"Consideramos que el proceso de participación ciudadana fue bastante positivo"
Felipe Riesco
Subsecretario del Medio Ambiente, por Plan de Descontaminación para Quintero, Puchuncaví y Concón
"Hemos estado facilitando las conversaciones de forma diaria"
Jorge Martínez
Intendente regional, por conflicto portuario
Hacía tiempo que no se experimentaba un ventarrón tan recio como el de ayer. De las 3 hasta las 6 de la tarde estuvo en toda su fuerza azotando la ciudad y cerros y particularmente en la bahía. La carga y descarga debió interrumpirse porque era imposible trabajar sin el peligro de perder mercaderías y embarcaciones.
Desde Florencia, Italia, se informó ayer la muerte del gran escultor chileno Nicanor Plaza, quien ha sido uno de los más brillantes artistas nacionales. Entre sus creaciones más notables están "El tambor" y "El soldado chileno no se rinde", aunque su obra maestra es "La Quimera", bellísima escultura llena de poesía y sentimiento.
Nuestro país ostenta uno de los índices más altos del mundo de mortalidad en las rutas por accidentes de tránsito. El lamentable promedio de fallecidos en los primeros seis meses del presente año asciende a 1,2 personas cada 24 horas, cifra que es excesiva para un país con una población de ocho millones de habitantes.
En un alarde de ingeniería y arquitectura, buscando entregar una mirada directa desde el centro de Valparaíso al borde costero, el año 2000 se construyó la pasarela Bellavista. De madera lamida, resistente y duradera, su diseño pasaba en forma elegante sobre la avenida Errázuriz, con intenciones de avanzar luego en dirección al mar.
Eran tiempos de la alcaldía del DC Hernán Pinto y la obra, proyecto de un destacado arquitecto, tuvo en esos años un costo de 120 millones de pesos.
Buenas intenciones. No se completó el proyecto primitivo que acercaba al mar y sus numerosos y cansadores peldaños no tuvieron acogida entre los peatones de ese punto clave de la avenida Errázuriz, quienes preferían cruzar la calzada, contando incluso con el apoyo de un semáforo.
Así, la pasarela se convirtió en un problema más para esta castigada ciudad, pues favoreció el comercio ambulante, acogió en su altura traficantes y consumidores de drogas y hasta resultó ser una informal letrina en altura.
Daños, grafiteo, lanzamiento de proyectiles hacia los vehículos y otras incivilidades que parecen estar en el ADN de muchos porteños, convirtieron a este lindo proyecto en atalaya peligrosa que convenía eliminar.
Se tomó entonces la decisión y el domingo pasado se inició el desmontaje de la estructura que, en sus días postreros, demostró que estaba bien construida, pero que en su proyecto no asumió consideraciones antropológicas que deben estar presentes en iniciativas que se acometen en espacios públicos.
Bueno, después de los errores vienen las recriminaciones y los análisis sobre fallas en nuestra educación que no internaliza en los estudiantes el valor básico de respeto a las personas, a sus bienes y a los bienes públicos que pese a ser de todos no pueden estar a disposición del capricho, del vandalismos y de las incivilidades, corriente de moda en estos días con numerosos admiradores y militantes.
Olvidando el balance negativo de esta iniciativa, hay que seguir considerando las pasarelas como una solución que entrega seguridad y fluidez al movimiento de peatones en puntos peligrosos. Es necesario hacerlas cómodas en el acceso, quizás con ascensores y escalas mecánicas, y asegurar su mantención para evitar colapsos como el ocurrido en el sector Portales.
La experiencia de Bellavista reitera que las soluciones de tablero, esas que son estupendas en los planos, deben ser sometidas a la lupa de sociólogos y antropólogos que pueden adelantar conductas humanas para mejorar proyectos o bien, simplemente, dejarlos de lado evitando así costosos fracasos previsibles a la espera de cambios conductuales que algún día, con optimismo, esperamos deben llegar.
La actividad turística funciona en base a la oferta que constituyen emprendedores -y en el caso de Valparaíso, con el valor agregado que otorga su carácter patrimonial- más la demanda que fluctúa según la calidad propuesta. Para que el punto de equilibrio resulte en números azules y caras felices, debe producirse una sinergia entre la creatividad del agente turístico y lo posible por hacer según qué tenemos disponible.
Y hoy el turismo porteño tiene una carta bajo la manga: un tren rápido capaz de conectar en menos tiempo a dos capitales, Valparaíso y Santiago. Si ello se produjese -mientras más antes, mejor- las opciones de desarrollar una actividad turística de mayor plusvalía se dispararían rápidamente, ya que ideas de esa índole terminan siendo un catalizador y un empuje a la capacidad de nuestros emprendedores.
Pero hasta ahora el único eco ha sido la voluntad expresada por el Presidente Sebastián Piñera. Por ahora, la advertencia sigue resonando en los oídos de quienes escuchamos que se licitaría la concesión para un tren rápido entre ambas metrópolis.
Pero ese "por ahora" no necesita dormir. Todos estamos en el mismo vagón. Nadie ha expresado públicamente su rechazo a un tren rápido ¡Por fin Valparaíso está de acuerdo en algo! Y afortunadamente un proyecto levantó la mano hace más de un año y mientras espera -como tantas de las iniciativas que incluyen a Valparaíso- dijo tener el financiamiento, ahorrarle toda la inversión al Estado y contar con la experiencia.
O sea, un inversionista le está "dando en bandeja" un proyecto de peso a los porteños que vemos en esa idea la posibilidad de desprecarizar la conectividad con Santiago y obtener un flujo mayor de turistas para diversificar los paquetes turísticos y lograr una rentabilidad importante.
Allí está la posibilidad de integrar lo turístico a la futura estación que debería haber en el Parque Barón, de dar valor agregado al borde costero para la ciudad y -por qué no- combinar una perfecta simetría con una estación intermodal para la carga -no olvidemos que Valparaíso es puerto también y que la actividad generada allí es una postal clásica- y un muelle para cruceros.
Ya no se trata de soñar: todos los elementos están ahí. Es asunto de juntarlos, levantar la cabeza y trabajar unidos para sacar a flote a Valparaíso de una vez por todas.
Porque, pensémoslo bien: todos los rieles llegan a Valparaíso. Y cuánto bien nos haría que el Presidente Sebastián Piñera le entregara ese regalo para esta Navidad a nuestro tan golpeado Valparaíso.
Gianni Rivera
Vicepresidente Corporación Regional de Turismo