Aquí nadie se va a salvar solo
Al Gran Valparaíso le llora una política intercomunal de combate contra la delincuencia. No es posible que hoy no exista ese espacio de coordinación y diálogo. Los alcaldes deben lidiar desde su llegada al poder con una ola de inseguridad que no se había visto por acá, con tiroteos a plena luz del día, grupos de motochorros, bandoleros, sicarios y narcos.
Nunca ha sido un capricho ni tampoco una idea fija de este Diario insistir sobre los problemas de seguridad que vive la comuna de Viña del Mar. Pero parece que algo de ello ha sabido escuchar (o leer) la alcaldesa Macarena Ripamonti, quien luego de su molestia inicial, en la cual arremetió contra el delegado presidencial regional Jorge Martínez y Carabineros y dijo sentirse insultada por una peregrina comparación que se hiciera con Valparaíso, parece haber recogido el guante y al menos decidió reunirse con la jefa subrogante de la V Zona de Carabineros, Patricia Vásquez, para abordar la planificación y los nuevos procedimientos a implementarse en la comuna.
Ahora, siendo justos, tampoco puede afirmarse que los episodios de violencia sean un invento o una exageración de los medios de comunicación. Los nuevos alcaldes deben lidiar desde su reciente llegada al poder con una ola de inseguridad que no se había visto por estos pagos, con tiroteos a plena luz del día, grupos de bandoleros, motochorros, sicarios y narcos, además de una estética sociocultural que pareciera querer emular las siete partes de la película "Rápido y furioso", premiando la ostentación de armas, el dinero fácil y la leyenda lunfarda de "el que no afana es un gil".
A diferencia de la Región Metropolitana, donde suele diferenciarse entre el sector oriente, la cota mil o las tres comunas, respecto de otros territorios que deben cargar con sus propias carencias y estigmas, pero cuyas fronteras son difusas, la Región de Valparaíso pareciera marcar límites tan absurdos como la partición africana después de la Primera Guerra Mundial. ¿Cómo es posible que los alcaldes del Gran Valparaíso (Viña del Mar, Valparaíso, Quilpué, Villa Alemana y Concón) no compartan políticas comunes en el combate a la delincuencia? ¿De qué forma es posible comprender que Ripamonti y Sharp -jefes comunales de las ciudades más complejas y populosas- no se junten a coordinar la batalla contra este flagelo, tal como reconoció ayer el alcalde porteño; o que la alcaldesa diga que no tiene el número telefónico del delegado Martínez?
Podría creer uno que las mezquindades debieran darse entre signos políticos antagónicos, pero no en las cinco comunas que representan el ADN del Frente Amplio y del nuevo oficialismo en casi todas sus aristas posibles.
No se equivoca la alcaldesa Ripamonti cuando habla de lo necesario de un plan nacional de desarme. Pero, asimismo, también es urgente una política metropolitana -al nivel de las cinco comunas antes mencionadas- que rija y acuerde las señales que los municipios entregarán a la ciudadanía respecto de temas tan sensibles como las tomas de terrenos ilegales, el comercio ambulante, las incivilidades, los permisos, las patentes de alcohol, las respectivas ordenanzas o el uso de veredas y terrazas.
Porque, tal como ha dicho más de alguna vez el Presidente electo, aquí nadie se salvará solo.