La situación vivida la noche del martes de esta semana, en la Parcela 11 de Forestal, donde un comerciante dio muerte a un joven que había entrado a su negocio a robar dio pie a una nueva discusión sobre cuándo la justicia debe aplicar el argumento de la "legítima defensa" a una persona que tras ser agredida o asaltada en su vivienda o trabajo da muerte a otra.
En este caso, la Fiscalía, a través del persecutor Pablo Avendaño, argumentó ante el tribunal que "todos, incluyendo las víctimas, tenemos límites, la sola calidad de víctima no puede justificar que tengamos este tipo de reacción. En este caso dar muerte a otra persona". De hecho, la solicitud del Ministerio Público fue pedir la prisión preventiva mientras dure la investigación por considerar al asaltado (posterior agresor) como un peligro para la sociedad. La pena puede llegar a los 13 años de cárcel a lo que se suma que el arma utilizada no se encontraba debidamente inscrita.
En tanto, el defensor del comerciante, Cristián Sandoval, aseguró que "ante una situación como esta, la reacción de la persona es tratar de defender su patrimonio, tratar de defenderse a sí mismo y defender también a su pareja; desde esa perspectiva hay una agresión, hay una racionalidad en el medio que él emplea para defenderse".
Claramente, como en muchas leyes, los parlamentarios o el Ejecutivo tienen la palabra para explicar por qué una ley puede tener tantas interpretaciones. Pero más allá de esta arista legislativa, bueno es analizar el origen de la legítima defensa. Es decir, cuándo surge la necesidad de emplear un arma u otro elemento para intentar evitar una agresión un robo.
Puede que el fiscal tenga razón en el hecho de que deben existir límites o el defensor, en el sentido de que el comerciante estaba protegiendo lo suyo, lo ganado con mucho trabajo y su familia. Pero, por qué el comerciante debe tener un arma (más allá de que esté inscrita o no) escondida en su negocio o casa. Cuándo surge esa necesidad. Esa es la pregunta que como sociedad debemos, necesariamente, hacernos... no sólo por este caso, sino por otros muchos que ocurren diariamente en este país.
Al igual del por qué el comerciante debe estar armado, está el cuestionamiento del por qué un joven de 16 años debe estar delinquiendo, arrebatando lo que no es suyo quizás con qué fin.
La discusión de la "legítima defensa" dejémosla para los legisladores, pero como sociedad debemos analizar el por qué estamos llegando a estos niveles de inseguridad y qué estamos haciendo para revertirlos.