A propósito de meteoritos…
Alfonso Zerwekh , Depto. Física de la Universidad Técnica Federico Santa María
Frecuentemente somos visitados por objetos extraterrestres. No me refiero a naves plateadas tripuladas por humanoides verdes o grises. De esos, no hay certeza. Pienso más bien en meteoroides, que son materiales de diversos tamaños (desde 100 micras hasta algunas decenas de metros) que viajan por el espacio y, de tanto en tanto, caen en la Tierra. Es posible que hace unos días un fenómeno de este tipo haya ocurrido en Chiloé, pero tampoco hay certeza de ello.
Sorprendentemente, cada día nuestro planeta recibe unas 3.000 toneladas de material espacial. Al entrar a la atmósfera, la fricción genera altas temperaturas hasta el punto que el meteoroide brilla. Si el material es suficientemente grande, el brillo durará lo suficiente para poder ser visto como una "estrella fugaz". La mayor parte de los meteoroides que entran en nuestra atmósfera son pequeños y se desintegran antes de llegar a la superficie de nuestro planeta. Pero algunos, los mayores, pueden impactar con la superficie. Son los meteoritos.
Los meteoroides pueden ser desde polvo espacial, pedazos de hielo, restos de cometas o pequeñas rocas remanentes de la época en que se formó el Sistema Solar. En ese sentido, los meteoritos pueden ser verdaderos mensajeros de los cielos que nos cuenten algo de nuestro pasado remoto. Incluso es posible que algunos de ellos hayan servido como verdaderas naves espaciales, quizá diseminando vida. Estoy pensando en un meteorito encontrado en la Antártida en los años 80. Se trata de una roca marciana que fue expulsada de su planeta cuando Marte recibió un fuerte impacto de un meteorito de gran tamaño. La roca viajó por el espacio y finalmente se "avecindó" en nuestro planeta. Pero más allá de su travesía espacial, lo interesante de esta roca es que presenta estructuras microscópicas que algunos interpretan como fósiles de bacterias marcianas. Esto aún genera controversia, pero ha abierto una ventana para pensar en influencias cruzadas entre planetas al inicio de la historia del Sistema Solar.
Es cierto que la caída de objetos celestes puede tener efectos más dramáticos. En 1908, por ejemplo, en la localidad rusa de Tunguska la caída de un meteorito produjo una gran destrucción en los bosques siberianos. El espacio puede ser menos pacífico y más peligroso de lo que pensamos cuando lo contemplamos durante una bella noche estrellada. Puede depararnos sorpresas agradables y desagradables. Afortunadamente, estos casos dramáticos son poco frecuentes.
Pero no sólo nos caen del cielo rocas, polvo o incluso basura espacial que ha quedado como consecuencia de nuestra conquista del espacio. También pueden alcanzar nuestros planetas partículas subatómicas que nos traen información sobre distintos aspectos del cosmos. Pero esa es otra historia que espero contarles en el futuro.
Por lo pronto, la próxima vez que vea una estrella fugaz, no piense sólo en sus deseos, sino en toda la historia detrás de la caída de un pedazo de cielo.