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¿París era una fiesta?

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París era una fiesta. Las evocaciones de Ernest Hemingway de sus primeros tiempos en la capital francesa, cuando era un desconocido periodista de 22 años. Llega en 1921, pocos años después de la Gran Guerra, aquella que, ingenuamente, se estimaba sería la última confrontación a gran escala que castigaría al mundo.

"Si tienes la suerte de haber vivido en París cuando joven, luego París te acompañará, vayas donde vayas, todo el resto de tu vida, ya que París es una fiesta que nos sigue", escribía en 1950, ya en el estrado de la fama universal.

Recurriendo a la memoria lejana, el autor, Premio Nobel 1954, comenzó a escribir sus recuerdos en 1957 en Cuba, tenía 58 años, continuó luego en Estados Unidos, para terminar en 1960 en la isla caribeña.

La "fiesta" de Heminway, cubre desde 1921 hasta 1926 y fue editada después de su muerte.

Insistiendo sobre la magia de la Ciudad Luz, escribe que "París no se acaba nunca, y el recuerdo de cada persona que ha vivido allí es distinto del recuerdo de cualquier otra. Siempre hemos vuelto, estuviéramos donde estuviéramos, y sin importarnos lo trabajoso o lo fácil que fuera llegar allí, París siempre valía la pena, y uno recibía siempre algo a trueque de lo que allí dejaba. Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos cuando éramos muy pobres y felices". Efectivamente, hay en el genial relato mucho de las pellejerías del joven periodista y la desilusión de no ver publicados sus cuentos.

Al presentar la obra editada por Seix Barral, Manuel Leguineche escribe:

"La excitación de la posguerra, las delicias de la gastronomía francesa, la práctica de los deportes, la afición a las apuestas, la galería de amigos, todo está aquí palpitante, vivo, elegíaco, cargado de infinita nostalgia. El mejor Hemingway está en París era una fiesta".

Para algunos chilenos, París también fue una fiesta, entre ellos Joaquín Edwards Bello, que junto a su familia conoció París ya en 1904. De 17 años es capturado por el embrujo de la ciudad y sus experiencias las lleva luego a una novela, Criollos en París. Para otros, como Federico Santa María, París es un centro de oportunidades para hacer buenos negocios en la bolsa, los que dan dividendos hasta hoy en Valparaíso con la Universidad que lleva su nombre.

Para otro chileno, Alfredo Valenzuela Puelma, porteño, creador del Museo de Bellas Artes de Valparaíso, uno de los maestros de la pintura chilena, la capital francesa es la estación final de un tortuoso viaje. Fallece, el 27 de octubre de 1909, demente, en el hospital psiquiátrico Villejuif, internado tras un ataque de locura en que destruyó el mobiliario del departamento en que residía. Tenía 53 años.

En 1921, cuando llega a París Hemingway ya vive allí la viñamarina Teresa Wilms Montt. Tiene 28 intensos años. Una teoría. Es posible que en algún momento se hayan conocido. Ella habla inglés y es una hermosa mujer, inteligente, ilustrada, inquieta.

Teresa nació el 5 de septiembre de 1893 en Viña del Mar. Teresa de la Mercedes, el nombre completo con que es bautizada en la parroquia de la entonces casi una aldea. En ese mismo templo, pretencioso con dos torres, fue bautizado el 22 de enero de 1901 otro viñamarino, Alberto Hurtado Cruchaga, San Alberto. La iglesia, levantada en terrenos donados por José Francisco Vergara, Gran Maestre de la Masonería, fue abatida por el terremoto del 16 de agosto de 1906, devastador sismo donde resultó gravemente herido otro personaje viñamarino, el poeta Carlos Pezoa Véliz, que gracias a favores políticos había sido designado secretario municipal. Los nombres y las situaciones se cruzan y es posible que el poeta, apasionado por las rubias, haya visto en algún momento a la bella Teresa, o algunas de sus cinco hermanas con cabello de ese color.

Teresa, hija de Guillermo Wilms, empresario naviero, oficina en Prat 55, Valparaíso, y de Luz Victoria Montt. Recibió esmerada educación a domicilio, como sus hermanas, en la gran casona de recargado estilo situada en la esquina de las calles Traslaviña y Viana. Algunos hablan de un "palacete", pero en verdad solo una gran casa como otras que se levantaban en el sector, hoy, por cierto, demolida.

El amor llega cuando la chica tiene 16 años y aparece Gustavo Balmaceda Valdés, de buena familia, cuestión importante, pero solo modesto funcionario público. Se impone el amor y se casan en 1910, año del Centenario. Tortuosa vida matrimonial recorriendo de norte a sur y con incursiones intelectuales de la inquieta Teresa, que a las letras suma sus condiciones musicales. El juicio que hace Gustavo de su esposa es lapidario:

"Tiene el alma pervertida por lecturas absorbidas sin disciplina y a destajo, que le han producido una aridez muy poco femenina, un ateísmo, un anarquismo espiritual, indeferentismo religioso". Cita de un texto recogido por Macarena Valdés, quien, además de Ruth González, reconstruye la vida de esta viñamarina adelantada en los tiempos.

El esposo de buena familia se porta mal. Hay violencia intrafamiliar y aparece como ángel guardián otro Balmaceda, Vicente. Teresa ya tiene dos hijitas y es rechazada por sus padres que le impiden entrar en la casa viñamarina. La relación con Vicente "Vicho", y la severidad familiar dispone internar a Teresa en un convento capitalino. Busca la reconciliación con sus padres. Inútil. Intenta suicidarse. Finalmente se va Buenos Aires. Es acogida ya como escritora y liberal, con el plus de ser una bella mujer. De nuevo el amor. Es Horacio Ramos Mejía. Lo rechaza. El no acepta la negativa y se suicida cortándose las venas.

Estamos en plena Gran Guerra y Teresa parte a Estados Unidos a trabajar con la Cruz Roja. Depresiva, intenta de nuevo suicidarse. En Nueva York la acusan, por su apellido, de ser espía alemana. Su padre, compadecido, le envía dinero y viaja a Madrid, donde es acogida por la intelectualidad, publica algunos libros, es retratada por Julio Romero de Torres y, dicen, hasta entusiasma al Rey Alfonso XIII. Bueno, reyes y todo, también tienen sus gustos.

Se traslada a París y sigue el culebrón, que es simplemente la vida real: aparecen, llevadas por los suegros Balmaceda, sus dos pequeñas hijitas. Algunos pantallazos y Teresa las ve, conversa con ellas. Pero la pantalla se va a negro. La imagen no vuelve. Una alta dosis de veronal y el 24 de diciembre de 1921 emprende el viaje sin retorno, con los preparativos navideños como telón de fondo.

2 de julio de 1961, Ernest Hemingway, gran cazador, elige su escopeta favorita y se dispara dos tiros que destruyen su genial cerebro.

19 de febrero de 1968, en Santiago, con una pistola Colt se quita la vida otro de los apasionados por París, Joaquín Edwards Bello.

París, ¿era una fiesta?

por segismundo