La ceguera moral
La diversidad y el pluralismo son virtuosos. Por una parte, responden a valores enaltecedores de la condición humana, y por otra, producen efectos sociales, culturales e intelectuales indiscutibles. Sin embargo, en los últimos años se han venido instalando algunos discursos en favor de la intolerancia, la construcción de muros y de rechazo a los inmigrantes, hemos vuelto a saber de violencia por motivos religiosos, también ha surgido un sectarismo político más agresivo, que lleva a un deterioro crecientes de las formas cívicas de relación entre los adversarios políticos e incluso entre los estados.
No es necesario dar ejemplos pues a diario tomamos conocimiento de hechos que dejan ver esa tendencia. Una hipótesis explicativa es que asistimos a una regresión cívica y cultural que tiene su causa en los ambientes de escasez e inseguridad en que viven todavía millones de seres humanos. Por qué habríamos de esperar que viviendo bajo esas amenazas, tales comunidades pudieran todavía guardar las formas y ocuparse ellas de promover las elevadas conquistas del pensamiento filosófico y moral. Resulta ciertamente paradojal que cuando hemos logrado las más altas capacidades tecnológicas e industriales para producir alimentos, tanto como para garantizar que nadie pase hambre, para organizar las economías más poderosas y generar la mayor riqueza, a la vez deambulen por el planeta muchedumbres desamparadas ante la miseria e inseguridad de su propia vida o integridad. Naciones Unidas ha señalado recientemente que 20 millones de personas corren el riesgo de padecer hambruna en Sudan del Sur, Somalia, Yemen y el noroeste de Nigeria. Se trata de la mayor crisis humanitaria desde 1945, según el relato que consta de un informe al Consejo de Seguridad.
Las relaciones económicas y las formas de distribución son las responsables de esta situación. Los obreros que en Europa o Estados Unidos apoyan fórmulas nacionalistas o populistas, no lo hacen porque hayan tenido un retroceso hacia formas primitivas de la convivencia humana. Los inmigrantes que amenazan los puestos de trabajo de aquellos lo que buscan simplemente son las condiciones de dignidad que no han podido lograr en sus países de origen. En consecuencia, en la conducta de unos y otros hay razones suficientes para comprender sus motivaciones, pero también para encontrar las respuestas que necesitamos. Nuestra tarea no es otra que construir un nuevo orden de relaciones económicas, que no es lo mismo que acabar con la globalización, sino superar esta ceguera moral de la modernidad economicista, de que nos hablara el sociólogo Zygmunt Bauman.
Aldo Valle
Rector Universidad de Valparaíso