El filósofo de los millennials que vive preso en la ironía
"¡El gran Pan ha muerto!" (Roneo/ La Caja Books) compiló en Chile los textos del español Ernesto Castro, un escritor de esta época al que siguen 140 mil personas en YouTube.
Ernesto Castro se define en su propia web (ernestocastro.com) como un escritor, pensador y sonámbulo millennial. Esta última palabra es clave para pensar en su figura, porque es un sujeto de época, que cuenta no solo con varios libros sino un canal de YouTube de 140.000 suscriptores. En su reciente paso por Chile, por ejemplo, grabó su presentación en la Furia del Libro, donde presentó "¡El gran Pan ha muerto!" (Roneo / La caja Books), su segundo libro publicado en Chile, tras "Otro palo al agua" (Roneo) el año pasado.
Esta novedad recorre diversos tópicos y formas. Ensayos sobre ciudades, Peter Pan, un diario de lectura, obituarios filosóficos, entre otros capítulos, es abierto por un prólogo imposible -y ficticio- de Miguel de Unamuno, fechado el 06 de diciembre de 1909. Si eso es un cuento, también lo es cómo lo consiguió. Le pedimos que lo relate, y así es como Castro se lanza al pozo de la invención:
"Mi bisabuelo por parte paterna conoció un día de lluvia a aquel magnífico autor de la generación del 98. Entre rayos y goterones, mi bisabuelo le pidió al sabio de Salamanca un prólogo para su bisnieto. «¡Pero si aún no ha nacido!», bramó aquel vasco universal. Mi bisabuelo contó entonces su proyecto eugenésico. El autor de 'Amor y pedagogía' oyó cómo mi abuelo tenía pensado crear una superraza de filósofos, cruzando las mejores cepas ontológicas y epistemológicas, con pequeñas dosis de ética y estética, recurriendo a la endogamia más descarada y, a la larga, tal vez letal".
"El autor de 'Abel Sánchez' se horrorizó ante la locura de mi bisabuelo, sus ojos inyectados en sangre. Supo que la mejor forma de zafarse de él era escribir el dichoso prólogo. Al final ni lo escribió él, sino su prima, Dolores, la autora secreta de sus mejores obras. Mi abuelo dobló aquellas hojas apócrifas y las puso en una caja fuerte, con la orden de que no se me entregase la llave hasta que cumpliera treinta y tres años, la edad de Jesucristo. Mi padre guardó el secreto entre los algodones de su mente, con gran tenacidad, hasta el año pasado, en que cayó en una vorágine de sinceridad que le condujo a revelarme la existencia de la caja y de la llave un año antes de la fecha consabida. Y así fue como me «conseguí» el prólogo de Unamuno", remata sin arrugas.
Ánimo de juventud
"Hace un siglo, cuando la esperanza de vida rondaba los cuarenta años, la mayoría de edad te pillaba antes que la menstruación. A los diecipocos eras ya una mujer, un hombre, un adulto. Hoy, con esa esperanza por encima de los ochenta, la juventud ha devenido en un estado de ánimo", escribe Castro.
Como sujeto de época, traza su opinión de lo que la corrección política ha dado al presente: "Le ha regalado un sombrero muy mono, que no sé por qué nadie quiere ponerse. Es de ala ancha, cubre bien la luz del sol, pero los enemigos de la corrección política son conocidos por su afición al sol y, aún más que el sol, a las cabezas en general despejadas. De ahí que el conflicto entre la corrección y la incorrección política sea impepinable".
Consultado sobre cómo se puede ser "progresista" hoy, Castro afirma que: "Basta con hacer las oposiciones a progresistas, pagar la cuota mensual de la Asociación Internacional de Progresistas, asistir regularmente a los congresos y debates montados alrededor de tacitas de té por los progresistas, y llevar el carné del progresista bien visible, prendido en el pecho, ojalá en el lado izquierdo, bien cerca del corazón", ironiza de nuevo.
En uno de los segmentos de su libro publicado en Chile dedica obituarios a filósofos. Sobre qué le da la disciplina del pensamiento a esta época, detalla: "Dos tenedores, un cuchillo, medio huevo pasado por agua, una ciudad llena de vampiros, doce hombres barbudos mesándose lentamente la barbilla, libros imposibles de abrir, sin contenido, sin páginas, libros que son estatuas de sí mismos y que nadie nunca leerá", afirma con convicción. Y lo recalca el autor, en este libro de más de 400 páginas.
En estos textos de diversa naturaleza que compila, destaca el uso de notas al pie, aunque dice que "las odio. En mi país, afortunadamente, están prohibidas so pena de muerte. Ya sé que en Chile están permitidas, e incluso son gratuitas, a la mano incluso de los niños. Veo con buenos ojos los pasos que está dando el país en pos de proscribir y expulsar de los libros esos numeritos volados, que llaman a mirar a la parte baja, innoble, plebeya, de la hoja impresa. Más de un lector se ha vuelto estrábico por el peligroso influjo de las notas a pie de página. Hay que detenerlas antes de que causen un verdadero cataclismo social", vuelve a satirizar.
Un todólogo
"Palimpestos todológicos" es el subtítulo de "¡El gran Pan ha muerto!". Y a razón de eso, Castro cuenta cómo se hizo "todólogo", es decir una persona que intenta abarcarlo todo.
"Uno no se hace todólogo. Uno nace todólogo. Yo descubrí que había nacido con esa particular configuración anímica a los dieciocho años (…) Resulta que mi madre no era mi madre, que yo había sido parido en una granja todológica, situada en las afueras de Toledo, en un roquedal sombrío, bajo la custodia de unos sátiros organizados paramilitarmente", bromea de nuevo.
Acerca de su popularidad en YouTube, afirma que lo consiguió: "Sacrificando cabras en honor a los dioses antiguos. Yo tardé años en dominar ese arte arcano antes que los dioses empezaran a recompensarme con la cascada de seguidores en la que actualmente me baño a diario. Hay varios procedimientos".
Le preguntamos por Marcel Proust, el cual ha sido muy recordado por el centenario de su nacimiento, pues en su diario de lecturas dice que nadie que no sea pretencioso lo lee. "¿Quién o qué es Proust?". Consultado, finalmente, si podría escribir o hablar sin ironía, afirma: "Por supuesto. Claro que sí. Cómo no".
Ernesto castro, escritor español recién publicado en chile, es Profesor de Estética en la Universidad Autónoma de Madrid y youtuber.
Por Cristóbal Gaete
"Tardé años en dominar ese arte arcano antes que los dioses empezaran a recompensarme con la cascada de seguidores".
Asis Ayerbe