al poeta le vinieron pocos recuerdos de su infancia. No recuerda ni el cuerpo de su madre ni de su padre, ni tampoco el de sus hermanas. "Son como sombras", señala.
Aunque anota en la primera hoja de Cabro chico, sus memorias de infancia, "de partida descubrí: no se recuerda así no más", Claudio Bertoni dice que no hizo nada específico para recordar. Solo pensó en esos días lejanos y se apoyó en ciertos datos precisos, como saber que en calle Ramón Carnicer vivió hasta los cinco años y en Cirujano Videla entre esa edad y los trece.
Cree que en la fotografía que va impresa en la tapa de Cabro Chico (Lumen) debe tener entre cuatro o cinco años y de ese mismo período data su primer amor: la señorita Teresa, una rubia de treinta años que vivía en la azotea de su edificio.
Cuenta el poeta que a medida que recordaba, descubría nuevos momentos. Pero, lo que más constataba al revisar el pasado eran esos "huecos enormes" sin memoria.
"No me acuerdo nada de mi mamá ni de mi papá, de sus cuerpos. Ni de mis hermanas. Son como sombras, me acuerdo de pocas cosas y algunas bastante nimias", confiesa.
-Habla de su tía Nena como "un giro de la memoria que no se dejó dominar". ¿Cómo fue eso?
-Eso es algo raro, porque mi tía Nena es alguien que no significó nada para mí, la vi poquísimas veces y aparece en mi memoria en esa fiesta de noche, en esta sala iluminadísima y ella en el centro, súper blanca, con una sonrisa radiante debajo de una lámpara de lágrimas, y la luz en el mantel, la gente grande.
-En esa fiesta está oculto en el pasillo oscuro diciendo "me las van a pagar".
-Sí, eso es rarísimo también. Hay que preguntárselo a Sigmund Freud.
-La estaban pasando tan bien y usted, tan aparte.
-Yo me levanté de noche nomás, él que podría ahondar bien en esto es un sicólogo, porque es como dices tú: ellos están en el resplandor y yo en "me las pagarán". ¡Imagínate, un pergenio de cinco años!, ¡y no me estaban haciendo nada!
-¿Y el episodio en que le tijeretea el vestido a su mamá?
-Ahí sí que tienes que llamar al doctor Freud. Son como celos de cabro chico, pero con qué derecho mi madre, el amor de mi vida como para muchos, va a ir a esta fiesta con este súper vestido… Yo no sé todavía cómo me atreví. Me siento en verdad como un poco orgulloso de haberlo hecho para serte franco, de haber sido tan loco.
-¿Cree que esas pulsiones formaron al amante que es?
-Es muy probable. Eso es clarísimo. Y está el hecho de que me haya enamorado por primera vez como a los cuatro o cinco años, y de una señora. Su cara no la veo en absoluto, pero sí su pelo largo y rubio. Yo soñé que me besaba la señorita Teresa, me acuerdo que tenía un pololo bombero, del que seguramente sentí celos también.
-¿Por qué recordamos ciertas cosas y otras no?
-No tengo ni la más remota idea, no me lo he preguntado jamás, nunca he pensado en eso.
Ancladas en el hoy
Bertoni cuenta que cuando estaba escribiendo se metían momentos del presente que vivía. Entre algunos, la muerte de Nicanor Parra y la del Divino Anticristo, de quien incluye un texto íntegro como homenaje. "Le tenía mucha onda, le compré hartos textos", explica sobre el célebre vagabundo y detalla que cuando se dio cuenta de que estas memorias también estaban ancladas en el hoy, la escritura fluyó fácil y le encantaron esas elipses que se forman en el relato.
-¿Soñó mucho o poco durante estos ejercicios de la memoria?
-Ahora que me preguntas y lo pienso, nada especial. Y yo siempre sueño mucho.
-Desliza por ahí que en el año 1968 había empezado una "nobela", con b.
-No la he podido encontrar y es terrible. En esa época estaba de moda la nueva novela francesa, que era sobre la mirada: Alain Robbe-Grillet, Michel Butor, Nathalie Sarraute y Claude Simon quien realmente me sorprendió, creo que era el mejor. Lo que estaba escribiendo era como en esa onda, tenía una fijación en el texto. Era como una gota de lluvia que venía cayendo y la novela era todos los reflejos que había en esa gota, mira qué idiotez más grande.
- Como un texto fractal.
- Algo así.
- Me sentí identificada con su recuerdo de la lavaza y el cepillo de dientes porque también recuerdo ese tipo de impresiones cotidianas. ¿Por qué cree que permanecen?
-El poder de lo ínfimo. Me siento súper orgulloso de esos recuerdos pequeños, ese que mencionas tiene que ver con la música, porque me gustaba el sonido que hacía el mango del cepillo en el vaso de baquelita donde metía la espuma, era como: chop, chop, chop.
-¿Por qué leía el diario de Raúl Ruiz mientras escribía "Cabro chico"?
-Sólo fue una coincidencia, justo me había llegado el libro de regalo. Me interesó además porque el gallo tiene una cabeza enorme, estaba en mil partes al mismo tiempo, me entretuvo y sorprendió mucho.
-¿Cómo se entiende su frase "teoriza, come y bebe demasiado" respecto a Ruiz?, ¿Es un reparo o solo una observación?
-Está entre reparo y observación, es como una pequeña ironía. Yo tengo una tendencia como al ascetismo. Me gusta Diógenes, los tipos que han vivido sin nada, parcos. Yo soy muy frugal, le tiro agua caliente a unas lentejas y después me las como, no tengo para nada la cosa del placer de comer y todo el hueveo, yo quiero comer en diez minutos y que se acabe la cuestión, detesto los asados. Ruiz era un gourmet, su paladar era una cosa importantísima para él.
-Los episodios del colegio y la sangre en el brazo que te hacía doblar de dolor muestran lo mal que lo pasaba allí. Y esa es una experiencia que muchos viven. ¿Ha conocido gente que haya sido feliz en su colegio?
-De mi época no, pero he conversado con sobrinos y ya tenían mejores recuerdos. Y unas sobrinas nietas, la Natalia y la Laura, van corriendo felices al colegio, les encanta. Yo detesté los diez años que pasé en el Liceo Alemán.
-Es muy bonito ese episodio en que va junto a un amigo arriba de una micro y experimenta una total complicidad. ¿Ha vuelto a sentir ese tipo de amistad?
-Es muy extraño lo que pasó con ese niño porque fue tan fugaz, fuimos amigos durante tan poco tiempo, de hecho no estábamos en el mismo curso. Pero vivimos una epifanía simultánea arriba de la micro. Íbamos de vuelta del colegio medios cansados, somnolientos como a eso de las dos de la tarde y el chófer creía que estaba en Indianápolis porque aceleraba, enganchaba y frenaba como loco. Y con mi amigo no decíamos nada, y de repente pasa al lado una micro que yo creo que en la otra cuadra se descuajeringaba entera. Era como flaca y media chueca y en vez de rugir pasó con una especie de: "rrrrrrrrrrrr", ¡súper rasca!, ¡y nos pasó! Nos miramos con Juan Carlos en una chispa de comunicación y nos morimos de la risa.
-El paisaje de Concón ha estado en su retina desde hace muchos años. ¿Qué se mantiene intacto de esas dunas por las que caminaba hace más de medio siglo, por allí por 1956?
-Es terrible, Concón parece Nueva York con todas esas torres. Yo andaba con mi primo Américo y una perrita que teníamos, y llegábamos por las dunas hasta Reñaca. Lo que pasa ahora me hiere, esa tontera del motocross es lo peor, las 4x4 y les ha dado que es nieve y se tiran para abajo, las dunas se están achicando.
-¿Hace el recorrido entre La Boca y Ritoque como cuando recogía zapatos?
-Hace mucho, mucho tiempo que no voy a La Boca. Mi vida en los últimos cuatro años es harto Viña, porque duermo en la casa de mi mujer. Me levanto y voy a un café donde leo y escribo y después me voy a Concón, hago otras pocas cosas y vuelvo a Viña en la noche.
-Ya no camina por la orilla del mar.
-Hace mucho tiempo que no lo hago, pero es curioso que lo menciones, lo tengo entre ceja y ceja. Quiero empezar a hacer eso: me quiero comprar un buzo y empezar a caminar.
Claudio Bertoni vive desde hace cuarenta años en una cabaña de concón.
Claudio Bertoni
Editorial Lumen
100 páginas
$8.000
"Cabro chico"
Estación terminal tren asientos de palo parque Bustamante rumbo a Puente Alto primero después San José de Maipo y al fin El Volcán.
*
Creo que no queda absolutamente nada excepto la tía Nena yo y el cordelito encima de la cuna con peste cristal una especie de funicular que había inventado la Berta y las moscas una especie de dulzura en todo caso allí lejos la ventana rectángulo luminoso sobre los parques Balmaceda y Bustamante y el Froilán ebrio mi tata mutis por el foro mi mami le hacía el peso gritaba la Ernestina sufría o no sufría cómo saber y la risa de la señora de don Enrique Silva esa noche yo escondido y odiándolos a todos no sé por qué y la señorita Teresa y su pololo bombero y su moto Indian concho de vino un día tomé un vaso le dije que lo quebraría lo dejaría caer sobre las baldosas frente a la chimenea Bruno dijo con una sonrisa sin pensamiento ni memoria o intención que lo quebrara y lo quebré, ¿cuántos millones de horas hará? Nadie nunca sabrá.
*Corríamos con mi hermana Carmen por el hueco de los patios de luz / Yo no la dejaba pasar y pensaba que tenía razón (yo)/ Ahora me doy cuenta: no la tenía (no era justo legal ni competitivo).
*
Mi memoria
(Ya)
No reconoce
Lo que recuerda.
*
"La escritura debe pasar sobre mi cadáver" (como rezan la ofensa y su defensa).
*
Trencito Gath y Chaves sin zeta es simplemente una vitrina monumental en la tienda top del Gran Santiago.
*
Le dije a la señorita Teresa: "Soñé que me daba un beso" y en vez de besarme dijo: "Mírenlo al perla". ("No le hace", diría un cuate).
El "Cabro chico" que
Bertoni lleva por dentro
Por Amelia Carvallo
"Ellos están en el resplandor y yo en "me las pagarán". ¡Imagínate, un pergenio de cinco años!, ¡y no me estaban haciendo nada!"
Gustavo Alvarado
Del libro "Cabro chico"
Por Claudio Bertoni
Gustavo Alvarado
"Me gustaba el sonido que hacía el mango del cepillo en el vaso de baquelita donde metía la espuma, chop, chop, chop"