Las vacaciones de verano son el momento preferido por la mayoría de las familias chilenas para abordar un avión, un bus o el propio automóvil con el objetivo de viajar largas distancias hasta el lugar previamente escogido para descansar, divertirse y reponer energías después de un año repleto de obligaciones laborales y hogareñas.
En el caso de aquellas familias con hijos pequeños, en especial cuando son menores de entre dos y cinco años, este tipo de travesías suele causar inquietud a los padres o adultos responsables de los mismos, ya que asumen por adelantado que tendrán que lidiar desde el primer momento con más de una rabieta, malestar, llanto, descontrol o comportamiento hiperactivo asociado a la incomodidad que naturalmente genera en los niños -independiente de su habitual personalidad- el hecho de estar confinados durante varias horas seguidas en un espacio reducido y que a veces también presenta condiciones ambientales inadecuadas para ellos.
Vislumbrando esa realidad, cada vez son más los progenitores que -para aminorar eventuales complicaciones e inconvenientes-, una vez abordado el medio de transporte elegido para el viaje optan por suministrarle a sus hijos dosis de algún fármaco con propiedades sedantes a fin de tranquilizarlos o inducirles el sueño y, de esa manera, hacerle más grata y apacible la experiencia a todos los involucrados y, también, a las personas que los rodean.
Efecto paradojal
Este proceder, sin embargo, despierta suspicacias entre los especialistas, que -por lo general- no lo recomiendan por considerar que ese tipo de medicamentos tiende a generar efectos secundarios no deseados que se escapan de lo estrictamente terapéutico y, por tanto, lejos de ser una solución efectiva e inocua pueden derivar en una serie de reacciones y cuadros complejos de enfrentar.
Para el pediatra Gustavo Ríos Rodríguez, director del Departamento de Pediatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso, quien en esta época del año recibe cientos de llamadas de parte de padres y madres que desean saber qué remedio le pueden dar a sus hijos para que no molesten durante un viaje largo, esta opción es una mala idea y, como tal, debe ser descartada.
"Muchos recurren a antihistamínicos como la hidroxicina y la clorfenamina, que son antialérgicos con propiedades sedantes. El tema es que estos medicamentos cada vez se usan menos, porque traspasan la barrera hematoencefálica y pueden tener efectos paradojales, sobre todo en menores de cinco años, ya que a veces producen irritación, excitación, temblores, taquicardia y hasta convulsiones. En otras palabras, su uso no es gratis", sentencia el médico.
Otra sustancia muy solicitada -y más cuando se trata de viajes en avión- es la melatonina, un derivado de la glándula pineal que induce el sueño. Ésta también puede tener efectos no deseados en los niños.
"Pocos saben que la melatonina se inactiva con la luz (natural y artificial), lo que a su vez implica pantallas de celulares o equipos electrónicos. Por lo tanto, si no hay oscuridad total y permanente durante el trayecto, lo más probables es que el resultado buscado sea el inverso: comportamiento errático y alteraciones del patrón del sueño del niño, entre otras cosas", asegura el doctor Ríos.
Fácil acceso
El uso de este tipo de fármacos se ha extendido en Chile, entre otras razones porque se trata de productos de fácil acceso y que se venden sin receta, al punto que se encuentran en la lista de los medicamentos más consumidos por los niños y adolescentes de nuestro país, junto con los analgésicos, ansiolíticos y antidiarreicos, y como tal figuran como causa principal de intoxicación entre los jóvenes.
En efecto, la Organización Mundial de la Salud ha señalado en reiteradas ocasiones que, a nivel global, el 70% de los medicamentos infantiles que los padres suministran a sus hijos se utilizan en procesos considerados banales y carentes de valor terapéutico. Es decir, se los emplea sin necesidad y no producen los efectos deseados.
Lo adecuado
Por todo lo anterior, está claro que es un error intentar sedar o tranquilizar a los niños en los viajes de largo aliento y menos en plena travesía, porque, además, es posible que ellos sufran reacciones inesperadas frente a las cuales los padres no van a saber qué hacer. Tampoco es beneficioso darles compuestos orgánicos -como pasiflora o agua de melisa- ni menos golosinas, bebidas azucaradas o alimentos de difícil digestión, como las frituras y las carnes rojas.
"Lo que yo sugiero hacer con los niños pequeños que deben viajar por más de dos horas es modificar lo menos posible la rutina que siguen en casa, en cuanto a comidas, sueño y vigilia. Asimismo, se les debe llevar su juguete favorito o darles uno nuevo justo antes de subirse al avión o al bus, algo novedoso, o lápices para que pinten, para que así se entretengan. Es decir, hay que prestar atención y conocer bien su comportamiento. Respecto de los aparatos electrónicos, es preferible evitarlos y si eso no es posible, utilizarlos de manera dosificada", afirma el director del Departamento de Pediatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso.
"Lo que yo sugiero hacer con los niños pequeños que deben viajar por más de dos horas es modificar lo menos posible la rutina que siguen en casa"
Gustavo Ríos Rodríguez, Médico pediátra"
Otros consejos
En el caso de viajes con niños menores de dos años, lo recomendable es llevar siempre a mano algo para que ellos puedan chupar y les ayude a regular su ánimo, especialmente si es un viaje en avión. Por ejemplo, una mamadera con jugo o agua, un chupete y algo de gelatina. Para los niños que están aprendiendo ir al baño, lo mejor es colocarles un pañal solo durante el trayecto, para evitar que se mojen y haya que cambiarlos, lo que siempre resulta complicado si se están en movimiento o en espacios reducidos.
Dr. Gustavo Ríos Rodríguez,
director del Departamento de Pediatría de la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso.