Encantarse con la escritura, la fórmula para llegar al lector
La artista acaba de publicar su tercera novela, "Centinelas de piedra", que escribió en Rapa Nui, donde la hermosura y el misterio envuelven la compleja historia de una pareja.
"Rapa Nui es un espacio mágico, el más alejado en el mundo de todo otro territorio, en cuyas playas han desembarcado poblaciones sabias, guerreros salvajes, europeos despiadados y etnias que buscan pescar y sorprenderse con la vida especial del lugar. Cuenta la leyenda que desde el cielo llegaron los dioses, porque este lugar era un punto privilegiado en un mar despiadado y hermoso, tan cruel como es la belleza".
Esta es la forma en que se describe el escenario de Centinelas de piedra (HB Editores), la nueva novela de la autora chilena Carmen Pérez Meyer, donde relata la historia de Victoria y Manuel, una pareja que demuestra que "a pesar de las grandes diferencias, el amor trasciende y libera".
Cambio de rumbo
La escritora, quien también se dedica a la pintura, confiesa que su trabajo no es fruto de una decisión exhaustivamente analizada, sino su forma de agradecimiento y valoración de "aquellos dones que traemos con nosotros, tal vez, desde el momento en que nacemos sin cuestionar el difícil camino que hay que recorrer cuando optamos por dedicarnos al arte".
Carmen tuvo su primer acercamiento al arte a los seis años, cuando sus padres la inscribieron una escuela de ballet, donde terminó enamorándose de la danza, así como de la música y del teatro Cervantes de Valdivia, lugar donde realizaban sus presentaciones cada fin de año. Desafortunadamente, un cambio de vivienda por parte su familia la separó de forma definitiva del mundo del baile, pero no la detuvo para perseguir otros desafíos tiempo después.
Fuente de inspiración
"Mi abuela paterna escribía poemas, hermosos poemas inspirados en el sur de Chile, en su gente, en amores y desamores. Y esa fue una fuente de inspiración para mí. La pintura y la escritura se presentaron como un milagro, un regalo, y como he dicho en otras oportunidades, los regalos se valoran y se cuidan", recalca, al recordar algunas de las influencias más significativas en su obra.
Su retorno al arte no sería pronto, sin embargo. Tras completar sus estudios universitarios y titularse en química, se casó y formó su familia. Fue cuando empezó a ayudar a sus hijos a hacer las tareas con algunos dibujos que comenzó a pintar de manera profesional, a los 30 años. Y gracias a esta decisión inició también el camino de la escritura.
"Me di cuenta de que tenía condiciones y entré a un taller de arte donde aprendí lo más básico. Asistí a otros talleres, entre ellos el del conocido retratista Arturo Santana donde aprendí a atreverme, algo fundamental en el arte y la literatura", señala.
Así, actualmente se encuentra viviendo entre Santiago y Puerto Varas, alternando sus facetas de igual forma.
Escribiendo en la isla
La autora, quien ha escrito dos novelas anteriormente -Pensión Leonor y La Isla donde las casas navegan-, viajó a Rapa Nui con la intención previa de escribir un libro. Según cuenta, no tenía un plan preconcebido, pero sí se imaginaba que, en este apartado lugar, también conocido como el "ombligo del mundo", encontraría una fuente de inspiración.
Y así fue. Al encontrarse con la gente, el mar, las costumbres, las leyendas, rituales y un sinfín de otras características propias de la isla, se percató de que "da para muchas novelas". Además, pudo percibir en los habitantes el afán de cuidar el patrimonio de su territorio, aspecto que, desafortunadamente, se ha ido perdiendo en su opinión debido a la influencia externa proveniente de los turistas que visitan la localidad.
"En la novela quise enlazar dos culturas, la rapanui y la gitana, ambas increíblemente interesantes, atractivas, misteriosas. Hablé con nativos de la isla y con gitanas hermosas que me vieron las líneas de la mano. De ambos aprendí a valorar las tradiciones, a los ancianos, la calidez de una conversación alrededor de una fogata y la magia", explica.
La escritora prefiere no comparar su nueva obra con sus predecesoras en la búsqueda de elementos diferenciadores. Es enfática en afirmar que a ella le acomoda más hablar de los puntos en común que tienen entre sí.
"Intento escribir una historia que sea atractiva para mí. No creo que pueda llegar al lector si yo no estoy encantada con lo que escribo. Intento mostrar a través de la historia, rincones, pequeños poblados, gente que vive del mar", complementa.
Efectos creativos de las restricciones
En otro plano, y en relación con el impacto nacional y mundial de la pandemia y sus consecuencias para el mundo cultural, la artista confiesa que, por fortuna, ha podido continuar con su labor sin mayores obstáculos, ya que tiene el privilegio de vivir en el sur del país, una zona "ideal para crear". Sin embargo, admite que la mayor pérdida que le ha causado la pandemia ha sido el distanciamiento de sus seres queridos, así como la impotencia que se genera al no poder ayudar a aquellas personas cercanas que lo requieran.
"No obstante, el lado positivo, al parecer, es que mucha gente se ha atrevido a escribir. También a pintar, a tejer, a cocinar, a valorar las cosas sencillas, lo cotidiano, que a la larga es la esencia rica que nos hace ser personas de verdad, sin caretas, sin grandes pretensiones".
Por último, mirando hacia el futuro, la autora señala que se encuentra realizando nuevos proyectos, siempre vinculados al país y su identidad.
"Ya estoy trabajando en un nuevo libro. Ese es mi proyecto, seguir haciendo lo que hago y aportar a través del arte para una sociedad más comprometida con nuestra tierra y con su gente, especialmente con los niños", finaliza. 2
Diego OLguín Bustamante
reportajes@mercuriovalpo.cl