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Cómo hablar de los libros no leídos

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Más importante que leer un solo libro completo en particular, lo que realmente importa para Bayard es esa capacidad, incluso sin haber leído, para organizarse en relación con la inmensidad de libros con el fin de no dejarse sumergir por ellos".

En vísperas de Navidad, espero con ansias que me regalen libros. Todos quienes me conocen saben que me encantan y hoy en día, aunque caros, salen bastante más económicos que una camiseta de Wanderers.

Gracias a esta afición que comparto con mi esposa, hemos ido acumulando muchos volúmenes. La amplia colección se compone de libros heredados, algunos comprados durante la época universitaria, otros más en la época profesional, muchos gracias a fondos de investigación y una buena cantidad regalado por amigos y por donaciones de personas que muchas veces no saben qué hacer con bibliotecas de un abuelo o abuela que pasó a mejor vida.

Aunque tengo amigos que duplican y triplican nuestra biblioteca, los libros que tenemos rara vez dejan indiferente a alguna visita. La pregunta recurrente que surge en cada uno de los huéspedes es si los hemos leído todos.

Me encantaría decir que sí, pero la verdad es que no. Leídos completos, un porcentaje menor. Otros han sido consultados por partes y la gran mayoría está ahí esperando el momento para ser usados, aunque tengo claro que algunos me sobrevivirán sin la oportunidad de haber pasado por mis manos.

Hasta hace muy poco, esto me generaba cierto grado de frustración mezclado con angustia. Una sensación similar a la que me embargaba cuando los alumnos superaban un control de lectura con éxito a pesar de que tenía la certeza de que el libro encargado jamás había pasado por sus manos y que la experiencia más cercana al escrito había sido un resumen de Youtube.

Al mejor terapeuta frente a esta crisis existencial por la lectura, vaya paradoja, lo encontré hace poco a través de un libro. Su nombre: Pierre Bayard, autor de la obra "Como hablar de los libros que no se han leído".

Bayard a lo largo de su trabajo busca demostrar una tesis bastante extrema sobre la lectura: "Para hablar con rigor de un libro, es deseable no haberlo leído del todo, e incluso no haberlo abierto nunca", asegura.

Su ensayo, en términos generales, es una crítica a esa pretensión que tienen los intelectuales de demostrar que han leído una cantidad infinita de libros. Bayard habla de la hipocresía y la mentira generalizada sobre los libros efectivamente leídos, en especial, considerando la volatilidad que existe sobre este tema: "la lectura es un lugar de la evanescencia, resulta difícil saber con precisión si se ha leído o no un libro".

El trabajo de Pierre Bayard más que ser un manual de cómo sobrevivir en el mundo académico sin haber leído, busca demostrar que, tan importante como la lectura, es tener una idea general acerca de los libros y da como un buen ejemplo a los bibliotecarios que, sin tener la posibilidad de leer todo cuanto resguardan en la biblioteca, tienen la capacidad de guiarnos respecto de las obras que en ellas se contienen.

Sobre esto, dice el autor: "Ser culto no consiste en haber leído tal o cual libro, sino en saber orientarse en su conjunto (…) El interior importa aquí menos que el exterior, o, si se prefiere, el interior del libro coincide con su exterior, pues lo que cuenta en cada libro son los libros adyacentes".

En esta misma línea, más importante que leer un solo libro completo en particular, lo que realmente importa para Bayard es esa capacidad, incluso sin haber leído, para organizarse en relación con la inmensidad de libros con el fin de no dejarse sumergir por ellos: "A ese respecto, merece ser defendida e incluso enseñada".

De esta forma Pierre Bayard nos va consolando a aquellos que tenemos grandes bibliotecas que jamás podrán ser leídas. A recibir libros de regalo tranquilos sabiendo que quizás jamás los leamos, siendo suficiente el gusto de tenerlos. Asimismo, nos impulsa a seguir formando a nuestros estudiantes en la lectura aun sabiendo que no van a leer lo que les exigimos.

En fin, no sé qué más dice Bayard, le dejo a usted esta tarea. Porque para mí leer completo su libro además de una inconsecuencia, me parece una mala educación con lo que promueve su autor. 2

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Navidad con cueca

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La clase política debiera ahora apelar a la responsabilidad, de manera de que el gobierno se concentre en las medidas para paliar los problemas cotidianos y el equipo de expertos junto a los nuevos responsables elegidos para aquel fin, se aboquen a la tarea de crear la Constitución".

Hace algunos meses, poco después de asumir el cargo, la ministra del Interior, Carolina Tohá, manifestó su intención de que el pacto por una nueva Constitución, luego del fallido plebiscito del 4 de septiembre, se lograra rápidamente, ojalá antes de las Fiestas Patrias. "A mí me gustaría bailar cueca con el acuerdo cerrado. Creo que la Patria lo merece", afirmó en ese entonces la jefa del gabinete.

Pero eso no fue posible y tuvieron que pasar tres meses para que un nuevo intento constitucional lograra llegar a puerto, cambiando los pies de cueca por unos buenos villancicos navideños. Con dimes y diretes, obvio, con ridiculeces incluidas -como el diputado/chef que intentó emular la cocina que habría dado origen al compromiso-, pero también con esperanza de sus protagonistas en que la tramitación en el Congreso que permita el inicio formal del proceso, sea expedita.

Ese es precisamente el primer escollo que tendrá que sortear este segundo -y ojalá final- acuerdo. Se sabe ya que los tiempos políticos no necesariamente calzan con las buenas intenciones, lo que se complica aún más considerando el calendario estrechísimo que se consideró para este nuevo proceso, que debiera terminar con un plebiscito de salida en noviembre de 2023.

Pero es verdad también que, a menos que haya sorpresas, el hecho de que este pacto haya sido suscrito por todas las fuerzas políticas -exceptuando a los afiebrados del Partido Republicano y del PDG, además de los seguidores de Pamela Jiles- debiera augurar que la tramitación sea efectivamente rápida y con un alto nivel de acuerdo. Aquello si -y solo si- los francotiradores de siempre no aprovechan la situación para darse gustitos y echar todo por la borda nuevamente.

Porque ese sí que es un escenario al que no se puede arriesgar hoy la clase política. Aquí no habrá tercera oportunidad. Esta debe ser la definitiva. Palabras como las de José Antonio Kast, afirmando que en vez de pagarle a los expertos debieran preocuparse de la seguridad, son solo ansias de aparecer en la prensa y en las redes sociales, y hacer polémica para mantenerse en la agenda. Pero son cero aporte y solo contribuyen a enlodar una iniciativa que recién comienza.

Lo mismo sucede con los exconstituyentes que han salido a reclamar porque este acuerdo se hizo sin la participación del "pueblo", ese concepto inorgánico del que abusaron durante todo un año y que finalmente les dio la espalda en el plebiscito por una amplísima mayoría. Porque hoy la ciudadanía se ha alejado de la necesidad de un nuevo texto, enfocados en los problemas que enfrenta el país y que requieren solución ya. Nadie podría discutir que la delincuencia, el narcotráfico, la inflación y la crisis económica son situaciones perentorias. Pero lo urgente no puede eliminar lo importante. Y, como reza el dicho, se puede caminar y mascar chicle al mismo tiempo.

De hecho, en la última CADEM -y en varias de las anteriores- queda claro que los chilenos sí quieren un nuevo texto. Así, un 67% dice concordar con que Chile necesita una Constitución y sobre la mitad de los encuestados asegura que el órgano redactor no debiera superar los 50 miembros y que estos debieran incluir expertos y electos. Muy similar a lo que solo unos días después se selló con las firmas de los líderes de casi todos los partidos.

En ese sentido, la clase política debiera ahora apelar a la responsabilidad, de manera de que el gobierno se concentre en las medidas para paliar los problemas cotidianos y el equipo de expertos junto a los nuevos responsables elegidos para aquel fin, se aboquen a la tarea de crear la Constitución, sin escándalos, sin torpedeo constante, con diálogo y representación de la mayor parte de los chilenos y chilenas. El ideal que se viene buscando desde 2019 tiene que ver con volver a unir al país y lograr una mejor Carta Magna para ese "pueblo", que se manifestó en contra del documento emanado de la Convención y de la forma en que se trabajó. Y que no está dispuesto a que se malgaste nuevamente tiempo y dinero en la política farandulera que no funciona.

El resto es todo conversable. Los "amarres" que acusan algunos precisamente intentan que el nuevo órgano no se enfrasque en peleas intestinas que ya no dieron resultado en el ejercicio anterior, sino que se enfoquen en la preparación de un texto unitario y macizo. La tarea de los expertos allí será esencial, así como de las y los electos, para que en conjunto -y evitando en lo posible ningunear a aquellos especialistas que pondrán el hombro- puedan llegar a puerto y bailar cueca, como pedía la ministra Tohá, aunque sea diciembre. 2

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