A un mes: el abandono final de las 3 "lideresas"
Prometieron derechos, cuidados y dignidades. Incluso intentaron distanciarse de Sharp. Pero los resultados terminaron siendo catastróficos.
Hasta que inevitablemente llegó marzo. Y junto con ello la triste constatación de que, pese al horror, las lágrimas y el desastre, la vida sigue. Al menos así se puede ver en los sectores siniestrados por los incendios, con los ministros (incluida la de enlace) repitiendo como un mantra promesas que ya nadie cree, mientras los privados hacen las donaciones y el gobernador Mundaca es quien se desloma consiguiendo más plata con sus pares para quién sabe qué porque nadie toma una decisión. Pero la ayuda real no llega: todos paralizados sin ejecutar nada y el plan de reconstrucción que ya fue pateado para fines de mes. Es decir, a treinta días de la catástrofe, no hay ninguna urgencia por la emergencia. Una calamidad.
Termina el Festival de Viña (ese del "tinte solidario", aunque nadie sepa en qué consistió eso salvo por un par de menciones, algunos damnificados invitados al palco y la penosa pancarta que más busca evadir responsabilidades que otra cosa), vuelven las clases y el apuro, y solo queda la amarga certeza de que seguimos siendo los mismos de siempre. Que nada cambió en esta Región después de 134 muertos y el peor incendio de su historia. Lo que ayer fue el compromiso por el desastre ambiental de Quintero (¿se habrá enterado el Gobierno de que su delegado especial para esa zona renunció para irse a trabajar a la Municipalidad de Quilpué?), hoy es la emergencia por los damnificados, la cual pronto desaparecerá para dar paso a una reconstrucción que, bien sabemos, nadie tiene idea de cómo, dónde y cuándo será. Eso, si es que efectivamente se termina haciendo. Ya vimos cómo el Concejo Municipal tuvo que comprar carpas para evitar la indignidad de dormir a la intemperie y los vecinos protestaron ayer por su indignante abandono.
A veces, como en los tiempos del fallecido Sebastián Piñera y de Michelle Bachelet, uno puede entender que los gobiernos se acaban de facto cuando ocurren las grandes crisis (estallido social y Caval, en sus casos). Con el Presidente Boric se quiso fijar ese hito en la derrota del primer proceso constituyente, pero lo cierto es que, más allá de La Moneda y sus tristes delegado(a)s presidenciales regionales, esta vez con el incendio parecieron acabarse las administraciones de Macarena Ripamonti, en Viña del Mar, junto a las de sus colegas de Quilpué y Villa Alemana, las que lastimosamente ya no pueden ofrecer mucho más que abrazos, palabras vanas y uno que otro reel ingenioso de Instagram. ¿Fue un error confiar en las promesas de la fiebre octubrista? Parece que sí. Nunca tuvieron la experiencia, los equipos, las ideas, menos las herramientas y, aunque duela decirlo, la capacidad. Con la simple voluntad no alcanzó. Es cierto, el Gobierno también las abandonó, el Presidente se fue de vacaciones y dejó que el proceso se politizara de la mano de Camila Vallejo. La alcaldesa Javiera Toledo habló de "las tres lideresas", refiriéndose a sí misma, Ripamonti y Valeria Melipillán, que ellas podían hacerse cargo. Sonará machista, pero nunca estuvieron a la altura y el precio a pagar fue demasiado alto.