Trump y el triunfo de los incivilizados
Jaime Abedrapo , Director de la Comunidad Palestina
Los "salvajes civilizados" han avanzado dejando huellas indelebles en lo que algún día pensamos que habíamos conquistado a través de los derechos humanos. En efecto, la borrachera del poder o posiblemente la arrogancia del desconocimiento e ignorancia podría ser las causas que nos permiten entender por qué la administración de Trump desconoce el derecho internacional público, en cuanto acepta que las colonias o asentamientos en territorio ocupado en Palestina son legales.
La renuncia al derecho internacional es una característica manifiesta de quienes se sienten poderosos y autosuficientes para violar las leyes internacionales, aunque sean normas imperativas propias de los derechos humanos que se sitúan entre los principios rectores con los que nos habíamos comprometido, incluidas las potencias con vocación imperial, en la fundación del orden internacional post Segunda Guerra Mundial en la Carta de las Naciones Unidas.
Al respecto, el departamento de Estado de la Casa Blanca dejó de considerar ilegales los asentamientos de Israel sobre territorio ocupado palestino, lo cual no es sólo un cambio de la política exterior del expresidente Obama a manos de Trump, como ha resaltado la prensa mundial, sino que en sí representa la aceptación de una política de segregación que alimenta la violación a cualquier ley internacional cuando se es amigo de potencia hegemónica.
Por lo tanto, es un incentivo a la injustica y quiebre del pacto mundial, que, si bien ya se hizo en la pasada agresión en contra Irak en 2004, hoy se reedita en contra de quien no tiene más argumentos a su favor que el propio derecho internacional, mientras la comunidad internacional (que parece que ya no existe) le da la espalda y en general se hace cómplice del soterramiento del pacto mundial por el interés de mantenerse en la lista de los países que preservan sus intereses (lucrativos), a través del silencio frente a los actos ilegales de potencias como Estados Unidos.
La paradoja es que los gobernantes de las democracias liberales señalan no entender por qué sus ciudadanos parecieran no respetar ni valorar el régimen político. Posiblemente, las respuestas las puedan encontrar en su doble rasero en materia de derechos humanos y la política sin sentido de siempre conculcar la decencia internacional en favor de proteger el interés de los poderosos. En definitiva, ser serviles al capital y no a las personas y su dignidad.
El quiebre manifiesto de nuestras convicciones representadas en el irrespeto al derecho internacional vaticina un mundo que se encamina a la anarquía, muy favorable a los poderosos y muy lastimoso desde la coherencia política de la humanidad. Así, las agendas de seguridad se trasformarán en sinónimo de usurpación y una buena posibilidad para que, por medio del uso de la fuerza, diferentes pueblos sean humillados y maltratados.
Es el tiempo que los verdaderos demócratas salgan hacer valer el principio de la Pacta Sun Servanda (los acuerdos se respetan) y las normas imperativas, ya que con ello no sólo estarán preservando el derecho del pueblo palestino a su autodeterminación y sobrevivencia, sino que de paso devuelven algo la decencia a la política internacional y dan una oportunidad a la revalorización de la democracia como régimen político, el cual algún día significó cierto compromiso con los principios y la defensa de los derechos humanos.