Son cerca de 40 mil familias en Chile que viven en campamentos, alrededor del 25% concentradas en Viña del Mar y Valparaíso; la mejora socioeconómica del conjunto del país ha hecho que estas preocupaciones y en general las de los más pobres, que no han experimentado el desarrollado económico del país al mismo ritmo, resulten marginales para la mayoría de los votantes. Es cierto, que se han realizado avances, pero nunca es suficiente. Debería ser el gran tema país y provocar escándalo que alguien pueda "nacer y morir" en la miseria.
San Alberto Hurtado, nuestro Padre Hurtado, se preguntaba en 1941 en su libro "¿Es Chile un país católico?". Hoy, en tiempos distantes de la religiosidad, quizás llegue más reformular la pregunta y señalar ¿es Chile un país humano, justo y solidario?
Podría uno a veces cuestionarse, pero ¿acaso no hace algunos años no tenía nuestro pueblo una vida más dura que ahora? Sí, eso es cierto, pero hay sectores que, gracias a Dios cada vez son menos, siguen entrampados en una línea de alta vulnerabilidad, ahí donde las tesis liberales más extremas o hablar de emprendimiento parece una broma de mal gusto.
El programa del Presidente Piñera contempla abordar este desafío mayúsculo, tomando en cuenta la situación de las 40 mil familias que viven en los más de 700 campamentos que hay en el país, sumado a las necesidades de las más de 1,3 millones de personas que habitan en condominios de departamentos con altos niveles de deterioro físico y social. En lo específico está contemplado el programa "Chile sin Campamentos", priorizando a quienes viven en asentamientos irregulares y reduciendo la entrada de nuevas familias, acogiéndolas de manera anticipada.
Mucho se habla de justicia social, pero se olvida que toda justicia es social, ya que el concepto de justicia implica procurar que los individuos se ajusten entre sí en el interior de la comunidad. Por otro lado, desde Hobbes se ha instalado la falacia que los derechos emanan de la condición de persona, es decir, por ejemplo: "Tengo derecho a una casa porque soy persona", en circunstancias que gozo del derecho a vivir en una casa porque tengo una escritura que me da derecho a vivir en esa casa. Todo aquello, no se opone a la dignidad originaria que nos concierne a todos por el solo hecho de ser humanos y al deber de justicia distributiva que tiene el Estado. Qué duda cabe, ni la mejor y más bien intencionada política pública tendrá éxito si se descuida el alma y espíritu de las personas, preponderancia que ha destacado, entre otros, el psiquiatra Víctor Frankl, al entender que el pilar fundamental del existir es encontrarle sentido a la vida y tener clara su finalidad.
A riesgo de sonar impopular, por cierto no en la ruta del aplauso fácil, y sólo en mi calidad de ciudadano, llamo a todos a asumir que estos son los reales temas valóricos prioritarios y no aquellos de minorías y que cómodamente pueden discutir ideas en torno a un café. En el ya crudo invierno chileno, hay tal vez quien no pueda levantar la voz el próximo año, porque simplemente no estará vivo.
Cristián Jara B.
Abogado