APUNTES DESDE LA CABAÑA
POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO
Me sigue dando vueltas la confesión del Presidente Boric de que no lee los diarios porque difunden noticias negativas. Además, no aclaró si sólo elude los diarios chilenos o también los del resto del mundo, pues la mayoría porta noticias angustiantes por la sencilla razón de que el planeta no es un lecho de rosas. La confesión, en todo caso, inquieta bastante por lo sintomática. En un régimen parlamentario habría llegado al parlamento y se puede imaginar a la oposición preguntando: De veras, presidente, ¿es cierto que usted no lee los periódicos porque traen malas noticias?
Deduzco de esto que Boric tampoco ve noticiarios de televisión, que en Chile -lo abordé en una reciente columna- brindan amplio espacio a asesinatos, atracos, balaceras, ajustes de cuentas, huelgas, protestas, cierres de empresas, portonazos y actos terroristas, lo cual forma parte de nuestra realidad diaria y parece afectar sensiblemente al mandatario. ¿Será entonces que evade diarios y noticiarios de tv, pero escucha la radio, aunque -por la misma razón que evita los diarios-, le hace el quite en la radio a las malas noticias y a entrevistas a políticos y expertos críticos? Boric no pensaba así en el estallido de 2019, cuando se destacó con incendiarias declaraciones, una vil canción sobre el casco militar, la histriónica actuación ante militares desplegados en la calle para evitar más caos y destrucción, y una deleznable camiseta con la imagen de Jaime Guzmán baleado.
Organizaciones internacionales condenan sus ataques a la prensa y su pretensión de crear instancias gubernamentales que velen por "la verdad" en la información. Lamentan asimismo que su imagen se mezcle con la de dictadores. Pero persiste la interrogante: si Boric no lee medios aguafiestas, ¿cómo se informa sobre Chile? ¿Sólo a través de redes sociales, camaradas, amistades, o medios y políticos afines bajo la condición de que porten buenas nuevas? Me recuerda "El otoño del patriarca", la novela de García Márquez sobre un viejo dictador caribeño, que le pregunta a un asesor por la hora, y este le responde solícito: ¡La que usted ordene, señor presidente!
Supongo que todo mandatario, al leer críticas contra su gobierno, piensa que son injustas, pero los genuinamente democráticos saben que la libertad de expresión es sagrada y evitan polemizar con la prensa y más aun confrontar a los periodistas. ¿Qué hubiese dicho Boric si, durante el estallido, el Presidente Piñera hubiese planteado que no leía los diarios por detestar las malas noticias?, pregunta un destacado periodista nacional, añadiendo que ningún otro mandatario chileno en democracia ha criticado sistemáticamente a la prensa como Boric. Y esto pese que en los medios en cuestión escriben columnistas de diverso color y se entrevista a figuras de gobierno y oposición.
En este marco me explico que Boric haya visitado esta semana a Joe Biden portando -como denunció Rosa María Payá, dirigente opositora cubana exiliada- los reiterados recados que envían los dictadores de Cuba y Venezuela a la Casa Blanca para justificar sus fracasos y perpetuarse en el poder. Que Boric no haya mencionado allí al menos la urgencia de elecciones libres en esos países (el castrismo lleva 64 años sin elecciones pluralistas, Maduro como Ortega reprime a los líderes opositores), sólo puede deberse a simpatías políticas, presiones o, seamos benévolos, desinformación. Lamentable que haya llegado a Washington a defender dictaduras y no aprovechara la cita para abordar los graves problemas que afronta Chile y que Biden pudiera contribuir a superar. Patético que Boric le haya aseverado a Biden que está convencido de que Cuba no apoya a terroristas en tanto no puede recuperar los computadores ministeriales robados ni desarticular el terrorismo en casa. ¿Quién le entregará inteligencia tan desbalanceada?
Pero volviendo a la aversión presidencial a ciertos medios y siguiendo con Cuba: Fidel Castro resolvió este tema estatizando todos los medios y dejando finalmente sólo a Granma, diario del PC de seis páginas, cuyos contenidos visó Castro cada noche hasta poco antes de morir. Quienquiera puede ir a Granma.cu para leer el tipo de prensa apologética que surgió de ese modelo dictatorial: retrato diario del comandante en jefe en portada, mujeres, hombres y niños agradeciendo las bondades de la revolución, inspiradoras noticias sobre el desarrollo de la isla y la Unión Soviética. Las malas nuevas venían (vienen) sólo del "capitalismo en su fase terminal". Se decía en los estados totalitarios: "Cuando la realidad contradice a la teoría, mala suerte para la realidad".
Conozco a gente que prefiere ignorar lo que ocurre en el mundo porque los amarga. Están en su derecho. Pero quien ejerce la responsabilidad de conducir una nación tiene el deber de informarse debidamente. Y digo esto a sabiendas de que los diarios no son la única fuente informativa, pero el criterio de que un jefe de estado y gobierno no lea los medios que traen malas noticias es muy cuestionable y ayuda tal vez a entender por qué un mandatario puede parecer a veces habitar en un mundo paralelo. El poder tiende a confinar a los políticos -no sólo a ellos- en burbujas que comienzan por el vecindario donde viven, el vehículo en que viajan y los "orejeros" y funcionarios que los rodean y seleccionan interlocutores e informaciones. Pocos volarían con una línea en que los pilotos se ufanasen de ignorar los reportes sobre las naves que pilotean para no amargarse la vida.
Queda esperar que el Presidente rectifique su actitud ante la prensa y los periodistas, se sensibilice más con la realidad de los chilenos hoy, que comenzó a perfilarse en gran medida en 2019, y que en campaña prometió cambiar para ofrecer un país mejor. Ojalá alcance asimismo una noción realista de las posibilidades, fortalezas y riesgos de Chile, de su verdadero tamaño y poderío, y de su efectiva capacidad para incidir en los rumbos del planeta, en pocas palabras: de cuánto calzamos. Conviene recordar aquí a José Martí cuando decía: "Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal de que él quede de alcalde…".