Tres lecciones de las tomas
Uno de los fenómenos más relevantes del último tiempo -también uno de los más notorios, de esos que saltan a la vista- lo constituyen las tomas, la ocupación ilegal de terrenos. Las causas del fenómeno son, por supuesto, muy variadas; pero en él se manifiesta un conjunto de cuestiones públicas en las que vale la pena detenerse.
Es verdad, desde luego, que una de las causas de este fenómeno es el déficit habitacional, pero no basta identificar ese déficit para comprender el fondo del problema, porque la pregunta que, entonces, cabe plantear es por qué para caer en la cuenta de este déficit fue necesario que las calles y los rincones de la ciudad se inundaran de carpas habitadas por quienes tienen poco y nada. En otras palabras, ¿qué pudo ocurrir para que un país que parecía próspero, el más próspero de la región, no fuera capaz de advertir que esto estaba ocurriendo? Ello debe ser en parte producto del olvido de una regla básica de las políticas públicas: que al atender a un problema, inevitablemente se deja otro sin resolver, motivo por el cual es imprescindible priorizar. Pero el ámbito público en Chile de pronto se anegó de demandas específicas -la más notoria de todas la gratuidad de la educación superior- que ocultaron o pusieron en las sombras estos otros problemas que, insuflados por el éxito, los chilenos habían olvidado. El carácter unidimensional que adquirió el debate público -el lucro, la gratuidad en la educación superior como el problema central de la sociedad chilena- ocultó otros problemas iguales o más urgentes.
Primera lección de las tomas entonces. Al atender un problema público hay que detenerse a pensar qué se sacrifica.
Junto a lo anterior, las tomas son expresión de otro problema cada vez más creciente. Una cierta desatención a las reglas, o, si se prefiere, la existencia de lo que suele llamarse anomia. Entre las formas de conducta anómica (la sociología llama así a la ausencia de orientación normativa) hay una especialmente importante en el fenómeno de las llamadas tomas vip: se trata de la conducta innovadora. La conducta innovadora se produce cuando una sociedad estimula el logro de ciertos fines sin subrayar el uso de medios legítimos para alcanzarlos. La adquisición de bienes es un objetivo que anima a todos o casi todos; sin embargo, una sociedad sana sociabiliza a sus integrantes en que no todos los medios son admitidos o dignos de estima a la hora de conseguirlos. Pero una sociedad que tolera que ciertas personas ocupen bienes públicos sin necesidad alguna (salvo el apetito de bienestar mayor, como ocurrió con esa toma recientemente desalojada), una sociedad que asiste a ese espectáculo omitiendo cualquier reacción desaprobatoria, es una que está estimulando el incumplimiento de las reglas.
Segunda lección entonces. En ocasiones, y este es, sin duda, el caso de las tomas vip, las ocupaciones son un síntoma del desprecio por la ley o de la incapacidad de la autoridad para hacerla valer.
A las situaciones anteriores se suma otra. Porque las tomas no lo son solo de bienes públicos como plazas o parques o playas, sino a veces de bienes privados, bienes que poseen dueño. Y si el primer fenómeno mostraba un olvido de la necesidad de priorizar y el segundo un desprecio de la ley, este tercero muestra algo igualmente grave: un deterioro de la institución de la propiedad.
La propiedad como institución no solo interesa a quienes son ricos y la poseen en abundancia. Interesa a todos. Finalmente, la propiedad es, o suele ser en la mayor parte de los casos, el resultado del esfuerzo propio o heredado, de manera que cuando no se la respeta lo que se devalúa es el esfuerzo personal. Y una sociedad que devalúa el esfuerzo y que en cambio estimula solo el reclamo fundado en motivos de justicia, es una sociedad que tarde o temprano ve disminuidos sus niveles de bienestar.
Tercera lección entonces. Las tomas de bienes privados, si se las tolera, devalúan el esfuerzo personal y más temprano que tarde empobrecen a todos.