Todo cojo culpa al empedrado
¿Qué pretendía el alcalde al pedirles dinero a Ibáñez, Von Appen y la EPV, entre otros? Sencillamente, traspasar su responsabilidad. ¿Pudo más la cargada agenda ideológica de calle Condell, la misma que lo apartó de La Matriz, la Izquierda Autónoma, el Mov. Autonomista, Convergencia Social y, finalmente, el Frente Amplio? Solo el tiempo lo dirá.
En pedir no hay engaño. Pero no es fácil intentar comprender la lógica subyacente detrás de la propuesta del alcalde Jorge Sharp para la creación de una especie de "fondo" que vaya al rescate del devastado comercio porteño, que sea costeado por buena parte de los mismos empresarios que antes denostó y que incluya, asimismo, a la tantas veces golpeada por su administración, Empresa Portuaria de Valparaíso, que ya debe estar cansada de lidiar con un municipio de comportamiento esquizofrénico.
En abril de 2018, en sus buenos tiempos de niño díscolo y rockstar, el alcalde, consultado sobre su conflicto con Nicolás Ibáñez por el proyecto del Parque Pumpin, decía lo siguiente: "Es el perfil de inversionista que a ninguna ciudad de Chile le gustaría tener. (…) Es muy difícil con inversionistas cuando frente a determinadas acciones que uno ha realizado, la reacción es a través de querellas criminales, donde la posibilidad de diálogo es sumamente compleja. (...) Yo invitaría a los empresarios a tener menos prejuicios" (sic).
Simultáneamente, en plena campaña para la realización de la APEC 2019 en Viña y Valparaíso, el jefe comunal ejecutaba su fracasada agenda de inversiones para el Puerto, para la cual se reunía en aquel entonces con el Grupo de Empresas Navieras (GEN) de los Urenda, poco después de que TCVAL había ejecutado el way out portuario del T2; el grupo Luksic; con Alfonso Swett, entonces presidente de la CPC; con los sucesivos presidentes de la Cámara Chilena de la Construcción, con la Sofofa y Asiva, ante todos los cuales articulaba una más que razonable exigencia participativa ("La inversión privada tiene que hacerse cargo de los efectos negativos. Necesitamos proyectos que dialoguen armónicamente con el territorio"), pero que luego, y en privado, cambiaba por numerosas trabas legales y un beligerancia partisana que nadie terminó aguantándole.
Del mismo modo, a fines de ese año, entregando su apoyo irrestricto al conflicto portuario que movilizó a los trabajadores eventuales de TPS, emplazaba a Richard Von Appen, al mismo al que acude hoy en virtud de la "justicia social": "Así que, señor Von Appen, si no quiere ayudar en la solución del conflicto, mejor guarde silencio, hágalo por Valparaíso".
Lastimosamente, todas aquellas buenas intenciones mencionadas quedaron en nada, superadas por las bravuconadas para la galería. ¿Qué pasó? ¿Pudo más la cargada agenda ideológica de calle Condell, la misma que lo apartó de La Matriz, la Izquierda Autónoma, el Movimiento Autonomista, Convergencia Social y, finalmente, el Frente Amplio? Solo el tiempo lo dirá. ¿Por qué, junto a la pandemia, no menciona la violencia y el vandalismo como los principales factores que conspiraron contra el comercio porteño? Por lo pronto, y al igual que todo cojo, el alcalde ha optado por culpar siempre al empedrado y exigir "derechos" que, muy a su pesar, sencillamente no son tales.