LA TRIBUNA DEL LECTOR Los viajes de Marco Polo
POR RAFAEL TORRES ARREDONDO MIEMBRO DEL DIRECTORIO DE LA CORPORACIÓN REGIONAL DE TURISMO DE VALPARAÍSO MIEMBRO DEL DIRECTORIO DE LA CORPORACIÓN REGIONAL DE TURISMO DE VALPARAÍSO
Más de diecisiete años duró el viaje de Marco Polo, mercader veneciano, por la milenaria China. Junto a sus tíos, recorrió la profundidad del Asia, descubriendo maravillas de todo tipo. Como resultado de este periplo escribió un libro, que ya se ha vuelto no solo un clásico, sino inmortal, El libro de las maravillas del mundo, que está repleto de curiosidades y raras costumbres extranjeras, que el explorador asegura haber presenciado en Oriente.
Una de ellas tiene que ver con un casual descubrimiento de un cocinero chino, el cual, practicando maneras de crear nuevos platillos, dice la historia, fue el inventor de los fuegos artificiales que conocemos hasta hoy. En el año 900 d. C., la mezcla accidental de sal, azufre y carbón, en una rama de bambú, provocó lo que hoy conocemos como pirotecnia. Marco Polo quedó maravillado con la luminosidad y magia que provocaban los destellos de esos fuegos de artificios, muchos, más bien modestos petardos, pero que generaban la sorpresa y encanto, lo mismo que ocurre hoy.
No hay certezas de quién habría traído la pólvora ni los fuegos de artificio a Occidente. Se le atribuye sin rigurosidad historiográfica a Marco Polo, pero quizás más por el relato de éste en su libro que por otra cosa. De todas maneras, el hecho concreto es que llegaron hasta estas latitudes, donde hoy son sinónimos de celebraciones, la mayor parte de las veces de noble origen.
Wikipedia, la fuente a consultar hoy en día por antonomasia, nos dice sobre los fuegos artificiales que "se emplean en exhibiciones, festejos, festividades, celebraciones, cumpleaños, conmemoraciones, etc. Se considera un arte, ya que son múltiples las variaciones, juegos y técnicas con que cuenta el artesano pirotécnico, y siempre en constante innovación. Pero la pirotecnia incluye, además, toda una gama para uso agrícola, industrial, etc. Tiene razón la fuente consultada.
Hace casi 70 años, el doctor Ernesto Dighero le propuso a la Liga Marítima de Chile la realización de un espectáculo de fuegos artificiales para celebrar la llegada del Año Nuevo, así comenzaría una tradición que, hasta el día de hoy al menos, nos anuncia el inicio de un nuevo tiempo. De manera algo modesta, pero no menos alegre, comenzaría la fiesta pirotécnica que tanto y a tantos alegra presenciar y participar. Durante muchos años el evento de artificio solo se podía presenciar en la bahía de Valparaíso, lo que hacía que más de una vez cerca de un millón de personas viniera a la ciudad a ver el evento. Años más tarde se sumarían las comunas de Viña del Mar y Concón en el Gran Valparaíso, generando un espectáculo que se podría comparar al de grandes bahías del mundo, poniéndonos en fila para el récord Guinness por la extensión territorial del evento.
Los tiempos han cambiado, no cabe duda de ello. Hoy día, cada actividad masiva debe tener debidas consideraciones que quizás antes no se contemplaban. Entre otras, los efectos medioambientales y los eventuales daños colaterales en sectores de la comunidad. Algo que se discute hoy, que se ha anunciado el eventual término de este maravilloso rito de inicio del año, es el fin del espectáculo como lo conocemos hasta ahora y que presenciamos a partir de las 00.00 horas del 1 de enero pasado; esto, debido a los efectos sobre las mascotas (en la televisión enseñan toda la semana previa maneras de contenerlas) y, claramente algo más complejo, sobre las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA), quienes se ven afectados por los ruidos y, obviamente, los descompensa. De eso nadie podría no hacerse cargo y por ello se deben buscar soluciones.
La empresa catalana que realiza el espectáculo en la zona desde el año 1984, tiene un sistema de control de normativa medioambiental, con certificación de la Unión Europea, para la fabricación de estos materiales, siendo amigable con el medioambiente. En relación al ruido, Chile es un paraíso en términos de normativa de prohibición de fuegos artificiales en el comercio autorizado, siendo el problema la compraventa ilegal y cada vez más recurrida en actividades de dudosa celebración, como las relacionadas al narcotráfico, entre otras. Este año pudimos constatar una baja pirotecnia informal.
Sídney, Londres, París o Río de Janeiro son algunos de los referentes en estas materias de celebración de la bienvenida al nuevo año. Además del cierre de grandes eventos como los Juegos Olímpicos, festivales de gran envergadura, entre otros, son también parte de las oportunidades en que los cielos se iluminan.
Ciertamente, no cabe duda que es momento de modernizar la manera de celebrar, pero buscando consensos, soluciones y aportes. No hay que olvidar la significancia a la economía local que tiene el evento de Año Nuevo en lo referente a ocupación hotelera, restaurantes y toda la cadena de servicios turísticos. Y a riesgo de sonar majadero, mejor controlar el tráfico y uso ilegal de artificios en la población, antes de privarnos de una actividad de 20 minutos, dentro de los poco menos de 530 mil minutos que tiene un año.