La salud mental, un territorio abandonado
Los casos de jóvenes suicidas nos presentan una nueva epidemia que exige mayor atención en nuestro sistema sanitario. En el caso del suicidio de un alumno de Medicina, hay fuertes críticas al sistema docente por falta de empatía en una carrera donde el centro debe ser el ser humano.
Los recurrentes suicidios juveniles aparecen como una nueva epidemia que afecta a diversos grupos de nuestra sociedad. Están ahí los recientes casos de jóvenes ligados al sector salud que se han quitado la vida y, recientemente, de una estudiante en Valparaíso que también ha toma esa drástica determinación.
Una lectura simple es decir que se trata de decisiones personales. Cierto, pero la cuestión va mucho más allá, pues los factores condicionantes son ajenos y gatillan en determinadas personalidades esas fatales decisiones.
En los casos donde quienes adoptaron esas determinaciones pertenecían a una clínica privada, se denuncia como condicionante un ambiente de acoso, bulling y hasta posible maltrato laboral.
En la situación que deriva en el suicidio de un alumno del último curso de la Escuela de Medicina de la U. de Valparaíso hay fuertes críticas al sistema docente por falta de empatía en una carrera donde, precisamente, el centro debe ser el ser humano. Los compañeros del fallecido afirman que "los estudiantes de medicina como médicos tienen tasas altísimas de depresión de ansiedad, ideación e intentos suicidas y suicidios consumados; más alta que población general...¿Cuántas personas han buscado ayuda con profesionales de la Universidad y no la han encontrado?".
Graves afirmaciones que podrían extenderse a otros campos de la educación superior donde domina la sobrecarga de trabajo que se suma a dificultades económicas y a un entorno familiar sujeto a diversas presiones.
En el caso concreto de esos jóvenes profesionales y estudiantes que se quitan la vida se debe considerar que se trata de personas con una educación de nivel superior y con mayor capacidad de análisis de su conducta. Sin embargo llegan a situaciones extremas.
Pueden existir características especiales de personalidad que los hagan más débiles ante el impacto de las depresiones. Pero el problema está en que no ha existido una red, un acompañamiento para esas personas que les permita afrontar situaciones adversas.
Con todas sus falencias, nuestros sistemas de salud públicos o privados, logran resolver graves problemas que podríamos llamar objetivos, que se detectan en laboratorios o con avanzadas tecnologías llegando incluso hasta los trasplantes de órganos vitales.
La misma atención, los mismos avances no llegan a la salud mental, donde hay pocos profesionales y las coberturas de tratamiento tienen numerosas limitaciones, partiendo por la económica. Estos casos de suicidios juveniles o de extrema violencia en variadas formas, constituyen manifestaciones que exigen una mayor atención hacia ese territorio complejo, casi abandonado que es la salud de la mente, componente esencial de nuestra frágil humanidad.