Feria de antigüedades, aporte al patrimonio
El retorno a la remozada plaza O'Higgins revive un tradicional y concurrido punto de encuentro de residentes y visitantes de Valparaíso. Hay que atender el entorno de la feria y establecer un marco de seguridad para los visitantes y también para los comerciantes. Hay que erradicar, de partida, al comercio ambulante, que degrada cualquier lugar o actividad.
La tradicional feria de antigüedades de Valparaíso vuelve a su lugar de origen, la renovada plaza O'Higgins, donde nació el año 1978. Conocida también como "La Merced", por el templo que estaba frente a la plaza, abatido por un terremoto, la feria se convirtió en una atracción más de Valparaíso, en lugar de encuentro y punto de partida para recorrer la ciudad.
Allí se miraba, a veces se compraba y, posteriormente, seguía un paseo por la ciudad y quizás un almuerzo dominguero en algún restaurante de esos que intenta, tal vez con éxito, ofrecer una carta original.
En esa condición, en 2012 fue declarada Patrimonio Inmaterial de la ciudad, pero tuvo una caída en su prestancia cuando en 2014, en medio de la larga remodelación de la plaza O'Higgins, debió trasladarse a la Plaza Sotomayor.
Ahora vuelve a su punto de nacimiento con la presencia de una cantidad importante de pequeños comerciantes que exponen una variedad de objetos, algunos verdaderas y valiosas antigüedades y otros no tan venerables, casi "cachureos". En medio de la variada oferta destacan objetos de regular tamaño, como muebles, baúles o esas viejas pero eternas máquina de coser que con un poco de hilo y aceite siguen dando puntadas al compás de sus pedales. Máquina perfecta para los ambientalistas.
Edmundo Jiménez, profesor de historia retirado que ahora en vez de enseñar a los niños instruye a sus clientes como anticuario, cuenta que sigue llegando gente que viene desde Santiago a comprar. "Hay una clientela histórica. Esto es un pequeño mundo", afirma y a la vez advierte que "si la crisis sigue de esta manera, esto se va a poner malo".
Para Gastón Soublette, octogenario filósofo y escritor, viñamarino que tras su paso por Santiago actualmente disfruta de tranquilidad en Limache, la Feria lo lleva a la niñez mirando una de esas planchas a carbón de fierro fundido. "Me acuerdo todavía cuando la nana que me cuidaba planchaba mi ropa con ese tipo de plancha", evoca y cuenta que "estoy rodeado de cosas antiguas de las que se venden aquí".
Para clientes y locatarios, el pasado domingo la tradicional plaza porteña fue una fiesta. Pero la fiesta hay que mantenerla y cuidarla. La Feria La Merced se debe considerar como un aporte permanente a la zarandeada condición de Sitio del Patrimonio Mundial que se otorgó a Valparaíso. Hay que atender el entorno, baños públicos bien mantenidos y, especialmente, un marco de seguridad para los visitantes, sus vehículos, tentación permanente, y también para los comerciantes. De partida, hay que erradicar al comercio ambulante, que degrada cualquier lugar o actividad.
La Feria se debe considerar, además, como un aporte para el barrio, para su comercio, y podemos afirmar, siendo irreverentes, que le hace dignamente la competencia al vecino Congreso como atracción y punto de encuentro y de diálogo.