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LA TRIBUNA DEL LECTOR De Marcel Duchamp a Salvador Dalí

EUGENIA GARRIDO, EXALCALDESA DE VIÑA DEL MAR EUGENIA GARRIDO, EXALCALDESA DE VIÑA DEL MAR
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Fascinada por el mundo de la bohemia, la autora Sue Roe sigue describiendo la vida que se dio desde 1920 en Montparnasse, donde florecen cada día con más fuerza las corrientes vanguardistas. Nos cuenta las instancias que se vivieron en los salones y cafés existentes, en los que animaron con su presencia, sus amores, fracasos y sus éxitos quienes fueron los artistas protagonistas del surrealismo. Nos narra, en una síntesis apasionante, cómo desde Marcel Duchamp a Salvador Dalí se potenció este movimiento revolucionario con sus nuevas convicciones. Sue Roe va tejiendo la historia con un sinnúmero de hilos que la llevan a los numerosos personajes que desfilan por las páginas de su libro y que son parte significativa de la naciente corriente artística.

La autora toma como sus cómplices para recrear los episodios que vivió este movimiento a Man Ray y a Max Ernst. El primero, fotógrafo norteamericano que se desempeñaba como un verdadero cronista de las ocurrencias del día a día y que aportó a la técnica fotográfica el método del frótagge. Además, con su lente captó a los protagonistas más relevantes que participaron de esta verdadera revolución de la expresión pictórica. Como testimonio están las fotografías de Gertrude Stein, Miró, Breton, Picasso, Braque, Duchamp, Apollinaire, Picabia, Ezra Pound, Joyce y todos aquellos escritores que concurrían a la Shakespeare & Company, la librería de Sylvia Beach.

El éxito llegará muy pronto para Ray cuando por azar inventa la técnica fotográfica de rayogramas (se trabaja con negativos expuestos a la luz). Ray conoce en un café a Kiki de Montparnasse, con quien compartirá su vida durante varios años. El otro cómplice de Sue Roe, Max Ernst, ingresó a París sin papeles oficiales, bajo el nombre del poeta y escritor Paul Éluard, vivió con el matrimonio de Éluard un largo tiempo, el suficiente para enamorarse de Gala, esposa del poeta y quien años más tarde sería la musa inspiradora de Dalí.

Nos cuenta Man Ray que Breton, líder del grupo, se maravilla con los métodos de pintura que pone en práctica Max Ernst, los que van más allá del Dadaísmo, que busca destruir. El punto fundamental del arte, para el surrealismo no es destruir, sino transformar. Así los monstruos no son para ellos estéticamente horrorosos, son "maravillas", es decir, tienen belleza. Aragon, escritor miembro del grupo encantado por el aspecto poético de las obras de Ernst, manifiesta que la importancia no es el método, sino el resultado: Ernst ha encontrado las formas de interpretar las funciones ocultas de las imágenes y esto constituye el gran aporte a esta revolución pictórica. La obra que sintetiza este pensamiento es aquella realizada por Ernst en 1920 titulada: The Hat Makes the Man (El Sombrero hace al Hombre). Con anterioridad el poeta Apollinaire, preocupando por la búsqueda de nuevos artistas, primero para el Dadaísmo y luego para el Surrealismo, ha tomado contacto con los jóvenes artistas Marcel Duchamp y Giorgio di Chirico. Duchamp, a poco tiempo de su llegada a París, realiza una obra que romperá todos los cánones establecidos en el mundo de las bellas artes. La obra responde al cubismo y se titula Desnudo bajando la escalera. Años más tarde, Duchamp cambió el concepto de la belleza con sus ideas que fueron evolucionando desde que presentara como obra de arte: La Fuente (el Urinario) bajo la idea del Ready made" (todo objeto es arte) hacia el arte conceptual.

Por su parte, Giorgio di Chirico aporta su ideal del arte metafísico que expresa con fuerza a través de sus obras. Numerosos escritores se suman a las expresiones del Surrealismo y siguen a Breton como su líder. Este, nos narra la autora, tuvo su experiencia amorosa con Nadja, rusa que conoció en una librería y que llena de alucinaciones alimentaba la mente e inspiración de Breton. Al término de su romance, desapareciendo ya el fuego de la pasión, Breton escribió su mejor novela, titulada precisamente Nadja.

En el año 1926, Salvador Dalí llega a París, tiene solo 22 años, pero ya se perfila como un excéntrico, con una imaginación desbordante y una gran genialidad. Al conocer a Elena Ivanovna Diakonova en el año 1929, se enamora perdidamente de ella. Es Gala que entra en su vida y ya nunca más saldrá de ella, hasta su muerte el año 1982. Ella fue su musa, pero también fue de cierta manera su propia obra, cientos de sus cuadros así lo acreditan. Dalí, haciendo uso de su método de crítica paranoica, se impuso el tremendo desafío de reinterpretar la realidad. Encontramos en este libro de Roe la gran interrogante de cómo describir el inconsciente en el arte. Cien años después, y luego que los artistas surrealista hicieran experimentos revolucionarios, esta interrogante sigue vigente.

Lo que no admite dudas es que las grandes figuras del Surrealismo son Marcel Duchamp y Salvador Dalí.

Los apetecidos jeans Levi's

INSTAGRAM @MARIOCAVALLA POR MARIO CAVALLA LEPE, PERIODISTA Y SOCIO DE SANTIAGO A PATA INSTAGRAM @MARIOCAVALLA POR MARIO CAVALLA LEPE, PERIODISTA Y SOCIO DE SANTIAGO A PATA
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Eran tiempos sin mall ni internet, la ropa extranjera llegaba con cuentagotas a ciertas tiendas y a un costoso valor. Tener entonces unos jeans vaqueros como los que mostraban las películas de moda era un real trofeo. Si bien en esos bisoños años 80 circulaban con cierta regularidad líneas de marcas foráneas como Lee, Wrangler o Lois, a nivel local los cumplidores Robert Lewis, Kansas o Parada 111 copaban las necesidades de un consumidor menos exigente y con presupuesto limitado. El objetivo (o premio) para el cumpleaños o Navidad eran (en la medida de lo posible) los apetecidos Levi's con su parche de cuero y la imagen de los dos caballos tirando de un pantalón y su distintiva etiqueta naranja o roja, siendo esta última un símbolo de status mayor, un objetivo aspiracional. No era trivial la diferencia, porque mientras la prenda de etiqueta naranja era fabricada en Argentina, la roja era "Made in USA". Y eran caras, casi el doble de un pantalón común. Cualquiera que adquiriera lo exhibía con orgullo. La tienda Tuko's del Paseo San Agustín de Santiago o la avenida Valparaíso en Viña eran un catálogo a la vista de esta apetecida mezclilla que también mostraba su versión en casaca con chiporro. Pero esa es otra historia ochentera.


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