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Comunicación de riesgo

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El extremo exitismo del gobierno -un mal que ha aquejado a Piñera desde su primer mandato- ha determinado que el acento esté casi por completo en la vacunación, dejando de lado la comunicación sobre las medidas

de cuidado y los peligros del virus que sigue acechando".

Un reportaje de la Deutsche Welle, replicado en medios nacionales en estos días, ponía de manifiesto la "contradicción chilena" respecto del masivo y exitoso plan de vacunación, que -paradójicamente- ha sido incapaz de parar la pandemia: los especialistas advierten que estamos en las mismas o peores condiciones que en junio o julio del 2020, cuando la primera ola estaba en pleno apogeo en el país.

Hoy, la segunda ola sorprende a muchos, aunque no debiera hacerlo. Nuestra posición geográfica permite que hayamos sido testigos de cómo la nueva embestida de la enfermedad ya asoló a Europa y Estados Unidos, lo que debiera haber determinado que estuviéramos mejor preparados para enfrentarla en este lejano paraje llamado Chile.

Pero no fue así. La segunda ola se instaló de manera brutal y los nuevos casos -así como los fallecidos- parece que golpean diariamente al ministro de Salud, Enrique Paris, y su equipo. Habiendo estirado el elástico hasta poco antes de que se cortara -aun cuando las informaciones eran claras respecto de la falta de camas críticas, del colapso de las unidades de cuidados intensivos y de la peligrosidad de algunas de las medidas instauradas-, las restricciones fueron lentas y resistidas. Las fichas se pusieron completamente en la vacunación, relajando las normas gravemente durante enero y febrero.

Así, llegamos a esta semana en la que nuevamente supimos de más de siete mil contagios diarios, en algunas jornadas con más de 100 personas fallecidas, similar a lo que sucedía en la peor etapa de la pandemia en 2020. Los números no son para nada alentadores: solo en los dos primeros meses de 2021, según cifras del propio Ministerio de Salud replicadas en los medios, enero y febrero registraron 21.114 muertos, convirtiendo ese primer bimestre en el más letal en 45 años.

Mientras esas cifras salían a la luz, los chilenos pedíamos el permiso de vacaciones, los "porfiados" continuaban haciendo fiestas y paseándose por los centros comerciales, muchos preparábamos el inicio del año escolar que -sí o sí- sería presencial de acuerdo a los dictámenes del Ministerio de Educación, y algunas autoridades locales pedían acortar el toque de queda o terminar con las cuarentenas. Incluso hubo parlamentarios que no consideraban necesario mantener el estado de catástrofe. El gobierno de Sebastián Piñera, en tanto, lucía con orgullo las promisorias cifras de vacunación, evitando a más no poder las cuarentenas y restricciones.

En todo este primer trimestre de 2021, el miedo quedó atrás. Los chilenos comenzamos a convencernos de que el virus iba en retirada y las nuevas prohibiciones -que mantienen ahora a gran parte del país en cuarentena- se demoraron en llegar. Esta semana nuevamente Chile tuvo un récord de contagios diarios -7.626 al momento de escribir esta columna-; por primera vez los casos activos confirmados superaron los 40 mil, y nuestra región se instaló entre las cuatro con mayor aumento de casos nuevos. La cuarentena volvió a ser realidad. Pero tarde.

La comunicación de riesgo, esencial en una situación como esta, ha fallado rotundamente y en su ausencia reposa gran parte de la crisis actual. Ya en 2011, la Organización Panamericana de la Salud (OPS), en su "Guía para la elaboración de la estrategia de comunicación de riesgos", advertía que esta "contribuye a controlar lo más rápido posible las repercusiones para la salud en cualquiera de las etapas de una emergencia o desastre" y que un sistema adecuado "asigna una gran importancia al diálogo con las poblaciones afectadas y con el público interesado, para brindarles la información necesaria, que les permita tomar las mejores decisiones".

Precisamente es esa información la que ha quedado al debe en esta nueva etapa de la pandemia. Aun cuando en las encuestas la preocupación de los chilenos por la posibilidad de contraer el virus se ha mantenido estable, en alrededor de 60%, lo cierto es que en las actividades diarias esa ansiedad no necesariamente se hace patente.

Pero, además, el extremo exitismo del gobierno -un mal que ha aquejado a Piñera desde su primer mandato, por ejemplo, con el "mejor censo de la historia"- ha determinado que el acento esté casi por completo en la vacunación, dejando de lado la comunicación sobre las medidas de cuidado y los peligros del virus que sigue acechando. La información diaria se ha convertido en una sarta de números vacíos que cada vez llegan menos a la ciudadanía, sin creatividad ni preocupación por una comunicación de riesgo que realmente le haga sentido a los chilenos. 2

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Recuerdos de Limache

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Más allá de los personajes y recuerdos sobre Limache y aunque la ciudad ha cambiado, la avenida Urmeneta se mantiene incólume. En ella, las maravillosas sombras que proyectan sus plátanos orientales aparecen como la columna vertebral de la ciudad".

Hace ya algunos días, la Corte Suprema declaró admisible el recurso de protección interpuesto por un grupo de vecinos, liderados por Gastón Soublette, en contra del proyecto inmobiliario que se pretende construir en la ciudad de Limache. La medida fue apoyada por el alcalde Daniel Morales, quien solicitó la revisión y análisis del proyecto. Ambas son buenas noticias, que debemos seguir de cerca, antes de que aparezca un edificio de la noche a la mañana como ha ocurrido en otras partes.

Aunque el camino fácil es demonizar a las inmobiliarias, este tipo de problemas surge cuando el apetito insaciable de estas empresas se combina con planes reguladores desactualizados y el deseo natural de querer modernizar las ciudades, sin tener en cuenta el potencial de cada una.

Basta ver la fiebre de slogan que tiene cada una de ellas como reflejo de que las agencias de publicidad están más preocupadas de la forma que del fondo. Hace un tiempo, en la entrada a la ciudad, había un cartel que daba la bienvenida a "Limache, siempre entretenido", mientras que ahora, la Municipalidad luce el slogan: "Ciudad en Movimiento".

No soy un experto para decir qué es o qué no es Limache, sin embargo, en las oportunidades en que hemos conversado con amigos sobre la ciudad, hemos coincidido en que todos quienes somos de la región, tenemos gratos recuerdos asociados a ella, que no tienen que ver ni con su capacidad para entretener, ni de estar en movimiento.

En mi caso particular, la conexión con Limache está directamente relacionada con las visitas a mi abuela y primas. A veces en auto, cuando el paseo era en familia, otras en tren o bus, cuando iba solo o con mis hermanos.

Cuando el viaje era en tren, pasar las estaciones habituales como Quilpué o Peñablanca ya era una aventura porque nos acercaba a Queronque: una localidad que nadie ubicaría de no haber sido por el trágico accidente que marcó la historia ferroviaria del país, el 17 de febrero de 1986. Aunque en ese momento uno lo miraba con el morbo e ignorancia infantil, después de muchos años pude dimensionar la magnitud de la tragedia: más de cincuenta muertos y un centenar de heridos de gravedad. Además, implicó el fin del tránsito de trenes de Valparaíso a Santiago.

Al llegar a la estación, esta aparecía "adornada" con los tradicionales buses de Agdabus, Ford de los sesenta, que te llevaban a Olmué o te podían acercar a alguna calle próxima a la Avenida Urmeneta, a cambio de romperte la columna.

Después del accidente de Queronque, durante meses, viajar en tren parecía un peligro, por lo que no quedaba otra que tomar un bus "Dinos" en la Avenida Errázuriz o Uno Norte. Buses grandes que alguna vez fueron cómodos, pero que lograban transportar una gran cantidad de personas a altas velocidades. En las horas peack, si dar con un asiento era difícil, encontrar uno en el que el sistema para reclinarse no estuviera malo, era imposible.

Cerca de la estación de trenes, está la Comisaria de Carabineros. Por ahí circulaba uno de esos personajes sacados de Cinema Paradiso: "El loco Cofré", que de loco tenía muy poco. Había bautizado a su perro como Pinochet, lo que le daba la opción de insultarlo frente a la autoridad policial, sin que pudieran hacerle nada. Aunque el perro no entendía por qué lo retaban, todos sabían a dónde iba con sus ofensas.

Eran tiempos donde no existía cornershop, ni delivery, ni tarjetas de crédito, solo una lista de fiados en la verdulería de al lado, que se pagaba al final de la semana. Si el presupuesto daba, mi abuela me permitía algunos lujos reservados a las visitas: una botella de Free de litro y medio y una cassata para el postre. Si la compra era mayor, había que ir a la Avenida Urmeneta, donde "El lechuga", apodo que, decían, se había ganado el dueño del local por fresco.

A pesar de que estoy hablando de los ochentas, recuerdo que todavía la leche se repartía en una carreta que llevaba grandes bidones de metal. La entrega era acompañada por discusiones de mis primas con el "Pelado Maldonado" a quien le recriminaban vender más agua que leche.

Cerca de la casa de mi abuela estaban los "Donalds", un local de flippers y juegos de video. Aquí se iban los ahorros de la semana en pocos minutos, pero la oportunidad de jugar fútbol en una máquina o ir de paseo en un simulador arriba de un Ferrari con una rubia al lado, era una experiencia impagable. Junto a las máquinas y como parte de inventario estaba el "Guatón Willo", un personaje que tenía entre sus escasas virtudes, agarrar la manilla del juego de fútbol con la boca y hacer goles con ella...faltaban varias décadas para el coronavirus.

Más allá de los innumerables personajes y recuerdos que puede tener asociado cada uno sobre Limache y aunque la ciudad obviamente ha cambiado y se ha modernizado bastante, la avenida Urmeneta se mantiene incólume. En ella, las maravillosas sombras que proyectan sus plátanos orientales aparecen como la columna vertebral de la ciudad. Cualquier intervención poco armónica, como un edificio, es hacerle un grave daño al patrimonio tangible e intangible de un lugar que, además de ser una excelente opción para vivir, permanece vigente en el recuerdo de todos quienes alguna vez tuvimos la suerte de visitarla. 2

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