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LA PELOTA NO SE MANCHA No todo lo que brilla es oro

POR WINSTON POR WINSTON
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El hijo de un muy buen amigo mío ha jugado tenis desde los 3 años. Con un talento innato, lo que más le llamaba la atención al padre de este muchacho es la cantidad de personas que le mencionaban que, si seguía así, se podría jubilar pronto gracias a su retoño. Pocos le mencionaban el orgullo que implicaría si algún día podía representar a Chile en Copa Davis, lo sacrificado y formativo que podía resultar dedicarse a un deporte de alto rendimiento o la satisfacción que significaría ganar un grand slam. Siempre el foco estaba en los pesos, en la inversión y el retorno económico.

No es muy distinto a lo que vemos en este último tiempo en la prensa. Cada vez que Cristián Garin pasa una ronda o gana un torneo, el tema es los millones que recibirá. Lo mismo con Joaquín Niemann y "Mito" Pereira en el golf. Todo se reduce a qué va a pasar con su cuenta bancaria.

Contrario a este modo de pensar, me atrevería a afirmar que, si exceptuamos a los futbolistas, ningún deportista que haya alcanzado la gloria en su deporte llegó a esa instancia teniendo como meta ser millonario. Y es que son demasiadas las exigencias, las privaciones, los malos ratos y las frustraciones que hay que soportar, pensando solo en los morlacos. Para eso, mejor dedicarse a otras actividades más lucrativas en el corto plazo. Y es que te tiene que gustar mucho tu deporte o poseer una ambición de gloria lo suficientemente poderosa para perseverar.

Hago la excepción con los futbolistas, porque en Chile, la búsqueda de un mejor pasar económico a través de este deporte sí es una motivación real.

Pienso en el tema de las "lucas" a raíz de una noticia relacionada con Arturo Vidal, quien no solo estuvo en los titulares por su llegada al Flamengo, sino además por una querella interpuesta por el jugador contra sus familiares por posible estafa por 4.200 millones de pesos. La familia del rey Vidal, como suele suceder con las monarquías más pencas, está dividida por los dólares.

En esa misma línea, el tenista argentino Juan Martín del Potro reconoció que está con serios problemas económicos. Luego de la muerte de su padre, el jugador ha sufrido varios embargos por las deudas que contrajo su progenitor. Los más de US$30 millones que ganó a lo largo de su carrera hoy son solo un recuerdo. Algo similar le sucedió a la tenista Arantxa Sánchez que, por culpa de las malas gestiones del padre, no pudo disfrutar de los millones obtenidos en cancha. La lista de jugadores caídos en desgracia es larga y, en este último tiempo, la encabeza el célebre tenista alemán Boris Becker, quien fue sentenciado a ir a la cárcel por ocultar su patrimonio mientras se declaraba en bancarrota.

Mi hermano, que se jacta de saber latín, siempre repite: "Divitiae mutant mores, raro in meliores" que, según él, se traduce como: "Las riquezas cambian las costumbres, rara vez para mejor", no sé si la traducción es correcta, pero, en este caso, cae como anillo al dedo.

Y es que, junto a la firma de contratos millonarios, títulos y la fama, hay una realidad que no vemos porque inconscientemente preferimos enfocarnos en la parte entretenida o más vistosa. Pero la otra cara de la moneda es que el dinero tiene sus costos. Y no me refiero sólo a excesos. Los problemas por envidias enquistadas, ambiciones desatadas, familias peleadas, falsos amigos y estafas de los mismos que pertenecían al círculo de confianza son mucho más comunes de lo que pensamos.

El sueño de la fortuna, de un momento a otro, deriva en pesadilla y el deportista retirado, en vez de disfrutar de un buen pasar y cosechar años de sacrificios, debe hacer calzar la frustración del retiro con la de tener que lidiar con facturas, pagarés, bonos, escrituras, etc. que difícilmente entiende o tiene interés en comprender.

Al final del día, ni el auto más rápido ni la mansión más grande ni el reloj más lujoso podrán reemplazar la felicidad que vive un jugador en la cancha. El problema es que eso no lo entiende el resto de los mortales que solo piensa en las lucas.