El primer raid en hidroavión
El martes 30 de agosto de 1921 se realizó el primer raid de largo alcance de hidroaviones en Sudamérica, desde Valparaíso a Coquimbo, según relató la crónica histórica de la aviación en Chile en los años siguientes, proeza realizada por los primeros aviadores navales del país. Fue una hazaña destacada en las portadas de los diarios El Mercurio, La Unión y La Nación de la época, al día siguiente, el 31 de agosto de 1921.
Ese día, en la mañana, Valparaíso amaneció despejado y con viento calmo, lo que hacía presumir un excelente día para el vuelo. El informe meteorológico emitido por la Armada a la hora de partida era de buen tiempo en el track.
La base aeronaval estaba situada en el apostadero naval de la playa Las Torpederas de Valparaíso, lugar que se encontraba con muchas personas observando a temprana hora de la mañana desde la costa y cerros, viendo la evolución de tan magnífico evento. A las 7.30 am se habían sacado los tres aviones Short 184 del hangar.
Una vez listos en la playa, se les realizó un prolijo recorrido de todos sus mecanismos para que funcionaran correctamente y se aprovisionó sus estanques de combustibles. Se tomaron todas las medidas de seguridad y precisión para tener un buen éxito en lo planificado. Los pioneros aviadores navales se encontraban realizando chequeos de prevuelo de sus respectivos aviones Short de la Armada en que realizarían el raid.
La alegría se manifestaba en los porteños, que miraban como cosa propia todo lo que involucraba a la aviación naval, que ahí tuvo sus primeras manifestaciones de vida.
La preocupación de la gente también era natural, tomando en cuenta que en la realización de este raid estaba comprometida la vida de esos muchachos apuestos y alegres que se habían acostumbrado a querer y a admirar por sus arriesgadas prácticas y también en sus cotidianos paseos por nuestras calles y plazas como si ignoraran el riesgo en su profesión, la que mayores peligros personales envuelve desde los tiempos más remotos.
Desde mucho antes de la hora señalada de la partida comenzaron a llenarse las rocas que bordean la costa de gente alrededor del mar por el lado de Las Torpederas, sitio por el cual dejarían el mar por el cielo los gallardos aviadores navales. El público no fue defraudado, siendo un momento de expectación y gran emoción.
El zarpe debía efectuarse a las 9 de la mañana. A las 8.30 am los pilotos que debían realizar la prueba, acompañados de todo el personal del servicio aéreo, estaban en la playa listos y solo esperaban la hora de partir. Innumerables espectadores y amigos de estos se aproximaban a ellos en demanda de las últimas palabras de los esforzados marinos, que demostraban una gran seguridad en el éxito de la atrevida empresa.
A las 8.30, el teniente 2° Luis Humberto Marín Manubens y el ingeniero 3° Alfonso Lizasoaín Henríquez se suben al avión Short N° 3 y son desplazados de la playa al mar, iniciando su puesta en marcha y navegación por la rada de Las Torpederas en dirección a la bahía de Valparaíso hacia una línea de boyas señalada a la espera de sus camaradas de vuelo. Le siguen el Short comandado por el teniente 1° Manuel Francke Mariotti y el piloto Agustín Alcayaga Jorquera. El tercer avión fue comandado por el coronel James Lindsay Travers y el capitán de corbeta Edgardo von Schroeders Sarratea. A las 8.50 se inicia el despegue, los tres aviones se dirigen a Las Salinas para la prueba de motores y de la aeronave, para después volver a la bahía y virar en la rada de Valparaíso en dirección al norte. La multitud los observaba atónita y expectante hasta que desaparecieron en el cielo azul y mar azul turquesa que los acompañaba.
Al poco tiempo de iniciado el vuelo, 9.30 am, llega un reporte meteorológico de la Armada avisando que Coquimbo estaba con neblina, pero ya era tarde y no había modo de avisarles a los aviadores.
El vuelo se estimaba de un poco más de 3 horas, dependiendo de las condiciones meteorológicas, debiendo cubrir 198 millas náuticas.
El raid fue tranquilo, sin novedad, hasta el último reporte visual por el buque "Angamos", a las 10.35, en Puerto Oscuro. "Avístase la escuadrilla navegando sin novedad, buen tiempo", firma el almirante Luis Langlois.
Un poco más al sur de punta de Lengua de Vaca que forma la bahía de Tongoy, los aviadores divisaron una espesa neblina que los separó y molestó el resto del vuelo. Se acercaron a la costa para tratar de tenerla a la vista. Esta maniobra no fue seguida por el teniente Marín, teniendo presente que en el caso de encontrar neblina tenían la orden de volar como quisieran. Los otros dos aviones, conforme al plan trazado anteriormente, trataron de pasar sobre la península, para seguir ceñidos a la costa que en ese lugar tiene una gran entrada hacia el este. El Short del teniente Marín siguió volando solo y debido a la neblina que ocultaba los contornos de los cerros de la costa, pasó de largo, siguiendo viaje hasta la caleta de Cruz Grande, 25 millas al norte del puerto. Posteriormente, hace un viraje hacia el sur, logrando ubicar a tiempo su posición, regresando hasta llegar a Coquimbo, amarando a las 13.30. Una paloma mensajera llega a las 3 pm a Valparaíso, comprobando que venía del avión del teniente Marín y no traía mensaje, lo que significaba "sin novedad".
El muelle de Coquimbo se encontraba lleno de gente. Puede decirse que todo el pueblo de Coquimbo se había dado cita para presenciar y dar una triunfal y entusiasta recepción a la llegada de los hidroaviones. La neblina hacía un poco difícil inspeccionar el horizonte. De improviso, momentos antes de la 13.30, se vio un hidroavión que evolucionaba sobre la bahía y en un magnífico vuelo en espiral iniciaba el descenso para amarar en espléndidas condiciones. Era el hidroplano del teniente Marín que llevaba al ingeniero segundo señor Lizasoaín. El entusiasmo de ese momento era difícil de describir: todos los buques de la Armada surtos en la bahía atronaban el espacio con sirenas y pitos, el público estacionado en los malecones aclamaba entusiastamente la llegada del primer hidroavión.
El público quedó en los malecones esperando las otras aeronaves que no llegaron. Después de dos horas y no existiendo noticias, empezó a nacer el desaliento y se pensó en un posible accidente.
Aproximadamente a las 15.00, el almirante Luis Gómez Carreño dio la orden a la escuadra de salir a buscar a los otros hidroaviones. El Short que había llegado no pudo salir a la búsqueda por estar haciendo agua en uno de sus flotadores. El teniente Marín y un grupo de personas se esmeraban en repararlo pronto. El comandante Swett, del "Latorre", envió al contraalmirante Gómez Carreño, que estaba embarcado en el "O'Higgins", el siguiente comunicado:
"No tengo noticias que comunicar de los dos hidroaviones extraviados. El N° 3 hubo de vararle por estar haciendo agua en un flotador y por esta causa no pudo salir a explorar la costa Norte. Estará listo Mañana a las 10 am".
A las 6.15 am del día siguiente, 31 de agosto, el destructor "Uribe" avistó a uno de los Short 184 en la costa frente a Punta Bascuñán, procediendo a comunicar al resto de las unidades navales del hallazgo. Los tripulantes eran los comandantes Travers y Von Schroeders. Posteriormente, el mismo buque, a las 9.34 am, ubicó el otro hidroavión, tripulado por el teniente Francke y el piloto 2° Alcayaga, en la caleta Sarco. Travers y Francke se vieron obligados a amarar en los lugares indicados por falta de combustible, después de haber extraviado la ruta a causa de la densa neblina que cubría la costa. Impedidos de volar mar adentro, no alcanzaron a divisar Coquimbo, llegando hasta 60 millas al norte de dicho puerto. Después de reabastecer de combustible al hidroavión del comandante Travers, este reinició el vuelo para llegar a Coquimbo. No sucedió lo mismo con el hidroavión del teniente Francke, que resultó averiado por la acción del mar, debiendo ser trasladado a bordo del Uribe. Los dos aviones que quedaban por llegar se habían perdido en la niebla, logrando amarar sin sufrir un trágico desenlace. Las dificultades se debieron a la densa niebla que cubrió toda el área, debiendo amarar en el límite de su autonomía, sin poder comunicar su posición por falta de medios radiales, de equipos de radio a bordo y de otros medios de comunicación y navegación que no se tenían en esa época.
Dada la preparación y pericia de los pilotos como el coronel Travers y teniente Francke, lograron salvar sus vidas y de los acompañantes.
Los hidroaviones, que no tuvieron averías importantes, participaron más tarde en diversos ejercicios con la escuadra en Coquimbo, para regresar en un vuelo de largo alcance a Valparaíso, donde fueron recibidos el 8 de septiembre de 1921 con grandes muestras de alegría y entusiasmo de los ciudadanos y de la prensa local, siendo vitoreados con orgullo los aviadores navales que así escribieron las primeras gloriosas páginas en la historia de la aviación en Chile.
Con estas distancias voladas sobre el mar, Chile se adjudicó un destacado récord en Sudamérica.
Los ejercicios aeronavales con la escuadra en Coquimbo fueron los primeros realizados en la historia de la marina de Chile.
Este hito histórico que cumplió 100 años ayer, el 30 de agosto del 2021, nos debe llenar de orgullo como chilenos y especialmente a los marinos y a la especialidad de aviación naval. El hecho de que un puñado de pioneros en la especialidad recién en ciernes arriesgara su vida y estuviera dispuesto a dejarlo todo, incluyendo a sus familias, por cumplir su deber y amor a la Patria como lo hicieran nuestros héroes de antaño, es un ejemplo más de valor en la historia de la Marina en la fuerza de mantener sus tradiciones que hacen de la Armada una institución viva, sólida, inquebrantable y permanente a través del tiempo.
Es por ello que este artículo pretende recordar la historia y rendir un homenaje a los mártires caídos en esa época, junto con destacar a los hombres exitosos que formaron el primer grupo de aviadores navales que dieron y siguen dando prestigio a la aviación chilena y a la gloriosa Armada de Chile.
Por rodrigo vargas m.