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LA TRIBUNA DEL LECTOR Conejos incendiarios

POR MARCOS TRICALLOTIS, PHD, CONSEJERO REGIONAL POR MARGA MARGA
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El balance de la temporada de incendios 2022-2023 en nuestro país fue catastrófico. Sí, escuchó bien, ya estamos hablando de "temporadas de incendios". Una temporada catastrófica que nos costó al menos 25 fallecidos, alrededor de 2.000 viviendas destruidas, más de 7.000 damnificados, sobre 3.000 atenciones médicas y más de 435.194 hectáreas arrasadas, según información de la Corporación Nacional Forestal (Conaf). Los incendios se concentraron particularmente en las regiones del Biobío y La Araucanía, si bien abarcaron desde la Región de Valparaíso hasta Los Lagos. Tristemente, gran parte de esta tragedia se pudo evitar, o al menos, reducir significativamente su impacto en las personas y el medioambiente.

Lejos de enfocarse en las - cada vez más claras -evidencias de intencionalidad de los incendios, el Gobierno del cada vez más cuestionado Presidente Boric se dedicó casi desde el primer momento a responsabilizar a la industria forestal. En abierta ignorancia de las normativas que ya operan para el sector, el Presidente planteó la "necesidad de una discusión de largo plazo para la industria forestal" tras los incendios. Por su parte, su ministro de Vivienda, Carlos Montes, apuntó a que "los conejos podrían estar detrás de la propagación de los incendios forestales". La última declaración no sólo demuestra un pésimo sentido del humor para con los familiares de las víctimas fallecidas, damnificados y agricultores que lo perdieron todo, sino que raya derechamente en la crueldad.

Pero ¿qué grado de responsabilidad tiene la industria forestal como factor facilitador para los incendios forestales? Analicemos los hechos y algunas cifras. En Chile, según datos del Instituto Forestal (INFOR), existen unas 2,3 millones de hectáreas ocupadas por plantaciones forestales exóticas y comerciales de pino y eucaliptos, mientras que la superficie de bosque nativo alcanza los 14,6 millones de hectáreas. Y si sumamos el resto de las áreas silvestres esta superficie alcanza los 18,6 millones de hectáreas. Cifras bastante lejos de la realidad que la ideología del Presidente nos quiere hacer creer, es decir, que nuestro sur está lleno de monocultivos exóticos. Adicionalmente, la industria forestal de plantaciones se ha transformado en el tercer sector exportador del país, aportando hasta 300.000 empleos, directos e indirectos, bien remunerados y con buenos beneficios. Ya puede imaginarse usted a cuánto asciende el número de personas -pertenecientes a las familias de estos trabajadores- que dependen de estos empleos.

Adicionalmente, las plantaciones forestales no son un factor facilitador preponderante para la propagación de los incendios forestales. Un estudio de inflamabilidad de la Universidad Técnica Federico Santa María determinó que dentro de las especies de árboles con mayor inflamabilidad estaban el peumo (nativa), aromo (nativa) y eucalipto (exótica), mientras que dentro de las de menor inflamabilidad estaban el quillay (nativa) y el pino radiata (exótica). En palabras simples, los monocultivos de especies arbóreas exóticas no representan por sí mismas un mayor riesgo de propagación de incendios que el que ya representan las especies nativas. Además, se debe considerar que de los 2,3 millones de hectáreas de plantaciones forestales, la mayor parte (55%) está ocupada por el pino radiata, mientras que sólo un 37% de la superficie plantada se destina a eucaliptos.

¿Por qué se utilizan especies exóticas en vez de especies nativas? En primer lugar, los monocultivos tienen ciclos comerciales de cosecha mucho más cortos, de 25 años en el caso de los pinos y de 12 a 15 años para los eucaliptos. En cambio, obtener madera de bosques nativos tiene una tremenda limitante: un lento crecimiento para llegar a una cosecha comercial que puede tardar 40 a 50 años en ciertas especies como el roble, hasta los 110 a 120 años en especies de rotación larga como la lenga. Y la madera la necesitamos prácticamente para todo: desde embalajes, muebles de diverso tipo, papelería, y en construcción sustentable en fibra de celulosa cada vez más requerida por el público. De hecho, se espera que las necesidades de fibra de celulosa se tripliquen de aquí a 2050 en la medida que el mundo continúe desarrollándose y más personas salgan de la pobreza.

Las plantaciones permiten "quitar presión" a la tala de bosques nativos evitando su extinción, debido a su lenta capacidad de regeneración luego de una cosecha. Segundo, también existe evidencia científica que las plantaciones forestales bien manejadas pueden proveer un hábitat valioso para especies amenazadas o en peligro de extinción, y además pueden contribuir a mejorar la biodiversidad de un área. En tercer lugar, las plantaciones forestales juegan un tremendo rol mitigando los efectos del cambio climático al secuestrar carbono de la atmósfera: según estudios de la ODEPA, en el período comprendido entre 1974 a 1998, las plantaciones en Chile han secuestrado más de 44,5 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2). Las plantaciones forestales, complementando el rol del bosque nativo, cumplen también un rol importantísimo como "sumideros" de carbono. Consecuentemente, resulta lamentable que existiendo hoy -según estimaciones de INFOR- casi 3 millones de hectáreas de suelos con aptitud forestal (es decir, degradados) no se haya renovado el DFL 701, que incluía un sistema de bonificación para promover la forestación, particularmente para apoyar a pequeños y medianos propietarios.

Desafortunadamente, la administración del Presidente Boric insiste hasta la majadería en menoscabar la industria forestal de plantaciones, excluyendo explícitamente a los monocultivos de la ley N° 21.455 de cambio climático, recientemente promulgada este año. Percibo detrás de esto motivos profundamente ideológicos contra una industria exitosa que ha transformado el sur de Chile en un polo de progreso y bienestar para sus habitantes. No es de extrañar que estén en la mira del Frente Amplio y el Partido Comunista dos de las industrias más exitosas que nunca habían existido en la historia de Chile: la industria forestal y las salmoneras. Todo porque tuvieron el "pecado" de crearse en pleno gobierno militar. El objetivo es erradicarlas, no mejorarlas. Juzgue usted.

"Desafortunadamente, la administración del Presidente Boric insiste hasta la majadería en menoscabar la industria forestal de plantaciones (...) Percibo detrás de esto motivos profundamente ideológicos contra una industria exitosa que ha transformado el sur de Chile en un polo de progreso y bienestar".