Nuevamente los complejos accesos a Viña del Mar y Valparaíso mostraron su peligrosidad, precariedad y obsolescencia. Y, quizás, su mal diseño. Tanto el camino La Pólvora, con sus costosas conexiones al puerto, como la vía Las Palmas, son rutas complicadas, con pendientes, curvas, puentes y túneles, todo ello en un escenario de cerros y quebradas propio de nuestras ciudades costeras.
Las víctimas fatales y los numerosos heridos del accidente del martes en Las Palmas es reiteración, con mayores y dramáticos niveles de gravedad, de casos frecuentes, como los ocurridos ayer.
No se pudo culpar el martes a la niebla, a la falta de visibilidad o al pavimento húmedo. Hay que partir del hecho que la catástrofe ocurrió en un escenario de congestión provocado por el corte de tránsito de una de las vías cercanas. Esa realidad, al parecer, no fue tomada en cuenta por conductores que no mantuvieron velocidades prudentes de acuerdo a esas condiciones. Así, un camión con sobrecarga, supuestamente fuera de control, habría gatillado el choque en cadena que desató un infierno de fuego y hierros retorcidos.
Caben tras esta tragedia varias preguntas incómodas. ¿Existe un efectivo control caminero y/o urbano del peso de la carga que transportan los camiones y su relación con la capacidad de los vehículos? ¿Hasta qué punto son efectivas las revisiones mecánicas que realizan las plantas autorizadas a los vehículos? ¿Se hacen controles aleatorios de buses y camiones de gran volumen? ¿Se respetan los límites de velocidad en un tejido de vías peligrosas como La Pólvora y Las Palmas? ¿Hay señalización adecuada y bien mantenida? ¿Existe alguna relación entre el bloqueo del cercano troncal urbano por alumnos de la Universidad Santa María con la catástrofe? El intendente subrogante, Jorge Dip, se apresuró en desvirtuar esa posibilidad. Antecedentes tendrá para esa afirmación.
Estas y otras preguntas exigen respuestas sinceras, técnicas y efectivas, sin elusiones ni temores. Es mucho el dolor que hay tras los hechos del martes; a las víctimas fatales se suman lesionados de difícil recuperación y, además, cuantiosos daños materiales.
En un escenario vial complejo, con 169 mil vehículos en circulación, número en constante crecimiento, no cabe eludir respuestas que pueden contribuir a salvar vidas y a realizar las rectificaciones y obras que resguarden la seguridad y la fluidez en nuestras calles y caminos.
Quizás, un par de preguntas más surgen tras esta tragedia: si el seremi de Obras Públicas asegura que la vía Las Palmas está obsoleta, ¿por qué no se ha hecho algo por mejorar realmente esta vía en los últimos años?, ¿qué autoridad responde tras esas categóricas declaraciones del seremi MOP?