Jorge Martínez, el sobreviviente
La mantención del intendente regional en su cargo es una curiosa mezcla de consecuencia política con porfía administrativa. La lista de problemas y pendientes es interminable. Con las evidentes contradicciones propias de quien nunca ha utilizado la política ni los cargos públicos para enriquecerse, el intendente terminó siendo unarara avis.
Con su publicitada permanencia en el cargo, tras descartar su renuncia para postular a un escaño de diputado por el distrito 7, el intendente Jorge Martínez Durán (quien ya había obviado anteriormente la posibilidad de aspirar a ser gobernador regional por la contingencia del estallido social y la posterior crisis sanitaria por la pandemia) es uno de los solo cinco sobrevivientes del supragabinete regional instalado por el Presidente Piñera el 11 de marzo del año 2018.
Egresado de Derecho, por años profesor de Derecho Romano, ex director de la Cámara Regional de Comercio de Valparaíso, director regional de DUOC, de la Fundación Piensa y vicerrector de la Universidad Nacional Andrés Bello, y en una gestión de dos años y ocho meses que han parecido siglos por la cantidad de vaivenes y cosas que han ocurrido, Martínez, por delante de Miguel Ángel Quezada (Tarapacá), César Asenjo (Los Ríos), Harry Jürgensen (Los Lagos) y Geoconda Navarrete (Aysén), terminó siendo el representante más genuino y fiel del piñerismo más exigente (y solitario) de todos: aquel abandonado por sus antiguos correligionarios y colaboradores, los mismos que no tuvieron ningún problema para aceptar cargos en los tiempos felices.
No la tuvo fácil Martínez. Qué duda cabe sobre ello. Marcado a fuego por un gabinete que nunca eligió, sino que fue hecho a la carta por los caciques políticos locales sin ninguna consideración de capacidades o experiencia, bajo el incesante fuego amigo de quienes entendían que el cargo les pertenecía a ellos y las contradicciones propias de quien nunca ha utilizado la política ni los cargos públicos para enriquecerse, el intendente terminó convertido en una rara avis, criticado por la oposición y el propio oficialismo, limitado por un no siempre colaborativo Consejo Regional y con muchas dudas sobre su antiguo regionalismo por parte de varios alcaldes de las ocho provincias de la Región.
Enumerar lo ocurrido bajo su mandato, sería una tarea fatigante, pero necesaria: partiendo por los desacuerdos en el Core que inmovilizaron la gestión desde el primer día, el tantas veces repetido afán de "independencia" de Aconcagua, las pulseadas del alcalde Sharp, el desastre ambiental de Quintero y Puchuncaví, los conflictos por Barón, el VTP y el T2, la huelga de los portuarios eventuales, la fuga de los cruceros, las cargas limpias, los líos en el Parque Cultural, los contratos de la Avenida España, incendios, derrumbes, crímenes históricos (profesor Nibaldo, Ámbar y el turista candiense), la ilusión del tren rápido a Santiago, la sequía, el cambio climático, la APEC, los sucesivos recortes presupuestarios, el derrumbe de la Iglesia, el cierre de los hogares de menores, el desempleo, la proliferación del narco, la violencia desatada en las calles aquel triste sábado 19 de octubre de 2019, la desestabilización del Gobierno, de Carabineros y de las instituciones, además de la pandemia del coronavirus que cambió de un plumazo la historia de toda una generación.
No es poco. Y él debe tener mucho más en su lista.