LA TRIBUNA DEL LECTOR
por gonzalo ilabaca, pintor y ciudadano ilustre de valparaíso
Valparaíso, la ciudad pendiente
Como una puñalada por la espalda "por gustitos ideológicos", Gonzalo Ibáñez responsabiliza en su columna publicada en este Diario a quienes por años hemos estado defendiendo el buen diseño Ciudad Puerto para un Valparaíso del siglo XXI.
Sin tener en cuenta que el fallo del Segundo Tribunal Ambiental (que nos dio la razón) sentenció que no se estaba cumpliendo la ley (tópico a cumplir por toda la comunidad, incluyendo a los abogados), Ibáñez, curiosamente, no responsabiliza a las instituciones del Estado, entre ellos a los distintos presidentes de la República, ministros de Transportes, intendentes, seremis, el SEA y la propia EPV desde 1997 en adelante ni a los concesionarios (TCVAL) por levantar malos proyectos que tampoco cumplen las leyes, como la Ley de Puertos 19.542, artículo 50, letra d, en relación al Consejo Coordinador Ciudad Puerto, ni todas aquellas leyes donde se habla de la preservación del patrimonio, como la actual Constitución de la República, la Ley de Medio Ambiente, la Ley de Consejo de Monumentos Nacionales, la Ley que crea el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, ni la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural que Chile firmó con la Unesco en 1972, la declaración del Sitio Patrimonio Mundial (SPM) de Valparaíso del 2003, el categórico Estudio de Impacto Patrimonial (EIP) de Juan Luis Isaza frente al "daño alto, permanente, irreversible y no mitigable del T2 al SPM" (una verdadera puñalada por la espalda que ya no será) y otros tantos acuerdos en relación a los derechos humanos, el derecho a la ciudad y al patrimonio que Chile ha suscrito ante la ONU desde hace décadas y que han sido la base principal de nuestra reclamación ante el Segundo Tribunal Ambiental.
Todo ese aparataje del Estado y no la ciudadanía que acude a los tribunales para que se cumpla la ley, son los reales responsables del estancamiento y retraso del desarrollo de la ciudad y también de su puerto. La nula autocrítica por parte de ellos, algunos incluso "premiados", como el exintendente Gabriel Aldoney (hoy en la Empresa Portuaria Austral) o el exministro de Obras Públicas, Transportes y Telecomunicaciones de Ricardo Lagos Escobar, Carlos Cruz (cuya política del 2000 en adelante sentenció a Valparaíso a no sumar más aguas abrigadas, es decir, a la expansión portuaria más barata para el Estado y las más mala para Valparaíso) por nombrar solo a dos exautoridades que no hicieron bien su pega y que han salido dando sus versiones de este fallo del Segundo Tribunal Ambiental sin asumir ninguna responsabilidad, sumado a la propia ignorancia de muchos porteños en esta temática (como lo demuestra la columna del propio Gonzalo Ibáñez) que, manteniendo vigentes los ya obsoletos tópicos del desarrollo económico del siglo XX, aún no logran incorporar los desafíos del siglo XXI.
Entonces, "los gustitos ideológicos" no son gustitos, sino el conocimiento multisistémico, multidisciplinario e integrado que organismos como la ONU (donde Chile es Estado Parte) han venido desarrollando a través de foros internacionales desde 1945 en adelante para encontrar soluciones globales al habitar del ser humano en el planeta Tierra, donde el medioambiente, los derechos humanos, el derecho a la ciudad y el patrimonio cultural y natural "son esenciales para el desarrollo sostenible y la biodiversidad".
Está, por lo tanto, en las nuevas autoridades, gobernador incluido, alcalde, EPV, ministros y el propio Presidente Gabriel Boric la responsabilidad de entregarle a Valparaíso el mejor puerto para una mejor ciudad y desde ya es peligroso de partida separar el tren rápido Valparaíso-Santiago de la expansión portuaria porque ambos proyectos son parte de la misma cosa: el diseño Ciudad Puerto, ya que el tren rápido, además de pasajeros, es necesario para la actividad portuaria y, de hecho, su financiamiento depende de la carga portuaria.
Por lo tanto, dicho tren tendrá que recorrer todo el borde costero del frente del anfiteatro hasta llegar a la zona portuaria y deberá tener un diseño que permita de día disfrutar a la ciudad y a sus habitantes de su relación con el borde costero abierto de acceso universal (urbanismo) y de noche hacer la carga portuaria (industria).
Tampoco se puede separar por parte del Estado qué diseño de expansión portuaria le dará a Valparaíso y dónde será ésta, que es el tema capital del diseño Ciudad Puerto por el tamaño de esa infraestructura portuaria en un borde costero pequeño. Ahora que hay intereses de los Emiratos Árabes Unidos en invertir en el puerto de Valparaíso, ¿no será el momento de aprovechar las condiciones de la bahía y apostar por nuevas aguas abrigadas?
Por todo esto, el tema principal de Valparaíso debería ser el diseño Ciudad Puerto a secas. Eso es lo que debería privilegiar y anunciar el Presidente Boric y sus ministros y no por un lado un tren rápido a vox populi y en un saco de otro costal una expansión portuaria. Esperamos que el Consejo Coordinador Ciudad Puerto que preside el gobernador logre esta vez ese diseño Ciudad Puerto que cumpla las leyes nacionales y tratados internacionales, que sea consensuado, integrado y planificado en el corto, mediano y largo plazo y que este Gobierno y los que vengan tengan la gestión y voluntad política de llevarlo a cabo para generar certezas, confianzas, ganas de vivir, invertir y recuperar Valparaíso -en todas sus vocaciones- para los porteños, los chilenos y para el mundo.