El hombre que volvió a casa
Ya está en cines la nueva película del cineasta chileno Mauricio Álamo: "Vivir al revés".
Mauricio Álamo es un cineasta de actores y, principalmente, de actrices. Su cortometraje documental "Sin ceder" (1998) es un registro de Bélgica Castro a los 80 años de edad en el que la retratada repasa sus miedos, su relación con Alejandro Sieveking y su amor imparable por un oficio. Su primer largometraje, "La comedia de la memoria" (2008), cruza documental y ficción para indagar en la militancia de la documentalista Carmen Castillo a través de los testimonios de su madre: la escritora y actriz Mónica Echeverría ("Palomita Blanca", "Los deseos concebidos", "La luna en el espejo"). Es un juego de realidades que, de alguna manera, algo nos dice sobre el arte de la representación. Su próxima obra, "Las golondrinas" (2009), reúne a Delfina Guzmán, Mónica Echevarría, Paola Giannini y Myriam Palacios, entre otras actrices, para narrar -con la poética de Vicente Huidobro de por medio- la resistencia de un grupo de obreras despedidas. El aclamado documental "La desmemoriada" (2018), en tanto, es un collage poético sobre Myriam Palacios, actriz que fue progresivamente perdiendo la memoria.
Podría parecer que "Vivir al revés" -actualmente en cines- toma distancia de las obras anteriores dentro de la filmografía de Álamo pero no es así. Aquí también está el trabajo enfático con actrices (en el elenco encontramos a Francisca Lewin, Claudia Vergara y dos habituales del director: María Paz Grandjean y Lorena Ramírez), la preocupación por la memoria -en la forma de fantasmas que se filtran en el presente- y cierto gusto por las maneras en que el tiempo procesa las imágenes del pasado: esto no sólo por las fotografías antiguas que los personajes miran sino también por el hecho, más accidental que planeado, de que la filmación duró alrededor de una década.
Pero hay otro elemento más: la inclinación de Álamo hacia la literatura. Eso explica que el protagonista, o eje del universo, sea el escritor Enrique Giordano, autor de "El mapa de Ámsterdam" (1985), una disección sentimental tan cruda como nostálgica. Y ese es probablemente el gran tema del filme: los espectros del amor y el deseo, condensados en un hombre homosexual que regresa a su hogar del pasado -que está próximo a ser vendido- para reencontrarse con sus hijas que, de alguna manera, lo odian. Como si fuera una casa embrujada, la casi única locación de la película servirá como escenografía de tensiones familiares y espacio íntimo para ensoñaciones. El protagonista, de hecho, tiene una obsesión: está enamorado de sí mismo cuando era joven. O, digamos, de la idea construida sobre su persona en esos años.
¿Puede el deseo propio (un acto de nostalgia ególatra) inspirar una película de amor fantasmagórico? Esa podría ser una pregunta para entender "Vivir al revés", aunque la cinta de Álamo no se limita a una idea. Su apuesta es contemporánea, intencionalmente desarticulada, atmosférica, deudora de Raúl Ruiz, extrañamente humorística a pesar de sus guiños al melodrama. Está dotada de una puesta en escena que le debe tanto al teatro como al cine.
Con su nuevo largometraje, el autor consolida un universo propio y también su condición de cineasta excéntrico (por estar fuera del centro). No es tan fácil encontrar creadores con vuelo propio dentro de una escena marcada por modas, tendencias y fórmulas probadas. Álamo ha construido una obra en los márgenes que, a pesar de todo, se nutre del cine, la poesía y los recuerdos del pasado.
La filmación de "vivir al revés" duró alrededor de diez años.
En resumen
La película cuenta con fotografía de Sergio Armstrong, habitual colaborador de Pablo Larraín.
Por Andrés Nazarala
Fotograma