran problema es la salud mental", reitera.

Explica que ellos son derivados a una residencia como último recurso, cuando ninguna de las opciones previas da resultado. "Muchos niños tienen tanto daño, que en su casa nadie los quiere tener. Ese es el niño que recibimos. Estamos transformando las residencias en verdaderos hogares terapéuticos donde preparamos desde el jardinero hasta la directora para que aprendan a descubrir las señales de una crisis en un niño y actúen con responsabilidad".

Pero además, subraya, "no hay atención de salud mental; la región tiene dos psiquiatras infanto juveniles y tuvimos que contratar horas de una psiquiatra para atender a nuestros niños. En esto no nos ayuda el Estado, pero necesitamos que sean evaluados y tengan terapias psiquiátricas para poder superar las vulneraciones".

Entendiendo que a los 18 años el joven tiene que dejar el sistema de protección, se pregunta qué ocurre después. "O trabajamos fuertemente con él o ese niño va a quedar dando vueltas y el Estado alguna vez tendrá que hacerse cargo de eso".

El padre Opaso ve con mucha preocupación el futuro del Refugio de Cristo. "Normalmente tenemos de 25 a 30 plazas -o vacantes- por residencia. Nos han bajado a 20 y van a llegar a 12. Hoy día la subvención es cada vez más insuficiente. Y con la inflación va a llegar un momento en que no vamos a poder aportar" lo requerido.

Dice que la FRC tiene un círculo de socios y amigos muy generoso, "y el empresariado de la región nos ha acompañado históricamente, pero vemos que están cambiando las generaciones, las que nos ayudaban han partido y los hijos vienen con otra mirada, entonces también vamos perdiendo fuerza en esa área".

"Nosotros vamos a tener las botas puestas mientras podamos, pero si un día no tenemos los recursos necesarios para dar la excelencia que le debemos a los niños, ese mismo día tenemos que entregar el proyecto al Estado y que ellos se hagan cargo". 2

El respeto, los cuidados de los tíos y el paseo anual a la poza cristalina

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Alejandro Molina (50, casado, tres hijos) es contador, se desempeña en el área de recaudación de la Fundación Refugio de Cristo y es uno de los miles de egresados de la institución, a la que ingresó a los ocho años.

"Llegué al hogar de la calle Severín, donde estuve un par de meses, y me trasladaron al de Quillota, donde fui dos años al colegio. Después nos trajeron a varios niños al Hogar María Teresa Brown de Ariztía, en Recreo, que estaba recién terminado, y fuimos al colegio Santo Domingo Savio", que funcionaba en el mismo edificio institucional.

Era 1985, recuerda, "porque en marzo fue la inauguración y en julio murió el padre Pienovi". Asistió a ese establecimiento hasta octavo básico y permaneció en ese hogar mientras cursaba la enseñanza media en el Liceo Comercial de Viña del Mar, de donde egresó con la especialidad de contador.

"Antes siempre había un matrimonio a cargo de los hogares, no había directores como ahora. Ellos eran más estrictos. En el Hogar de Recreo me llamaba la atención que niños mayores que yo nunca le faltaban el respeto a los encargados porque eso significaba un castigo. Después entró el Sename y fue todo lo contrario, se dio una libertad total y ahí los jóvenes hacían lo que querían", relata.

"Gracias a Dios yo me mantuve dentro de las normas de conducta y los principios que me habían inculcado y no me torcí en el camino", dice Alejandro, y agrega que a él y a la mayoría de sus compañeros "nos sirvió mucho esto de haber vivido en el internado".

"Éramos distintos sí, siempre en los colegios, en los liceos, nos defendíamos frente a otros niños que vivían con sus familias y que a veces te miraban mal porque tú 'no tenías padres', aunque no fuera así, porque en mi caso mi mamá vivía en el sur y mi papá murió cuando yo tenía 10 años. Uno se defendía, tu familia eran tus compañeros del internado con los cuales compartías todo el día".

Recuerda la emoción que sentían cuando se acercaba el día del paseo anual del Refugio. "Íbamos a la Poza Cristalina, en La Cruz, donde nos juntábamos todos, 13 ó 14 hogares, como 200 ó 300 niños. Tomábamos desayuno, almorzábamos, tomábamos once. Había una poza grande donde corría el agua, nos bañábamos y jugábamos todo el día, y después nos llevaban de vuelta a los hogares".

"Mis recuerdos del hogar, del internado, son muy buenos, en el sentido de que quizás perdí vivir con un papá y una mamá, como una familia normal, por así decirlo. Pero el Refugio de Cristo suplió ese amor filial, lo suplió con el amor de los tíos que nos cuidaban y nos defendían. En las reuniones del colegio te defendían si te portabas mal. Ponían la cara por ti y te defendían a muerte". 2