Correo
Impresión
De acuerdo con lo establecido en la Carta Fundamental, con el plebiscito de salida se daba término al proceso constituyente. En este referéndum el pueblo, con una contundente mayoría, se pronunció a favor de la opción Rechazo; es decir, por mantener vigente la Constitución actual, la que puede ser reformada sin grandes restricciones.
Al respecto, es importante tener presente que en el plebiscito de entrada votaron 5,8 millones de ciudadanos a favor del Apruebo y que en el plebiscito de salida 7,8 millones lo hicieron por el Rechazo; una cantidad significativamente superior.
Sin embargo, da la impresión que la opción ganadora fue el Apruebo, pues, desoyendo la voz del pueblo y quebrantando el Estado de derecho, los sectores de extrema izquierda -con la confabulación de sectores políticos de centroderecha- están promoviendo la realización de un nuevo proceso constituyente, mediante una operación política que tiene el aroma de un "golpe de Estado blando".
Adolfo Paúl Latorre
Deshonestidad intelectual
Autoridades de gobierno, congresistas, exconvencionales, dirigentes políticos y analistas que defendieron la opción Apruebo en el plebiscito constitucional, incurren majaderamente en un falacia simple y a la vez vulgar. Esta consiste en pretender que el triunfo categórico del Rechazo se explica por la desinformación, el engaño, las noticias falsas o la deficiente explicación a la ciudadanía del contenido del texto propuesto. Es decir, niegan de plano la posibilidad de que los votantes del Rechazo tengan un punto de vista distinto, que hayan ejercido con autonomía la facultad de razonar por sí mismos, en lugar de asentir y repetir mecánicamente lo que esa nueva elite de izquierda, aburguesada, supremacista generacional e iluminada considera correcto o verdadero.
Esta posición importa una clara deshonestidad intelectual, al punto que se parece mucho al mero desprecio de la inteligencia de que están dotadas todas las personas de acuerdo a su naturaleza, y puede, incluso inadvertidamente, sin que muchos de esos desprevenidos dirigentes se den cuenta siquiera, abonar el terreno del pensamiento y la cultura para la imposición de una invasiva mentalidad totalitaria.
Lo honesto es aceptar y reconocer que uno puede estar equivocado, que no siempre se tiene la razón; lo demás es incurrir en un sectarismo de corte mesiánico, que enerva y envilece la vida pública.
Gustavo Adolfo Cárdenas Ortega
Más democracia
Muy interesante la carta de don José Luis Hernández Vidal, publicada el 17 de septiembre pasado. No puedo estar más de acuerdo. El Presidente Boric y políticos se llenan la boca diciendo que los problemas de Chile se resuelven con más democracia, pero al momento de decidir hacen otra cosa.
¿Por qué no les preguntamos a los chilenos si quieren una nueva Constitución? En caso que voten sí, que indiquen cómo quieren que se haga: con un comité de expertos, a través del Congreso Nacional o con una nueva asamblea constituyente.
Después de ganar el Rechazo con el 62% de los sufragios, plebiscito con voto obligatorio, lo lógico es preguntar al pueblo y no suponer su voluntad y deseos. De esta manera podremos cerrar de una vez por todas el tema constitucional, que está atrasando nuestro desarrollo como país.
Emilio Madrid Barros
Etnias
Un problema grande es el conjunto de varios chicos y estos se resuelven atacando sus causas chicas.
Un país se compone de un territorio y un Estado. El territorio es lo que le pertenece del planeta, acotado por sus límites. El Estado es la organización política del territorio y su población. La Constitución es el marco que regula la administración territorial y el comportamiento humano del país. El proyecto se rechazó por su orientación separatista, olvidando que el chileno es solidario. Uno de los errores fue la plurinacionalidad, dando la condición de nación a 11 etnias prehispánicas. Su autonomía significaba la separación del Estado.
Los integrantes de estas etnias, siendo chilenos, deben cumplir la legislación del país, la cual debiera complementarse con una ley específica para cada etnia, permitiendo sus costumbres y ritos, siempre que no se contrapongan con la legislación nacional, redactada de común acuerdo entre los jefes de la etnia y una comisión estatal. Esto puede hacerse ahora, en forma progresiva, partiendo por Rapa Nui.
Mario Alsina
La República
La República de Chile no es plurinacional. Hoy parecen sensatos quienes reconocen que, pese a contener dentro de sus fronteras a otras naciones, hay un pueblo chileno -abrumadoramente mayoritario- que respondió negativamente y en masa a la pregunta sobre si se debía compartir el Estado con los pueblos indígenas. El espíritu del texto rechazado no era el del pueblo de Chile. Podemos volver a hablar con soltura de nuestros adversarios en la guerra de Arauco como enemigos del Estado y de la cuestión migratoria como un problema de orden público.
Desde hace ya varias décadas se volvió sentido común en las izquierdas del mundo la idea de que el relato nacional estaba acabado. En miras de levantar un proyecto socialista, dichas izquierdas estimaban adecuado articular en torno a mínimos comunes las luchas particulares de pobres y oprimidos, de minorías étnicas y sexuales. En el caso chileno, frente al carácter indigenista que adoptó la Convención, las fuerzas políticas a favor del texto del Apruebo optaron por la defensa de ese carácter. El error de cálculo puede explicarse por la pretensión infundada, por parte de cierta izquierda, de arrogarse el conocimiento de los intereses reales de un pueblo arcano, el cual desde octubre del 2019 solo se manifestaba insurreccional y catárticamente.
Tanto aquellas izquierdas que se pretendan competitivas electoralmente como las que aspiren a resucitar el proyecto de una izquierda radical, tendrán que hacer las paces con una realidad: es la nación chilena la que se sirve del Estado. ¿Podrán abocarse esas izquierdas a la ordenación de un proyecto de largo aliento con vocación nacional? Después de todo, ¿hay en la historia alguna izquierda exitosa que no haya sido nacionalista en cierto grado?
Mientras tanto, la República descansa vigorosa y sin tiranos. Las fuerzas de orden están al servicio del pueblo de Chile que se levanta como el Estado-nación por lejos más estable de la región. Con estándares europeos de estabilidad institucional, el país fue capaz de sobrellevar dos resultados radicalmente dispares en un mismo proceso constituyente, conservando el orden público y la transparencia electoral. Vienen tiempos de bonanza.
Ignacio Martínez M.