Riesgos y autocuidado en el mar y la montaña
Recientes operaciones de rescate marítimo revelan los esfuerzos humanos y materiales que deben desplegarse ante emergencias. Hay que disfrutar de los valores de la naturaleza, pero con conciencia de los peligros que encierran algunos atractivos lugares atendiendo a las condiciones climáticas o la topografía, que pueden ser traicioneras.
El borde costero está lleno de riesgos y los accidentes en ese atractivo espacio son frecuentes. Esa realidad ha sido asumida desde hace ya bastante tiempo por la Armada, que dispone de recursos y de capacidad de reacción ante diversas contingencias. En muchas ocasiones esta capacidad de respuesta es aplicada en casos que revelan situaciones trágicas que, posteriormente, deben ser investigadas. Así, el sábado pasado la Capitanía de Puerto de Valparaíso recibió un llamado en su número de emergencia, el 137, que daba cuenta de un cuerpo que se encontraba flotando a la deriva en el mar, a la altura de Porvenir Bajo, en el sector Playa Ancha. Se intentó el rescate mediante un helicóptero naval, lo que no se logró. Debido a ello se activó el Grupo de Respuesta Inmediata (GRI), que operó desde tierra para finalmente, el domingo, lograr el rescate del cuerpo en los acantilados.
En esta operación, la recuperación de un cadáver, actuaron efectivos navales por el aire, por mar y por tierra, contando además con el apoyo del Bote Salvavidas, meritoria institución voluntaria de Valparaíso. El rescate de un cadáver, acto humanitario, significó una operación de las que con frecuencia se desarrollan ante acciones muchas veces temerarias de personas que de las más variadas maneras incursionan en el mar o en el borde costero.
Otro rescate, mediante el uso de unidades aéreas, se realizó el fin de semana para recoger a un surfista que no podía regresar a la costa en el sector de Concón. Falta de experiencia y desconocimiento de las corrientes marinas pusieron en riesgo la vida de esa persona, expuesta además a la hipotermia, algo que puede resultar paradojal en estos cálidos días, pero que es una realidad en aguas donde la temperatura llega a los 13 grados, lo que a la larga puede resultar fatal.
Estos hechos revelan la gran experiencia del personal naval asignado a los rescates marítimos, labor en que junto al esfuerzo humano hay un despliegue de recursos que significan altos costos en desgaste de equipos y combustibles. Es cierto que una vida humana tiene un valor superior y es ineludible emplearse a fondo en su rescate. Pero es cierto, también, que las personas deben ser responsables ante situaciones o lugares de riesgo. Hay que atender a las alertas en caso de marejadas y también a la calificación de peligrosas que se dan a algunas playas. Las condiciones del mar son variables y su belleza puede ser traicionera.
Lo señalado para el mar también es aplicable para la montaña. Los valores de la naturaleza, el paisaje, el aire puro, la visión panorámica, deben ser aprovechados, pero también exigen respeto, autocuidado para evitar esas frecuentes situaciones lamentables que no siempre tienen como resultado un rescate exitoso pese a los esfuerzos humanos y materiales que puedan desplegarse, advertencia especialmente pertinente en tiempos de vacaciones.