La participación de la mujer en la ciencia
Las disimilitudes de género no son más que oportunidades que nos llevarán a nuevos planteamientos y soluciones innovadoras Dra. Irmgard Paris, Académica Ciencias Básicas UST Viña del Mar
La contribución de la mujer en la ciencia se remonta a la antigüedad, donde la igualdad de género era inexistente. En este escenario de desigualdad reflexionamos sobre la precaria participación de la mujer en la ciencia. Si la baja participación de la mujer en la ciencia pudiera ser explicada por diferencias de género a nivel cerebral, sin duda, sería un tema controversial. Más aún si estas divergencias cerebrales dieran inicio a diferencias en las funciones ejecutivas. Actualmente, la ciencia revela que, aunque no existen grandes diferencias cerebrales entre género, sí existen algunos rasgos diferenciadores presentes más en un sexo que en otro, pero sin ser exclusivo de uno de ellos.
Ciertamente, áreas específicas de la corteza cerebral son más voluminosas en el hombre, mientras que otras son más prominentes en la mujer. Estas diferencias podrían explicar en parte, la mejor percepción espacial que poseen los hombres y la superioridad en las funciones relacionadas con la memoria que presentan las mujeres. En otras palabras, diferencias estructurales apoyarían la existencia de funciones ejecutivas diferentes. Las funciones ejecutivas son procesos mentales complejos necesarios para la adaptación y el logro de objetivos. Estas habilidades cognitivas nos capacitan en la resolución de problemas, la planificación, la toma de decisiones, y su potenciación fomenta la motivación y la creatividad. Por tanto, dichas funciones son imprescindibles en el desarrollo de la ciencia.
Otros rasgos diferenciadores podrían estar determinados por mecanismos epigenéticos. Es decir, cómo el entorno a través de factores sociales, culturales y ambientales modifican nuestros genes e impactan las funciones ejecutivas. Un ambiente social y cultural adverso, donde las capacidades de las mujeres están siendo estigmatizadas, podrían reflejarse como marcas epigenéticas que desfavorecen la integración de la mujer en áreas científicas. No obstante, si cambiamos este ambiente, la plasticidad cerebral podría revertir esta situación estableciendo nuevas redes neuronales.
Todos estos hallazgos científicos reafirman la relevancia de la participación de la mujer en la ciencia. Las disimilitudes de género no son más que oportunidades que nos llevarán a nuevos planteamientos y soluciones innovadoras. Como sociedad tenemos grandes desafíos, uno de ellos es alcanzar el bienestar físico, mental y emocional en armonía con nuestro entorno. Para lograr este objetivo es primordial incentivar una mayor participación de la mujer en esta área y disponer fuentes de financiamiento. No obstante, nada de esto será posible si no existieran autoridades comprometidas en generar igualdad de oportunidades.