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DE TAPAS Y COPAS

POR MARCELO BELTRAND OPAZO, CRÍTICO GASTRONÓMICO
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Llena de imágenes, sabores, aromas y olores, la temporada gastronómica 2023 contempló 38 crónicas de 33 restaurantes, un artículo sobre los corchos y su importancia en la preservación de los vinos, otro sobre la degustación de vinos y sus pasos y tres crónicas de viñas.

Partí en abril, en el Bloom Nikkei y su propuesta gastronómica y coctelería; y seguimos con Mito Restaurante, en el cerro Alegre, con esos locos convertidos en un nuevo plato. En mayo estuve en el Bistró Chez Villard y sus maravillosos quesos franceses elaborados en Casablanca, con unos vinos de ensueño; después con Don Emelio Restaurante y sus platos innovadores, siempre buscando la excelencia, teniendo como norte el mejor servicio y gastronomía.

En mayo fui a Il Paparazzo y conocí de su resistencia constante en Valparaíso. Ellos son unos sobrevivientes y, como tal, cada día mejoran con nuevas propuestas. El bar de gin me quedó pendiente para este año.

Junio lo inicié con Sous Sol en Quilpué y volví a constatar el trabajo del equipo que encabeza Alejandro Paez, pensando siempre, evolucionando gastronómicamente; al Bar Victoria volví como he vuelto tantas veces, y nunca ha dejado de sorprenderme, es todo un clásico en Valparaíso. Seguimos ese mismo mes con Tres Peces y la pasión de todos los que trabajan en él, donde destaco la calidad de su cocina y todo el trabajo que hacen uniendo, haciendo comunidad. Después vino La Caperucita y el Lobo, un restaurante ícono en gastronomía e innovación. Creo que Leo de la Iglesia ha dado con aquellos secretos de la alta cocina, secretos que se degustan y disfrutan.

Terminé el mes de junio sorprendiéndome con el A Mano, Gin & Burgers, y Javi, que es todo un personaje. Son el primer bar de gin y creadores del Gin #420.

Julio llegó con el Cru, el primer bar de vinos de Viña del Mar, toda una novedad en una ciudad turística; una gran propuesta que han mantenido y mejorado durante el año. Espero que hayan llegado para quedarse por mucho. Ese mes también fui al Origami, un restaurante con larga experiencia de comida nikkei que ya se ha convertido en todo un clásico en Quilpué, con César Mellado como su chef y creador.

También conocí en julio la sanguchería Travesía, en 5 Norte 614. Junto a Livio Nattero (su dueño) y Carolina Galleguillos (su administradora) degustamos parte de la propuesta gastronómica, donde los sándwiches son su especialidad. Fue toda una experiencia y un descubrimiento. Cerré el mes en el Mozu, todo un lugar de encuentros de amigos, un espacio para cultivar la amistad.

Comenzamos agosto en el Milamores, el mundo de las milanesas, un restaurante que nadie puede dejar de conocer; después seguimos con el K Bistró, todo un viaje de sabores, aromas y texturas que trajeron de oriente y occidente a Viña del Mar. Agosto también fue de la Cafetería El Molino, en Quilpué, una propuesta que sigue la tradición del café y la buena pastelería, un espacio para hacer un alto entre tanto bullicio cotidiano.

Llegué ese mes al restaurante Donde Willy, a través de una amiga que me lo recomendó y la verdad es que fue todo un descubrimiento, tanto por su alta gastronomía como por el servicio de sus garzones, un espacio ideal para ir y comer lo mejor de la cocina chilena. Lo recomiendo; yo vuelvo una y otras vez. Fue un mes lleno de nuevas propuestas gastronómicas y más, conocí al restaurante Del Barrio, en Valparaíso, justo en la esquina más emblemática del Puerto, avenida Francia con Pedro Montt. Ahí encontré una gran apuesta, tanto gastronómica como de gestión cultural, ya que Del Barrio ha tomado la posta en cuanto al desarrollo de la música y la gestión cultural, uniendo platos y sándwiches, los mejores.

Septiembre me llevó hasta Casablanca, hasta el restaurante Casa Mirador de la viña Casas del Bosque, un espacio idílico en cuanto a vista y a gastronomía, con un equipo que piensa vinos y comida y cómo mejorar la experiencia del visitante. Continué en el Mes de la Patria con la Cocinería Illesca, un espacio ubicado en Freire 928 (al fondo), en Quilpué. Comida chilena, con gran manejo de la técnica, pero sobre todo, una gastronomía llena de identidad y cariño.

Octubre trajo al restaurante Fuego La Ostra, en pleno Reñaca; gran gastronomía, ya que la propuesta de su carta es la unión entre mar y tierra, entre la carne y las ostras, un gran acierto, pero lo mejor, es que hacen las cosas bien, con los mejores productos, por lo tanto, llegan al mejor resultado. Luego volví a Quilpué, al Café con Historia, quizá uno de los más clásicos de la ciudad, en una esquina que se ha hecho tradicional por su café y la excelente pastelería. El Café con Historia reúne, justamente, toda una historia de las personas y de la ciudad, porque al hacer esa pausa tan necesaria durante el día con un buen café, se inicia algo. Felicitaciones a Claudio por ese local.

Llegamos a noviembre y mis pasos me llevaron al Destapas Beer House, ubicado en 5 Norte 231, un espacio para beber las mejores cervezas de Viña, ya que las elaboran ahí mismo, porque el Destapas es también un fábrica de cervezas, por lo que aporta no sólo gastronomía, sino que también cultura cervecera. La semana siguiente continué con la Vinoteca, un lugar ideal para los amantes del vino y la buena cocina, porque la vinoteca es, además de la gran bodega de vinos de Viña del Mar, también un restaurante con alta gastronomía. Todo marida allí: el servicio, los vinos y los platos, una propuesta total que aporta cultura.

Noviembre me llevó hasta los sabores de fusión de Cuzco Sabores, un local que nadie puede dejar de conocer, ya que la atención y la propuesta gastronómica resaltan lo que es la fusión cultural. Con ellos descubrimos lo que somos, es decir, todos migrantes, una cultura que se ha hecho de otras, como capas que se van superponiendo unas sobre otras. Gran aporte gastronómico y cultural.

Terminé el mes degustando en el Costa Mar, con una gran vista y buena conversación. Diciembre, terminando el año, visité el restaurante Caleta Portales, lugar emblemático de Valparaíso, que con ese gran tiburón en la entrada nos da la bienvenida para degustar lo mejor de nuestro mar. Con el mejor servicio y lo más variado de los platos costeros, a este lugar se vuelve una y otra vez. La semana siguiente, un día miércoles, conocí la nueva propuesta de Mauricio Fernández, el Terapia Bar, un lugar para disfrutar de la mejor coctelería de Valparaíso. Acogedor, tranquilo, el Terapia Bar es todo un portento de la mixología. Y ya casi terminando el año, degusté las maravillas del restaurante revelación, el Maestranza Trattoría, donde Joaquín Vera Rabuco da rienda suelta a la imaginación culinaria, uniendo sabores y texturas que hacen que la gastronomía tome nuevos caminos. Creo que este pequeño local es la gran promesa de Valparaíso, nadie puede dejar de ir y probar sus platos. Está ubicado en la subida Carampangue 44, en pleno Barrio Puerto.

Para cerrar el año fui a La Colombina, un clásico. Hoy este restaurante tiene todo para seguir siendo el restaurante que siempre fue, con una vista increíble, con platos de excelencia y con la atención permanente de Verónica Muñoz, una de las socias, que pone toda la energía y el cariño en lo que hace.

Fue un año intenso, lleno de sabores y aromas; mucha conversación y escucha, pero sobre todo, esperanzado. Esperanzado porque los que hacen posible cada uno de los restaurantes que visité y conocí dan todo, todo lo mejor de ellos para elevar la gastronomía nacional. Felicitaciones a todo ellos por su trabajo. Ahora, a seguir con este 2024, que hay mucho que degustar, mucho que conocer.


Recuerdos y recuentos gastronómicos 2023