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El Roto olvidado

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El siglo XIX, afirma el historiador Mario Góngora, estuvo marcado por las guerras. Esto queda en evidencia cuando recorremos nuestras ciudades. Los nombres de muchas plazas, calles y avenidas surgieron inspirados por este espíritu".

El viernes 20 de enero se cumplieron 184 años del triunfo obtenido por el Ejército Restaurador contra la Confederación Perú-Boliviana en Yungay, localidad ubicada al norte de Lima. El acontecimiento, que costó la vida a más de 1.500 soldados, aunque durante décadas se celebró como el "Día del Roto chileno", hoy en día casi no se recuerda ni tampoco importa en Chile, Perú ni menos en Bolivia.

Debe ser porque la guerra aparece como algo cada vez más lejano y los nacionalismos como algo propio de "fachos". Sin embargo, forzar el olvido sobre aquello que nos incomoda implica un riesgo. Así lo advertía el historiador Joaquín Fermandois hace una semana, a propósito del retiro de la estatua de Baquedano y esa intención de querer eliminar de nuestra existencia todo lo relacionado con la historia militar, hasta llegar al peligro de que nos transformemos en una sociedad sin memoria.

A propósito de esto, el historiador Mario Góngora, hace cuarenta años, publicó uno de los ensayos más interesantes que se han realizado sobre la historia de Chile. En una de las tantas reflexiones, Góngora observaba respecto del siglo XIX:

"Cada generación, podemos decir, vive una guerra. Primeramente, la ofensiva lanzada en 1813 por el Virrey del Perú desencadenó las guerras de Independencia, que trajeron como consecuencia la creación del nuevo Estado (…) Más tarde se suceden, a lo largo del siglo, la guerra de 1836-1839 contra la Confederación Perú-Boliviana de Santa Cruz, la guerra naval contra España (1864-1866), la guerra del Pacífico (1879-1883) vivida como guerra nacional, y, por último, la guerra civil de 1891".

El siglo XIX, afirma Góngora, estuvo marcado por las guerras. Esto queda en evidencia cuando recorremos nuestras ciudades. Los nombres de muchas plazas, calles y avenidas surgieron inspirados por este espíritu.

Valparaíso, por ejemplo, es un registro cronológico de estos hechos, partiendo por la calle Independencia. Bastante más corta, la calle 12 de febrero, a un costado de la Casa Central de la PUCV, recuerda la decisiva batalla por la emancipación en Chacabuco, que también tiene su propia calle.

El triunfo de Yungay, al que hacíamos referencia al inicio, también ha sido recordado a través de una calle y, a su vez, la Plaza Victoria, antes plaza Orrego, fue rebautizada así luego del fin de la Confederación Perú-Boliviana.

La guerra del Pacífico está más presente que todos los otros conflictos. Desde el monumento a los héroes de Iquique, la plaza Aníbal Pinto en el centro del puerto, pasando por las calles Prat, Serrano (no hay parentesco, lamentablemente), Cochrane, Esmeralda y otras muchas más que abundan en el puerto.

Viña del Mar también fue parte de este interés por homenajear a quienes estuvieron dispuestos a dar la vida por la patria. Aunque muchos de sus propios habitantes lo desconozcan, algunas de las calles y barrios nos recuerdan este pasado guerrero del que hablaba Góngora, comenzando por la Avenida San Martín, que recuerda el rol del argentino en la consecución de nuestra Independencia.

Los barrios Chorrillos y Miraflores, en tanto, fueron bautizados de esa forma en homenaje a las batallas que se libraron en esos poblados durante la guerra del Pacífico, que permitieron acabar con la resistencia que existía en torno a la capital peruana y donde tuvo un rol protagónico José Francisco Vergara, fundador de la ciudad. Asimismo, la avenida Jorge Montt recuerda al almirante que llegó a la presidencia luego de la guerra civil de 1891 y el suicidio de José Manuel Balmaceda.

Así suma y sigue. En Chile, no hay ciudad, que se precie de tal, que no tenga una calle que lleve el nombre de alguno de los héroes de guerra como O´Higgins, Carrera, Freire, San Martín, Prat, Condell o Serrano, o de alguna batalla como Maipú, Chacabuco o Independencia. Limache incluso tiene una llamada Viva Chile. Contrario sensu, en tiempos actuales, cada una de estas ciudades pareciera competir por ser la más patriota.

Finalmente, la guerra en Ucrania, que está próxima a cumplir un año, es un llamado de atención que nos advierte que las guerras seguirán existiendo, porque son algo propio de nuestra compleja naturaleza. De igual forma, y a pesar de que se nos olviden algunas batallas como la de Yungay, los nacionalismos y el espíritu bélico del que hablaba Góngora, parecieran estar mucho más presentes de lo que creemos o de los que algunos quieren en el ADN de los chilenos. Así quedó en evidencia en el plebiscito del 4 de septiembre cuando una mayoría se opuso a la plurinacionalidad que proponía la nueva Constitución. 2

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El alumno condicional

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Estas circunstancias se están convirtiendo en un circo, con consecuencias graves, entre ellas, el que se sigan debilitando las instituciones. Sobre todo tratándose del Congreso, cuya aprobación por parte de la ciudadanía cae cada vez más".

Hace algunos años, era muy común que hubiera estudiantes que quedaban en situación "condicional" en los colegios, por tener mal comportamiento o notas pobres. En definitiva, un mal ejercicio de sus labores. Algo similar sucede ahora con el ministro de Desarrollo Social, y uno de los más cercanos al presidente Gabriel Boric, Giorgio Jackson.

El secretario de Estado ya venía con "anotaciones negativas", en este periodo que todavía no cumple su primer año. Aquello fue precisamente lo que determinó que saliera de la Secretaría General de la Presidencia, luego de haber sido incapaz de lograr una relación estable y dialogante con el Congreso. Lo que debiera haber sido su trabajo principal en ese cargo, considerando además que había sido diputado.

Esta semana, Jackson logró librarse de una Acusación Constitucional (AC) en su contra, porque efectivamente -como lo manifestaron varios abogados- esta no tenía sustento jurídico. Pero lo más importante es que, con el clima político existente, estas imputaciones políticas se están convirtiendo en un show, en el que no necesariamente el fundamento legal es lo central, sino la negociación. Y ahí podía haber un peligro para el ministro.

Pero, a Jackson, precisamente lo salvó "la campana" política. En concreto, algunos votos en contra y abstenciones por parte de descolgados de la oposición y algunos de la Democracia Cristiana, que para variar no sabe dónde está su corazón y sigue sin poder ordenarse. Aquello no tiene nada que ver con la lógica jurídica del texto presentado por el Partido Republicano. Simplemente, el escenario requería de una negociación aguda por parte del gobierno y, en la otra vereda, de la capacidad del PR de aunar posturas, considerando que no es precisamente la colectividad más querida y amigable dentro del Congreso.

Otro tema tiene que ver con la percepción de las acusaciones constitucionales en los últimos años. Si antes se habían desvirtuado las comisiones investigadoras y las interpelaciones, que muchas veces eran más un espectáculo que otra cosa, ahora ha sido el turno de estos libelos, que se han convertido en una moneda de cambio e incluso venganza política, más que en algo serio. Nuevamente, las instituciones empiezan a caer por la porfía y los gustitos de sus propios protagonistas.

Hace no mucho, cuando se anunciaba una AC, se entendía que era una situación grave por la que la Cámara de Diputadas y Diputados ejercía concretamente una de sus funciones más relevantes: la fiscalización de los otros poderes del Estado. Pero era algo serio. Además, las penas asociadas a la aprobación de estas imputaciones son duras: no solo incluyen la salida del cargo, sino además, la imposibilidad de ocupar cualquier otro puesto público durante cinco años.

Pero en los últimos gobiernos, se ha bajado el nivel y se han convertido en un show para los medios y los propios representantes de los distintos sectores políticos. Y aquello no comenzó ahora. Precisamente Gabriel Boric y Giorgio Jackson fueron protagonistas y votaron a favor de variados libelos durante el pasado mandato de Sebastián Piñera, donde -según recordaron los medios- se presentaron once acusaciones constitucionales, de las cuales se aprobó solo una. El concepto era pegarle al Ejecutivo a como dé lugar, más que fiscalizarlo. Tanto así que uno de los acusados fue el entonces ministro de Educación, Raúl Figueroa, por querer hacer funcionar los colegios en pandemia. Paradójico fue después que el propio Boric dijera que los establecimientos debían ser los primeros en abrir y los últimos en cerrar.

Finalmente, estas circunstancias se están convirtiendo en un circo, con consecuencias graves, entre ellas, el que se sigan debilitando las instituciones. Sobre todo tratándose del Congreso, cuya aprobación por parte de la ciudadanía cae cada vez más. De hecho, en la última encuesta CEP, la corporación apenas alcanzó el 8% de valoración positiva, peleándose los últimos lugares de la lista. Y viene ahora una nueva AC, esta vez contra la exministra de Justicia Marcela Ríos, cuyo desenlace es impredecible. ¿Se la irá a jugar tanto el gobierno como lo hizo con el titular de Desarrollo Social?

Jackson probablemente continuará como alumno condicional, en la mira de los partidos de derecha. Pero, fuera del mundo político, quizás las únicas escenas que se recordarán de este capítulo, serán las palabras derechamente ordinarias del diputado republicano Johannes Kaiser, mientras creía que tenía el micrófono apagado. Y la defensa en torno a Jackson, que dejó en claro que el ministro es pesado e insoportable, pero que aquello no es razón para acusarlo. 2

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