En nuestras escuelas, entre profesores, directivos, padres y apoderados, se ha instalado una conversación permanente sobre convivencia escolar, que apunta a dos efectos muy relevantes para el país: por una parte, un adecuado clima de convivencia en la escuela incide de manera directa en la calidad del proceso educativo, pues resulta lógico entender que puede generarse aprendizaje de calidad cuando se perciben ambientes donde los niños y niñas asisten felices y los profesores se encuentran motivados y tienen gran cariño por sus alumnos. Por otro lado, esta conversación sitúa un proceso de mejora inmediata y directa de la calidad de convivencia en la sociedad, contribuyendo también a nuestro convivir diario entre chilenos y chilenas, resolviendo los conflictos propios de las comunidades.
Como Superintendencia de Educación estamos propiciando conocimiento para la generación de herramientas desde las escuelas, para que resuelvan formativamente los conflictos, aprendiendo de ellos y así nutrir los procesos formativos en sus comunidades educativas. Los educadores sabemos que en toda comunidad escolar siempre habrá diferencias, la clave no está en la negación, sino en cómo se resuelven, para aprender de ellas.
Los nuevos desafíos que enfrenta Chile y nuestras escuelas en materia de diversidad hace urgente avanzar en inclusión: generar condiciones para que cada niño o niña desde su ser sea parte cabal del proceso educativo. Chile es cada día más diverso y nuestras escuelas son cada vez más heterogéneas gracias a la implementación del acceso universal, los procesos de inmigración y el creciente ejercicio de respeto a todos.
El esfuerzo, entonces, debe encaminarse hacia generar en las escuelas las capacidades y potenciar las competencias y recursos existentes para que todos sean parte plena del proceso educativo desde sus individualidades y fomentar los soportes institucionales de las escuelas para procesar conflictos.
Trabajamos día a día en acercar herramientas y capacidades para contar con proyectos educativos inclusivos, con manuales de convivencia construidos con todos. Esto es, abordar la convivencia escolar de manera formativa y participativa, integrando todos sus conocimientos y apoyos a la globalidad del quehacer escolar, pues cuando hay un problema, es la comunidad completa la que lo tiene y debe hacerse cargo de su resolución formativa.
Si miramos el trabajo en inclusión y convivencia, vemos el corazón del desafío: hace décadas el nudo central era el acceso, luego fue el tiempo y la infraestructura, hoy el desafío está mediado por la convivencia y la inclusión como un sustrato relacional para el logro de resultados integrales en la entrega de una educación de calidad.
Pablo Mecklenburg Bravo
Director regional de la Superintendencia de Educación