Los datos duros de la complejidad de un escenario
Académico Escuela de Ingeniería y Negocios, Universidad de Viña del Mar "Los datos duros que conocemos de la pandemia y la economía no nos pueden hacer desconocer señales muy positivas como las entregadas por 16 economistas de distintas sensibilidades".
El Informe de Política Monetaria (IPOM) del Banco Central de Chile, entregado el 17 de junio pasado, reseña que "la evolución de la pandemia del covid-19 y las acciones adoptadas para su contención constituyen un shock sin precedentes y de gran magnitud para la economía mundial. Su impacto inmediato ha sido severo, su prolongación mayor a la esperada y sus repercusiones de largo plazo aún inciertas. Ningún país del mundo ha escapado a este fenómeno, proyectándose que la mayoría de ellos experimente significativas caídas de la actividad este año. Chile no es la excepción, previéndose para el 2020 la mayor contracción en 35 años".
Sin ninguna duda, las cifras entregadas en el IPOM son muy duras, estimándose que la caída del Producto Interno Bruto (PIB) podría alcanzar hasta un 7,5%, con las consecuentes pérdidas de empleos, ingresos, producción, cierre de empresas y un aumento relevante de la pobreza.
Para el caso de Chile, se conjuga un shock externo devastador y un shock interno, todo lo cual, dependiendo de la evolución del control de la pandemia, nos obligará a enfrentar una nueva realidad económica y social en el futuro próximo. Tendremos que abordar, además de los desafíos estratégicos que ya se visualizaban en la economía como el cambio climático y la cuarta revolución industrial, un escenario parecido al que vivimos hace 30 años, dónde los retos más fundamentales fueron reducir la pobreza y también la desigualdad, reanimar la economía, debatir un nuevo orden institucional e ir recuperando un sentido de comunidad y cohesión social, entre muchos otros.
Se avecinan muchos y enormes desafíos para nuestro Chile, pero no hay que perder el foco que la principal y urgente tarea del presente es controlar y reducir significativamente la actual emergencia sanitaria y su velocidad de propagación.
El periodista Ascanio Cavallo destacaba en un reciente artículo un documento del cientista político Francis Fukuyama, publicado en Foreign Affairs, que identificaba tres factores de éxito en la lucha global contra la pandemia: la capacidad del Estado para enfrentar con eficacia, prontitud y recursos; la confianza social de los ciudadanos por las autoridades, de las autoridades por las instituciones y de los ciudadanos entre sí; y el liderazgo, es decir, dirigentes creíbles, con iniciativa y fortalecidos.
En consecuencia, la eficacia del diagnóstico, del diseño y de la institucionalidad de nuestras políticas públicas se validarán preferentemente en estos factores ya enunciados por Fukuyama. Sin embargo, los datos duros que conocemos de la pandemia y la economía no nos pueden hacer desconocer señales muy positivas como las entregadas por 16 economistas de distintas sensibilidades, que lograron un acuerdo para un plan que permita enfrentar la crisis de la pandemia y que fue la base central de los proyectos de ley hoy en trámite legislativo. Ello releva la importancia de lo posible, con una mirada técnica de mediano plazo, sustentada en el diálogo y en la solidaridad no sólo intrageneracional, sino intergeneracional.
Alejandro Corvalán Quiroz