Una nueva idea para el estero de Viña
Para sorpresa de varios concejales, la alcaldesa Ripamonti expuso en Corea del Sur su propuesta para el principal curso de agua de la ciudad.
Si se hubiera cumplido todo lo propuesto por el canadiense Charles Fournier, gerente de la firma de obras costeras Baird, el 1 de junio del año 2005, ante 500 personas reunidas en el salón principal del Hotel O'Higgins, Viña del Mar contaría hoy con una espléndida marina deportiva en la desembocadura del estero Marga Marga. Junto a los yates y botes anclados a ambos costados del estuario habría restaurantes, cafeterías y edificios de hasta 5 pisos, en una conformación parecida al barrio de Puerto Madero, en Buenos Aires. La firma canadiense estaba disponible para invertir 50 millones de dólares por una concesión de 30 años y, de acuerdo a sus proyecciones, en dicho periodo la ciudad recibiría beneficios equivalentes a diez veces esa cifra. Sirva el ejercicio histórico para poner en perspectiva la propuesta que la alcaldesa Macarena Ripamonti mostró a los delegados reunidos en Corea del Sur para la Cumbre Municipal de Líderes Locales y Regionales de la Organización Mundial (CGLU). Como no hubo exposición previa de la idea ante otras autoridades viñamarinas, los escasos detalles surgieron casi de casualidad, porque alguien descubrió un archivo en un link vinculado a un código especial que portaba Ripamonti en un video de Instagram. La idea del equipo frenteamplista a cargo de Viña del Mar es recuperar el lecho -degradado por usos inadecuados, según el documento-, implementar un parque urbano capaz de poner en valor el humedal y acompañarlo por algunos usos turísticos de bajo impacto, como ciclovías y senderos. De esta manera, asegura la propuesta, el estero de Viña del Mar ayudaría a la ciudad a enfrentar los agudos problemas que causa el cambio climático y serviría para mitigar el embate de un eventual tsunami futuro.
Quizás porque recuerda la experiencia de Fournier -cuyo proyecto se encontró con una burocracia eterna y la oposición de vecinos-, el concejal del PC Pablo González prefirió ser cauto ante la idea y esperará los detalles que pueda contar Ripamonti una vez que regrese de Corea del Sur.
Quedan dudas sobre qué pasará con la tradicional feria del estero y la concesión de estacionamientos, ambas actividades consideradas perjudiciales para el ecosistema del principal curso fluvial viñamarino, pero cuya desaparición tendría un fuerte impacto en la vida diaria de la ciudad. Tampoco se han transparentado los montos involucrados en la iniciativa o el eventual rol que podría cumplir el sector privado en su desarrollo, y el concepto de parque-humedal tiene un indesmentible parecido al enarbolado por la propia alcaldesa y las agrupaciones que se oponen al desarrollo de Copec en Las Salinas -bajo el lema de "Un parque para Las Salinas"-, ambas preocupantes señales de que la iniciativa camina por los mismos senderos ya fracasados antaño.
¿Significa el proyecto de Ripamonti que Viña renuncia definitivamente a rescatar los juegos de agua con luces que en los años 70 y 80 hicieron famoso el paseo por los puentes y cuyas cañerías están, aún funcionales, enterradas bajo el lecho? Todas estas dudas serán resueltas, con seguridad, durante la tramitación ambiental, un paso inevitable y vital dada las características del proyecto, aunque en este caso dicha gestión parte con un punto a favor: no tendrá un municipio que se le oponga.