La víctima número ciento treinta y cinco
¿Por qué nadie toma decisiones respecto de la ayuda a los damnificados? El otoño llegará en exactamente diez días. ¿Sabrá el Gobierno que el 20 de junio será el turno del invierno?
Cuesta entender por qué el Gobierno y los municipios se perdieron en el tráfago de la emergencia sin ningún sentido de urgencia y terminaron concentrándose en bonos, subsidios, carpas y ollas, sin tomar ninguna decisión trascendente sobre la ayuda y la reconstrucción. Es solo cosa de visitar las zonas siniestradas y conversar con los damnificados para darse cuenta de que nadie tiene claro nada. ¿En qué sectores se puede reconstruir o no? ¿Para qué zonas habrá viviendas de emergencia? ¿Existe la posibilidad de arriendos transitorios? Si ya llevo casi 40 días esperando y, junto a mi familia y vecinos, volví a levantar mi casa, ¿corro riesgo de demolición cuando algún gris funcionario determine que eso no estaba aprobado? ¿Cómo ocupo las ollas que me traerá la Municipalidad? ¿Acaso debe prender un brasero dentro de la carpa? ¿De qué me sirven las mochilas y útiles escolares del ministro Cataldo si no tengo cómo lavarle la cara a mi hijo para que vaya a la escuela? Llevo un mes durmiendo en el auto. ¿Sigo así o alguien me explicará qué hacer? ¿Es verdad que los falsos damnificados se están llevando el grueso de los bonos? Mi guagua tiene tos. ¿Alguien podrá verla? Me siguen llegando las cuentas del agua y la luz. ¿Tengo que pagarlas? Anda gente rara rondando por las noches. ¿Sabe usted si los Carabineros harán rondas ahora que se van los marinos? ¿Instalarán las luminarias que prometieron? ¿Es cierto que, como dicen, todo esto es culpa de las inmobiliarias?
Así, con el Gobierno tomándose todo el tiempo del mundo, los colaboradores del ex Presidente Piñera no sólo elaboraron un plan de reconstrucción, que presentaron a mediados de febrero en La Moneda, sino que ya comenzaron a desplegarse en la zona, con visitas a los cerros, y harán la bajada regional de la citada propuesta el próximo jueves en la sede de la CChC de calle Viana.
Pero, mezquindades políticas aparte, acá hay una amenaza mucho mayor que Karla Rubilar o Iván Poduje, cual es -como bien dijo la dirigenta María Tapia del comité de Villa La Pradera del campamento Manuel Bustos- la proximidad del otoño y sus vientos, para dar paso al invierno y sus lluvias. ¿Qué ocurrirá cuando, por ejemplo, un brote de virus sincicial, influenza o adenovirus se instale en los campamentos de carpas de los sectores altos de Viña del Mar y Quilpué? ¿Quién mirará a esa madre a los ojos si, Dios no lo quiera, debemos enfrentar el fallecimiento de la víctima 135 sencillamente porque, como país y sociedad, no fuimos capaces de darles las condiciones mínimas de cuidado a los miles de damnificados a quienes dejamos durmiendo en carpas y comiendo en ollas comunes mientras nos dedicamos a hacer política en los campamentos y pelearnos por quién ejerce o no de vocero o ministra de enlace? ¿También le echaremos la culpa a Senapred? ¿O, mejor aún, le pondremos otro nombre?